Interpretando a Cristina

abril 27, 2022

Desde que este blog quedó abandonado por tareas de publicidad, y luego aún más por AgendAR, escribí muy poco aquí sobre la interna. Tema que reservo para conversaciones privadas (eso de obligar a entregar los celulares antes me parece exagerado por ahora, dicho sea de paso). El blog queda para reflexiones distantes, cuando no puedo evitar la compulsión de pensar en voz alta. «Control de daños», le dicen ahora.

Pero… hay un punto en particular que me fastidia desde hace algunas semanas, y unos comentarios desconcertados -también en privado- sobre una reunión reciente de CFK «me pueden».

Reuniones como las que tuvo con la generala Richardson y con el embajador Stanley son parte de las tareas de la Vicepresidencia, que en nuestro país incluye la Presidencia del Senado. Como las visitas a Putin y a Xi son parte de las tareas de la Presidencia de la Nación (sólo que Alberto tiene una naturaleza más extrovertida).

El mensaje realmente significativo fue recomendar públicamente -o sea, al Presidente y urbi et orbi– la lectura de «Diario de una temporada en el 5° piso» de Juan Carlos Torre. La crónica de la gestión económica, realizada con solvencia técnica, eso sí, en un gobierno «progresista» (se puede decir que el progresismo entre nosotros lo inventó Don Raúl; antes la izquierda era otra cosa), sin alianzas reales con poderes fácticos, que terminó en una hiperinflación que lo llevó puesto. Queridos amigos cristinistas ¿necesitan que CFK les haga un dibujito?


Revisitando el 2015

abril 12, 2022

Ayer me metí en una discusión en Twitter (evidentemente, no tenía nada importante que hacer en ese momento). Era entre algunos compañeros kirchneristas de corazón ardiente y otro, también kirchnerista pero atacado por el virus de la autocrítica.

(Este virus es benigno, y hasta dicen que mejora la disposición; es su mutación «autocritiquemos a otro/a» que, como el Covid largo, deja huellas destructivas en el cerebro).

Al punto: el autocrítico -que además es economista (las tiene todas, dirían en mi barrio)- parecía decir que el crecimiento no reconocido de la pobreza hacia 2015 había influido en la derrota del FpV en 2015. Sus interlocutores originales -después se hizo confuso, como siempre pasa en twitter- lo negaban con énfasis.

Me quedé pensando. Y después de reflexionar, en mis ratos libres, tengo que decir que los termos tenían razón. En la batalla electoral de 2015, la economía no fue un tema decisivo, ni siquiera importante. Clinton estaba equivocado esa vez.

Ahora, como todas las afirmaciones terminantes, esa necesita desarrollos y condicionalidades. Empiezo apuntando al tema económico que figuró en la campaña, pero no en el sentido al que señalaba mi amigo autocrítico: el impuesto a las Ganancias que recaía en los sueldos por encima de un nivel (bastante alto). Y causó bastante fastidio entre posibles votantes del FpV.

Menciono ese contraejemplo porque apunta a una realidad básica, que condiciona el resto: el voto en nuestro país, y en todos, está muy segmentado según los niveles de ingresos. Seguro, hay mucha gente rica, o acomodada, que vota peronismo. Y muchos pobres -para indignación de esa gente acomodada- lo votaron a Macri. Pero estadísticamente -que es lo que importa para ganar elecciones- desde hace 76 años los más pobres ponen la boleta asociada con la identidad o el discurso del peronismo, y los más ricos ponen la boleta que exprese en ese momento la oposición al peronismo.

Es una simplificación, claro. Pero no es una opinión. Es la tendencia que hacen evidente los resultados electorales de los últimos 76 años en Argentina, para cualquiera que se moleste en examinarlos.

Esa tendencia no perdió vigencia en 2015, por supuesto. Ni en 1999, ni en 1983, para mencionar otras derrotas nacionales del peronismo. Sucede nuestra sociedad no está dividida entre una mayoría de pobres buenos y solidarios, y una minoría de ricos egoístas que los odian. Esa es una aceptable fantasía para los discursos militantes, siempre que no cometan el error que advertía Tony Montana y consuman su propia mercadería.

Nuestra sociedad, como todas las modernas, está segmentada en multitud de niveles. Por ingresos -estadísticamente, el más importante, junto con el de la seguridad y estabilidad en los ingresos (la fundamental diferencia entre el empleo «en blanco» y el cuentapropismo), los estilos de vida, la valoración o no de la educación, el aferrarse a valores tradicionales o desvalorizarlos, …

Y la hostilidad entre ellos -poderoso instrumento político- se puede manipular más fácilmente entre los segmentos cercanos. A uno le pueden caer mal, o no, los megamillonarios como Zuckerberg o Bezos, pero da más rédito político cabalgar la hostilidad, la desconfianza hacia la «casta política», para citar el negocio de moda. No que los políticos no hayan hecho méritos para ganarse esa hostilidad…

Pero eso es una moda reciente, importada de España, hasta en los términos. Un negocio político mucho más establecido, desde hace 14 años, es fomentar la hostilidad, la rabia, hacia la versión más actual y visible del peronismo, el kirchnerismo. No que el kirchnerismo no haya hecho méritos para ganarse esa hostilidad…

¿Qué tiene que ver esto con la elección de 2015? Todo. Y se ha dicho muchas veces. El kirchnerismo, en particular Cristina Fernández, ha construido un mensaje eficaz, y una «marca» poderosa. Pero llega a los ya convencidos. En 2015 Daniel Scioli no consiguió construir un mensaje eficaz, que sumara sectores a los que el kirchnerismo no llegaba ni llega, sin chocar con esos convencidos.

Lástima. Probablemente hubiera sido mejor presidente que Macri… (peor era muy difícil).

Quiero hacer un punto no tan repetido como el anterior, pero también obvio. En esa discusión de twitter, como en muchas otras, los entusiastas insistían mucho en «que se perdió por poco».

Cierto, pero es una consecuencia de la fuerte estabilidad, por 76 años y hasta ahora, de esos dos… núcleos de atracción de la política argentina: el peronismo y el rechazo / cuestionamiento al peronismo.

Se puede lamentar, o no, pero la indicación que el kirchnerismo es más genuinamente peronista que, por ejemplo, el menemismo, es que despierta más hostilidad en el antiperonismo. (Una cuestión de grado, eh. El no peronismo tampoco lo aguantaba al Turco).

¿La economía es decisiva? Sí. tienen razón Clinton y mi amigo Musgrave. Pero se expresa en una determinada realidad política y social. Que cambia, pero mucho más lentamente.

La demostración es que Macri, después del desastre económico -en los términos de su propio proyecto- que comienza en abril de 2018, obtiene un año y medio después un 40% de los votos para su reelección.

El punto no es que se perdió por 2 puntos, entonces. Es que nuestra sociedad está dividida en dos núcleos de atracción hegemonizados por dos fuertes identidades. Y la que gana debe gobernar a la otra, a la vez que construir un sistema estable. Ninguna de las dos lo consiguió, hasta ahora.

Termino. Y aclaro que repetí varias veces «hasta ahora», por un punto muy práctico. Esos «núcleos de atracción», ambos, están hoy bastante desgastados. Para ganar y llegar o conservar el gobierno, deben sumar afuera de ellos. Pero les es difícil. Cualquiera que examine el humor social, nota que se extiende el cansancio con este «empate hegemónico».


Los tipos de Unidad Histórica, Artemio López y las candidaturas de 2023

abril 5, 2022

Hace unos días mi amigo Artemio publicó en su blog, en Perfil y en Página 12 «Hacia un nuevo tipo de Unidad Histórica«. Confieso que no lo leí en ese momento. Porque viene planteando ese concepto desde hace 14 años; recuerdo ese mismo artículo, con pequeñas diferencias, en 2017, principios de 2019… Así que sentí que ya lo conocía.

Pero la semana pasada un tuitero prestigioso, también mi amigo, lo calificó como «sarasa teórica«. Y pensé que era injusto: la intención de Artemio es plantear una estrategia -con la que se puede estar de acuerdo o no; yo no estoy de acuerdo, por ejemplo-, y el problema es justamente que le falta teoría.

Paso a explicarme: el ejemplo favorito de Artemio -que muestra además la antigüedad de la idea- es la fórmula presidencial de 2007, Cristina-Cobos, y la ruptura en 2008. Vale, si estiramos el concepto de «unidad histórica» para incluir a estrategias ensayadas.

Néstor Kirchner desarrolló en su presidencia la Transversalidad. Incorporó al entonces Frente para la Victoria importantes sectores de la Unión Cívica Radical -el correligionario Cornejo militó ahí, junto a bastantes otros- y llevó como fórmula en 2007 a Cristina Kirchner y el radical Julio Cobos (Esa fórmula se impuso en casi todas las provincias y Cristina se convirtió en la primera, y hasta ahora única, mujer electa a la Presidencia de la Nación Argentina).

La idea de N. K. -influido tal vez por Torcuato Di Tella- era la formación de dos grandes coaliciones, una de centro izquierda, donde el radicalismo aportaría una expresión de las clases medias, y otra de centro derecha (Se dice que ya visualizaba para encabezarla al jefe de gobierno de Buenos Aires Mauricio Macri).

Como sea, problemas estructurales de la economía argentina -que no hay espacio para discutir en un posteo casual- rompieron al FpV (quizás influyó también una idea original -la resolución 125- del luego radical Martín Lousteau).

El hecho es que desde entonces mi amigo llama a «un nuevo tipo de unidad histórica». El núcleo central, hegemónico de esa unidad -en eso es terminante- sería el peronismo kirchnerista, como se expresó en los 12 años y medio de gobiernos K, con el liderazgo de Cristina Fernández de Kirchner. Lo que no precisa -me parece- es qué otras realidades, conciencias, deberían contribuir a formar esa unidad.

(En sus momentos más entusiastas, Artemio sugirió que tal vez no sería necesario nada más. Si el FpV enfervorizaba a sus militantes, de alguna manera eso contribuiría a reunir el 40%+1 de los votos, y si la oposición se divide, ninguna otra fuerza llega al 30%… Voilá! La ley electoral argentina no exigiría el balotaje.

Pero es pedirle mucha ayuda a la oposición, sobre todo en estos tiempos polarizados. Y don López nunca fue claro -por lo menos en lo que leí de él- quiénes serían los otros a sumar. Y cómo hacerlo. Recuerdo haberlo bardeado sugiriendo que quería un frente de lacanianos y cookistas…

En sí, el tema no es teórico, sino muy práctico. Se expresa en los acuerdos electorales, la distribución de cargos en el gobierno (Max Weber tiene un buen análisis de esto) y se simboliza en las fórmulas presidenciales.

En 2019, estaba claro que un peronismo unido tenía una chance razonable de triunfar, luego del desastre de Macri. La resistencia que despertaba CFK en sectores de posibles votantes de un frente hegemonizado por el peronismo disminuía, disminuyó, si ella no era la candidata presidencial. La estrategia funcionó (y ya es irrelevante preguntar si otra estrategia también hubiera tenido éxito).

Ahora, Artemio -y muchos otros, K y no K- están disconformes con esta gestión, simbolizada, no importa si con justicia o no, por las figuras de Alberto, Cristina y Sergio.

El problema que se les presenta a los descontentos (de Este Lado; los del Otro Lado también tienen su problema, pero es distinto) es qué se le suma al peronismo kirchnerista, al que quizás irreflexivamente se lo da por seguro, para tener chances de conservar el gobierno. Porque «sin el P. K. no se puede, pero con el P. K. no alcanza»).

Entonces, qué se suma y cómo se expresará esa suma: ¿con Sergio en la boleta? con Perotti? con Schiaretti? con Milei?? O se probará otro rumbo, Cristina-Myriam (Bregman)???

El juego de nombres parece, es, poco serio. Pero apunta a algo muy real y concreto: las fuerzas políticas, las tendencias sociales se manifiestan en hombres y mujeres reales, que ocupan posiciones de poder y liderazgo.

Y ahí vuelvo (al fin!) a mi observación del comienzo: falta una comprensión teórica adecuada del problema, o se convierte en una danza de ambiciones y delirios. No es que la voy a hacer yo, pero quiero apuntar algunas ideas (muy conocidas, pero algo olvidadas).

Desde su origen, el peronismo sumó dos realidades sociales que fueron decisivas para determinar su naturaleza, y sus resultados electorales: los trabajadores de los suburbios industriales de las grandes ciudades y las mayorías en las provincias pobres.

Tuvo y tiene otras alianzas importantes, claves en algunos momentos: los militares nacionalistas, la iglesia católica, una burguesía industrial ambiciosa,… Más tarde, juventudes de clase media, y no sólo de ella, enfervorizadas por las imágenes de Vietnam y la Revolución Cubana… En una etapa muy «sui generis» se le sumaron sectores medios y altos, individualistas e ilusionados con ser ciudadanos del «primer mundo». Más recientemente, se le incorporó una clase media progresista, convocada por Néstor y Cristina.

Pero su base electoral, su realidad social, algo desflecadas, cierto, siguen siendo los trabajadores y las provincias pobres. Y me animo a decir que si están «desflecadas» no es tanto por las falencias de sus dirigentes -que las hay, por supuesto, pero no mitologicemos las etapas anteriores, tampoco- sino porque la realidad de la clase trabajadora y la sociología de las provincias fuera de la Pampa Gringa, cambiaron mucho.

Los «descamisados» de Evita hoy están divididos en tres realidades profundamente distintas: la de quienes trabajan «en blanco», con obra social y sindicato; los «cuentapropistas», divididos a su vez en miríadas de rubros y experiencias; y los desocupados. Que ya tienen sus propios sindicatos: los movimientos sociales.

Hoy esas tres categorías están mal, pero eso no las une automáticamente, ni estimula la solidaridad entre ellas, al contrario.

Y las «provincias pobres»… Doy un ejemplo, si se tiene en cuenta que cada una es una realidad muy distinta. En Jujuy ganaba el peronismo desde siempre… hasta 2015. Y en 2019 el gobernador radical fue reelegido. El liderazgo y el trabajo de Milagro Sala en pro de los más sumergidos no fue apreciado por una mayoría de sus comprovincianos.

Termino dándole la razón a Artemio, entonces. El peronismo necesita un nuevo tipo de unidad histórica. Agrego, uno que no pierda la que había construido a lo largo de su historia. Ya que empecé con una confesión, va otra: no sé cuál podrá ser. Pero debe empezar resolverlo este año, o no lo tendrá listo en 2023.

Repito mi habitual ejemplo del andaluz que explicaba el arte de la tauromaquia «Toreá es muy senciyo. Que viene er toro, se quita usté. Que no se quita, lo quita er toro».


La Plaza y las Malvinas

abril 2, 2022

Por los 40 años del inicio de la única guerra convencional que Argentina libró en más de un siglo, se ha comunicado mucho. Muchísimo. También yo escribí algo para AgendAR, tratando de decir que esa guerra, por más que sea una herida en la memoria de muchos, es parte de una historia. Y la historia sigue.

Igual, no quería que terminara el día sin poner algo en el blog. No quería repetirme, creo que desde hace 13 años subo una reflexión cada 2 de abril, por eso acerco este video, basado en una investigación de María Sofía Vasallo y Juan Natalizio. Un poco demasiado «binario» para mi estilo: yo no separo tanto entre sinceros e hipócritas. Creo que está más mezclado en cada uno de nosotros. Pero es valioso: muestra el protagonismo de «los de a pie», los que van a Plaza de Mayo a aplaudir o protestar. Y está Saúl Ubaldini una buena elección para simbolizarlo en alguien.

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