Hace unos días mi amigo Artemio publicó en su blog, en Perfil y en Página 12 «Hacia un nuevo tipo de Unidad Histórica«. Confieso que no lo leí en ese momento. Porque viene planteando ese concepto desde hace 14 años; recuerdo ese mismo artículo, con pequeñas diferencias, en 2017, principios de 2019… Así que sentí que ya lo conocía.
Pero la semana pasada un tuitero prestigioso, también mi amigo, lo calificó como «sarasa teórica«. Y pensé que era injusto: la intención de Artemio es plantear una estrategia -con la que se puede estar de acuerdo o no; yo no estoy de acuerdo, por ejemplo-, y el problema es justamente que le falta teoría.
Paso a explicarme: el ejemplo favorito de Artemio -que muestra además la antigüedad de la idea- es la fórmula presidencial de 2007, Cristina-Cobos, y la ruptura en 2008. Vale, si estiramos el concepto de «unidad histórica» para incluir a estrategias ensayadas.
Néstor Kirchner desarrolló en su presidencia la Transversalidad. Incorporó al entonces Frente para la Victoria importantes sectores de la Unión Cívica Radical -el correligionario Cornejo militó ahí, junto a bastantes otros- y llevó como fórmula en 2007 a Cristina Kirchner y el radical Julio Cobos (Esa fórmula se impuso en casi todas las provincias y Cristina se convirtió en la primera, y hasta ahora única, mujer electa a la Presidencia de la Nación Argentina).
La idea de N. K. -influido tal vez por Torcuato Di Tella- era la formación de dos grandes coaliciones, una de centro izquierda, donde el radicalismo aportaría una expresión de las clases medias, y otra de centro derecha (Se dice que ya visualizaba para encabezarla al jefe de gobierno de Buenos Aires Mauricio Macri).
Como sea, problemas estructurales de la economía argentina -que no hay espacio para discutir en un posteo casual- rompieron al FpV (quizás influyó también una idea original -la resolución 125- del luego radical Martín Lousteau).
El hecho es que desde entonces mi amigo llama a «un nuevo tipo de unidad histórica». El núcleo central, hegemónico de esa unidad -en eso es terminante- sería el peronismo kirchnerista, como se expresó en los 12 años y medio de gobiernos K, con el liderazgo de Cristina Fernández de Kirchner. Lo que no precisa -me parece- es qué otras realidades, conciencias, deberían contribuir a formar esa unidad.
(En sus momentos más entusiastas, Artemio sugirió que tal vez no sería necesario nada más. Si el FpV enfervorizaba a sus militantes, de alguna manera eso contribuiría a reunir el 40%+1 de los votos, y si la oposición se divide, ninguna otra fuerza llega al 30%… Voilá! La ley electoral argentina no exigiría el balotaje.
Pero es pedirle mucha ayuda a la oposición, sobre todo en estos tiempos polarizados. Y don López nunca fue claro -por lo menos en lo que leí de él- quiénes serían los otros a sumar. Y cómo hacerlo. Recuerdo haberlo bardeado sugiriendo que quería un frente de lacanianos y cookistas…
En sí, el tema no es teórico, sino muy práctico. Se expresa en los acuerdos electorales, la distribución de cargos en el gobierno (Max Weber tiene un buen análisis de esto) y se simboliza en las fórmulas presidenciales.
En 2019, estaba claro que un peronismo unido tenía una chance razonable de triunfar, luego del desastre de Macri. La resistencia que despertaba CFK en sectores de posibles votantes de un frente hegemonizado por el peronismo disminuía, disminuyó, si ella no era la candidata presidencial. La estrategia funcionó (y ya es irrelevante preguntar si otra estrategia también hubiera tenido éxito).
Ahora, Artemio -y muchos otros, K y no K- están disconformes con esta gestión, simbolizada, no importa si con justicia o no, por las figuras de Alberto, Cristina y Sergio.
El problema que se les presenta a los descontentos (de Este Lado; los del Otro Lado también tienen su problema, pero es distinto) es qué se le suma al peronismo kirchnerista, al que quizás irreflexivamente se lo da por seguro, para tener chances de conservar el gobierno. Porque «sin el P. K. no se puede, pero con el P. K. no alcanza»).
Entonces, qué se suma y cómo se expresará esa suma: ¿con Sergio en la boleta? con Perotti? con Schiaretti? con Milei?? O se probará otro rumbo, Cristina-Myriam (Bregman)???
El juego de nombres parece, es, poco serio. Pero apunta a algo muy real y concreto: las fuerzas políticas, las tendencias sociales se manifiestan en hombres y mujeres reales, que ocupan posiciones de poder y liderazgo.
Y ahí vuelvo (al fin!) a mi observación del comienzo: falta una comprensión teórica adecuada del problema, o se convierte en una danza de ambiciones y delirios. No es que la voy a hacer yo, pero quiero apuntar algunas ideas (muy conocidas, pero algo olvidadas).
Desde su origen, el peronismo sumó dos realidades sociales que fueron decisivas para determinar su naturaleza, y sus resultados electorales: los trabajadores de los suburbios industriales de las grandes ciudades y las mayorías en las provincias pobres.
Tuvo y tiene otras alianzas importantes, claves en algunos momentos: los militares nacionalistas, la iglesia católica, una burguesía industrial ambiciosa,… Más tarde, juventudes de clase media, y no sólo de ella, enfervorizadas por las imágenes de Vietnam y la Revolución Cubana… En una etapa muy «sui generis» se le sumaron sectores medios y altos, individualistas e ilusionados con ser ciudadanos del «primer mundo». Más recientemente, se le incorporó una clase media progresista, convocada por Néstor y Cristina.
Pero su base electoral, su realidad social, algo desflecadas, cierto, siguen siendo los trabajadores y las provincias pobres. Y me animo a decir que si están «desflecadas» no es tanto por las falencias de sus dirigentes -que las hay, por supuesto, pero no mitologicemos las etapas anteriores, tampoco- sino porque la realidad de la clase trabajadora y la sociología de las provincias fuera de la Pampa Gringa, cambiaron mucho.
Los «descamisados» de Evita hoy están divididos en tres realidades profundamente distintas: la de quienes trabajan «en blanco», con obra social y sindicato; los «cuentapropistas», divididos a su vez en miríadas de rubros y experiencias; y los desocupados. Que ya tienen sus propios sindicatos: los movimientos sociales.
Hoy esas tres categorías están mal, pero eso no las une automáticamente, ni estimula la solidaridad entre ellas, al contrario.
Y las «provincias pobres»… Doy un ejemplo, si se tiene en cuenta que cada una es una realidad muy distinta. En Jujuy ganaba el peronismo desde siempre… hasta 2015. Y en 2019 el gobernador radical fue reelegido. El liderazgo y el trabajo de Milagro Sala en pro de los más sumergidos no fue apreciado por una mayoría de sus comprovincianos.
Termino dándole la razón a Artemio, entonces. El peronismo necesita un nuevo tipo de unidad histórica. Agrego, uno que no pierda la que había construido a lo largo de su historia. Ya que empecé con una confesión, va otra: no sé cuál podrá ser. Pero debe empezar resolverlo este año, o no lo tendrá listo en 2023.
Repito mi habitual ejemplo del andaluz que explicaba el arte de la tauromaquia «Toreá es muy senciyo. Que viene er toro, se quita usté. Que no se quita, lo quita er toro».
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