Propongo: que el PJ deje de usar barbijo

septiembre 22, 2021

Casi todo lo que digo en este posteo, lo acabo de subir en un «hilo» en Twitter. Por un motivo que dejo claro al final del hilo.

La «cuarentena» (parcial) q Alberto Fernández anunció en marzo 2020, cuando la pandemia llegó a la Argentina, se fue modificando, y descascarando, desde las 1as. semanas. Pero el gobierno deja ahora la imagen de una «liberación» repentina. Y la oposición aprovecha, por supuesto.

En un gobierno no puede (ni debe) haber librepensadores, que opinen alegremente sobre las medidas que deben poner en práctica. Y usualmente, cuando hay una conducción firme, no se los estimula. Pero un gobierno d coalición como el actual necesita un espacio de debate público. Fuera del gobierno, pero con representatividad. Eso son los partidos políticos.

La parte más politizada de la sociedad (un ¿30%?) se enteraría de los debates, con distintas posiciones, y no recibiría los cambios como virajes. Twitter no sirve para eso, porque, como toda red social, forma burbujas que se gritan entre sí.

Por razones de historia (mía), al subir esto al blog puse en el título al PJ. Que es un caso de manual, además. Activo y vigoroso cuando está fuera del gobierno (bueno, en el período 2015/19 estuvo activo, pero no muy vigoroso. Es que el liderazgo más fuerte, por lejos, del peronismo su mantuvo fuera); cuando llega al gobierno entra en catalepsia. Sólo unos pocos y débiles signos indican que no se murió, todavía.

Pero también sirve para el otro partido extendido en todo el país, la UCR. Aún cuando se convirtió en la opción con la cual una parte muy numerosa de la sociedad argentina expresaba su rechazo la peronismo, la competencia, y los debates, entre la Línea Nacional de Balbín y Renovación y Cambio con Alfonsín, eran muy reales y potentes. Hoy, gobernadores y jetones varios encabezan grupos de dirigentes que aspiran a cargos para ellos y sus seguidores. Todo legítimo -Max Weber lo estudió muy bien- pero cuando es sólo eso…

Como doy a entender en el tweet, esta no es una propuesta para mejorar política. Creo que es una necesidad para el PJ y también para los otros partidos que participan en el gobierno (los que no son sellos). O las inevitables tensiones y presiones, que hubo y habrá, se vivirán como crisis.

¿Espero que algo así se haga en medio de esta campaña electoral, que culmina el 14/11? Por supuesto que no, salvo como cosmética (que no vendría mal…). Pero si no empezamos en esta dirección, el rechazo a la «casta» política seguirá creciendo. Para beneficio de los payasos que aspiran a ingresar a la «casta».


Cambiando al soldado Guzmán: oxígeno o gas sarín

septiembre 15, 2021

Después de la derrota del 12/9, han florecido entre peronistas y afines los análisis de las causas. Ya hay muchos más que propuestas para revertirla. Pero -por suerte- algo del realismo peruca persiste, y desde la dirigencia y la militancia ya hay algunas. Quiero discutir una de ellas aquí.

(Ojo. creo que es inevitable la catarsis, y necesaria la reflexión colectiva. Yo también tengo mi análisis, y en algún momento se los infligiré. Pero la realidad marcha al trote, faltan 2 meses menos un día para la elección en serio, y un resultado tan malo o peor que el de las PASO aumenta la chance de otro experimento de «políticas de mercado» sin mercado, de «ingresar al mundo» sin noción clara de los intereses y las capacidades propias. Tratar de evitarlo me parece un deber, para usar una palabra algo obsoleta. Por eso pongo mis dos centavos).

Un sector muy importante de la coalición oficialista, el que los medios opositores llaman «kirchnerista» (para bajarles el precio, decía Néstor K) está planteando que es necesario «oxigenar» el gabinete. Cambiar (algunos) ministros. Mostrar a los votantes que sí, el gobierno se dio cuenta que estaba haciendo algunas cosas mal, y que ahora las hará bien.

El planteo es razonable, y forma parte del manual de la política. En los países parlamentarios, es de rigor. En las viejas monarquías absolutas, el rey dejaba caer al «favorito» (a veces lo asesinaban, para resaltar el cambio de rumbo). En un país presidencialista como el nuestro, donde el número 1 es el que firma todos los decretos y todos los nombramientos importantes… es más cosmética. Pero la cosmética, es parte fundamental de la comunicación, que es parte fundamental de la política.

Para que funcione, es necesario que el reemplazo sea alguien conocido por la población, y que él o ella sean por sí el anuncio de una política distinta. Y que tenga listas y pensadas las medidas para poner en marcha de inmediato (¿es necesario repetir que el 14/11 es la elección?).

Y aún cumpliendo con esas condiciones, la maniobra puede fallar. Hace 20 años, después de la derrota en las elecciones legislativas de 2001, y el breve ministerio de Economía de López Murphy, De la Rúa llamó a Domingo Cavallo. No funcionó.

Estas reflexiones valen para todos los ministros. Y secretarios y subsecretarios. Las hago porque desde afuera del Estado, desde la omnipotencia del periodismo y de Twitter, se olvida que el Estado son las reglamentaciones y los expedientes. Acumula un poder muy importante -es el grupo económico local con el patrimonio y flujo de ingresos más grandes, muy por encima de Techint y el Grupo Clarín. Pero el que no conoce las reglamentaciones y no sabe empujar los expedientes, se convierte en un infeliz con chofer y conferencias de prensa.

En el caso de Martín Guzmán, tengo una reflexión más precisa, y a la vez más amplia. Creo que es un buen ministro de Economía: no ha chocado el barco. Que es el requisito supremo para los ministros de Economía argentos, y que no muchos han cumplido a lo largo de la historia. (Los lectores consecuentes del blog recordarán que mi defensa del gobierno de Cristina K fue siempre que «no choca el barco». No se puede decir lo mismo de Mauricio M. De Alberto F… todavía puede hacerlo. Esperemos que no).

¿Podría lograrse una gestión mejor, aún con las feroces limitaciones que impone la realidad local? Probablemente. Más imaginativa, seguro. Pero como no me van a pedir opinión sobre el reemplazo, voy a hacer una advertencia general sobre un par de supersticiones económicas. Una de las cuales está detrás de la presión actual por el cambio en el ministerio de Economía (a la otra superstición se aferran quienes quieren imponerlo en 2023, o antes si fuera posible).

Se trata de supersticiones opuestas y viejas, eh. Ya se expresaron en el debate entre las ideas de Say y de Malthus, hace dos siglos. Pero se mantienen en pie: ambas tienen intereses poderosos a su favor, y de sostenerlas con elocuencia dependen contratos y puestos.

Empiezo por la del Otro Lado: La oferta crea la demanda. En castellano un poco más claro: todo lo que es necesario y suficiente es estimular a los inversores (gente tímida y cautelosa), ellos pondrán en marcha empresas que darán empleo y crearán la prosperidad general. La magia del capitalismo, en la que creen con una fe similar a la que otros creína en la magia del socialismo. La especulación financiera, los impedimentos, físicos o legales, para ingresar al mercado o para aumentar la producción, los intereses nacionales (de otras naciones), son espejismos a los que no se permite empañar esta luminosa imagen.

(El odio de los «liberales» -así llaman en Argentina a los fieles de esta superstición- por Keynes, un inglés conservador lúcido, cuya única excentricidad era su opción sexual, se debe a que demostró matemáticamente que, aún en condiciones de competencia, los mercados pueden encontrar equilibrio sin que se llegue a la utilización plena de los recursos. Entre ellos, el empleo. Todo lo demás que hoy pasa por keynesianismo es sarasa).

La mayoría de los propagandistas de estas supersticiones las creen, téngase en cuenta. Es muy humano. Cuando Mauricio M les decía a los grandes empresarios que le dieran el 1% de su patrimonio para su campaña, porque sus patrimonios valdrían mucho más cuando él fuera Presidente, no los estaba currando (esa vez). Era un convencido de eso. Iba a crear un clima propicio para los negocios, y además manejaba bien el inglés ¿Qué mas era necesario?

Paso a la otra superstición: La demanda crea la oferta. En esta versión, lo necesario y suficiente es «poner dinero en el bolsillo de la gente». Que va a ir a comprar productos, los empresarios venderán más y tendrán que tomar trabajadores para producir más, que a la vez consumirán productos… La magia del capitalismo, supervisado por el Estado (algunos de sus creyentes más fervientes antes creían en la magia del socialismo, pero eso es común. El neoconservadorismo yanqui fue fundado por ex troskistas).

Como en el otro caso, la especulación financiera, los impedimentos, físicos o legales, para ingresar al mercado o para aumentar la producción, … son espejismos a los que no se permite empañar esta luminosa imagen. Sobre todo, esa perversa predilección de la gente por ahorrar en una moneda que no se les derrita en los bolsillos… (Keynes no simpatizaba mucho con lo que llamaba «la propensión al ahorro», pero no se le ocurría suprimirla. Gesell, y ahora Claudio Lozano, son más imaginativos, pero no creo que sus ideas sean prácticas, qué quieren que les diga…).

Esto último apunta al problema básico de todos los economistas «nac&pop» (entre los cuales se me ha incluido, aunque no soy economista; sólo un simple contador): la inflación. La respuesta estándar es que es «multicausal». Lo que es cierto, pero no ayuda a detenerla, ni siquiera a moderarla.

Luego se afirma que se debe a la codicia irrefrenable de los «formadores de precios», que van a subirlos todo lo que puedan. También es cierto, y lo señaló Adam Smith hace dos siglos y medio. Pero ahí hay que explicar porqué la codicia de los empresarios en otros países no la provoca, por lo menos no en los índices locales.

La última trinchera la atribuye a la puja distributiva entre empresarios y trabajadores. También muy real, por supuesto. Y también universal, salvo en países donde la policía secreta es muy eficiente.

Me detengo aquí, y resumo, porque los acontecimientos se precipitan, como suele suceder entre nosotros: Guzmán es reemplazable. Los problemas que enfrenta, están y siguen. Y no se solucionan sólo con voluntad y un discurso sincero. Reitero la reivindicación que volví a hacer anoche en Twitter de la insistencia de Néstor Kirchner en los superávits gemelos: fiscal y comercial.


En la víspera de las PASO, los resultados electorales que importan

septiembre 11, 2021

Los lectores suspicaces -que deben ser bastantes- pensarán ante este título que voy a decir / sugerir que los resultados de mañana domingo no importan. No es así. El planteo de Mariano Fraschini –sus argumentos los reproduje en un medio más formal que este blog– es que se van a leer de formas distintas. Se trata en realidad de 24 elecciones en un país federal, que además es muy heterogéneo, en población, en recursos, en sus dinámicas políticas… Y remarca un hecho: las PASO de los años de elecciones legislativas no han sido anticipos de las presidenciales.

Pero las elecciones de mañana serán un episodio en un enfrentamiento que no es sólo político sino también cultural, como han señalado Julio Burdman y otros, y que va mutando. Los resultados dirán si se afirma (probablemente) o debilita la transformación que están sufriendo esas 2 realidades básicas de la política argentina desde 1946: el peronismo y el antiperonismo.

En mi falible opinión, el antiperonismo -en tanto expresión política masiva- se está transformando en este siglo en algo muy parecido a los partidos conservadores europeos, incorporando en estos años rasgos de populismo trumpista y de Europa Oriental. Y el peronismo, con la inmigración que recibe desde 2008, reforzada desde 2015… podemos decir que es una «socialdemocracia con características argentas».

(Se puede argumentar con solidez que siempre ha sido eso. Pero las características que le imprimieron Juan Domingo Perón y las masas obreras movilizadas de los ´40 y ´50 son bien distintas de las que le imprimen hoy Cristina, Alberto, Sergio, La Cámpora, los gobernas, la dirigencia sindical y la de los movimientos sociales… Como la Argentina y el mundo son distintos).

Como sea: creo que estas PASO darán una indicación -no definitiva, nada lo es- pero clara si esta configuración de las dos grandes coaliciones que se enfrentan se fortalece o no.

Además, claro, decidirán si algunos candidatos que no quieren encuadrarse en estas dos grandes coaliciones consiguen el piso mínimo de votos para competir en noviembre.

Pero cuando me refiero a los resultados electorales que importan me refiero a los de hace dos años, que creo siguen marcando los parámetros de la política posible en Argentina.

En las PASO de agosto 2019 la fórmula de Alberto y Cristina obtuvo el 47,79% de los votos; la de Macri-Pichetto (el vice era el conservador más lúcido de esa coalición, pero, bueno, el peronismo también tuvo muchos de ellos desde el comienzo), 31,80%, y la previsible 3° fuerza, que candidateó a Lavagna, 8,15%. Poco más de dos meses después, en las Presidenciales de octubre los porcentajes fueron, respectivamente 48,24; 40,28; y 6,14.

En mi lectura, también falible, claro, los resultados de las PASO muestran dos cosas. Una, que la experiencia macrista es irrescatable e irrepetible, por más que el Mauricio se esfuerce e invierta en reivindicarla. Pero mantiene un núcleo duro aún en el momento de mayor desprestigio -en países no polarizados se ganan las elecciones con un 30%- que condiciona a esa coalición. Y a sus posibles candidatos.

Los resultados de la presidencial muestran que el peronismo conserva la lealtad, o al menos las expectativas de los «de abajo», y es capaz de sumarles lo que equivale en la práctica a una mayoría absoluta -siempre y cuando consiga dar esperanzas a esa mayoría y su rival esté desprestigiado- pero aún en ese caso un 40+% de los votantes votarán a ese rival, por hostilidad o temor al peronismo.

¿Es una situación electoralmente estable? Creo que sí; que se confirmará en estas PASO. Porque tiene algo de identitario: una parte muy considerable de los que votan a esas coaliciones se identifican con ellas, y rechazan o desprecian a «los otros». El problema es que una de esas dos coaliciones debe gobernar el conjunto, y ese rasgo «identitario» se lo hace muy difícil. Pero no es solamente argento. Se extiende cada vez en muchos países, en estos tiempos del capitalismo tardío y las redes sociales.


China: ¿nuestra nueva Inglaterra? – Bis

septiembre 8, 2021

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Hace 7 años, el 21/7/14, subí dos posteos (tenía más tiempo libre entonces…) con este mismo título al blog. El tema es tan actual ahora como entonces (el 1° tenía la foto de Cristina caminando al lado de Xi, cuando él nos visitó). En realidad, estimo que será actual por buena parte de este siglo.

Ahora ha vuelto a la tapa de medios gráficos, cuando el presidente Lacalle Pou anuncia que la Banda Oriental aspira a actualizar su tradicional papel -desde 1806- de puerta de entrada a la cuenca del Plata. Tal vez pueda perforar en algunos de nosotros la absorción en las elecciones del próximo domingo.

Como sea, creo que varias reflexiones que hago aquí siguen válidas. Especialmente, la primera parte; para la segunda, estaba pensando en un Brasil que no estaba arrastrado en el proyecto Bolsonaro. Igual, los políticos pasan y los países quedan.

ooooo

Poner un signo de pregunta en el título suele ser una técnica tramposa en comunicación. A veces la uso (nadie dice que soy perfecto), pero en este caso refleja exactamente lo que creo es la realidad: las relaciones comerciales con la República Popular China han sido muy convenientes para nuestro país – también para ella, naturalmente. Su profundización, que está en marcha, es probable que nos beneficie aún más: un mercado gigantesco, en crecimiento previsible, para nuestras exportaciones agropecuarias y mineras – que son las que nos dan recursos para políticas sociales y educativas -, una fuente alternativa de financiación, y de inversiones. En especial en transportes, una infraestructura vital para un país moderno, que Argentina necesita mejorar. Por supuesto, el futuro siempre es incierto, pero no existe fuera del continente suramericano otro vínculo estratégico que reúna ventajas actuales y potenciales como éste. Nuestro gobierno, y los empresarios – que hoy están de acuerdo en pocas otras cosas – coinciden en verlo así.

Para la otra parte, China, también hay una conveniencia estratégica: podemos ser – ya somos – un proveedor confiable, sólo comparable a Brasil. Los países africanos son inestables, sus técnicas agrarias y extractivas todavía son rudimentarias, y sujetas a turbulencias políticas; y  el otro gran productor de alimentos, EE.UU., … bueno, es concebible que en un futuro se presenten dificultades diplomáticas que pongan en riesgo el abastecimiento.

El punto es que algo parecido podría haberse dicho, sin variar una coma en relación a nosotros, sobre nuestras relaciones comerciales con Inglaterra hace 150 años, en 1864, por ejemplo. Y las halagüeñas promesas que se hicieron los gobernantes en ese tiempo resultaron reales. Los beneficios del comercio con el Reino Unido, además de beneficiar a una oligarquía riquísima, permitieron crear un Estado moderno, un ejército profesional, una escolarización primaria (la ley 1420) y una salud pública del Primer Mundo… de esa época.

Al mismo tiempo, el consenso de muchos pensadores argentinos de la «línea nacional», es que distorsionaron el desarrollo de nuestro país, y crearon una red de intereses y una dependencia cultural en la mayor parte de nuestras clases dirigentes. Cuando el mundo cambió – y siempre cambia – Argentina encontró muy difícil elaborar un nuevo camino de desarrollo y, sobre todo, la cohesión nacional para emprenderlo con éxito. Si todavía hoy, la nostalgia de esa “Arabia Saudita de las vacas y el trigo” que fue la Argentina de 1910 – que nadie vivo hoy conoció – perdura en la imaginación de muchos argentinos y les impide apreciar con realismo las probabilidades y los riesgos del presente.

¿Puede volver a suceder? Creo que la pregunta es válida. Eso sí, para tener una chance de contestarla, hay que despejar dos mitos… ingenuos: 1) que la visita de estos días del Presidente Xi Jinping y los acuerdos firmados en esta oportunidad representan en alguna forma un punto de inflexión; y 2) que la decisión descansa, desde el lado argentino, principalmente en este gobierno que encabeza Cristina Fernández de Kirchner.

No es mi intención minimizar la importancia de esa visita (la versión de la agencia china Xinhua es la más cuidadosa; la recomiendo), y de la Asociación Estratégica Integral que se ha firmado. Son gestos, y en política y sobre todo en diplomacia los gestos tienen significado; este acuerdo, entre otras cosas, indica que China coloca su relación con Argentina en el mismo nivel que con Brasil. Los convenios económicos puntuales también son muy importantes. Pero nada de esto tendrá realización o consecuencias inmediatas. Y por inmediata me refiero a los próximos dos años. Los emprendimientos en que participa el Estado chino, en general, todos los emprendimientos de envergadura en el mundo moderno, se desarrollan en plazos más largos. Los que se preocupan – como corresponde – por las condiciones de los créditos, deberán tomar en cuenta que los compromisos serán muy paulatinos.

El hecho, obvio, en que quiero hacer hincapié es que en 2014 se cumplen diez años del establecimiento de la Asociación Estratégica entre China y Argentina. En ese marco, la República Popular ya es el segundo socio comercial de la Argentina (y el principal del primero nuestro, Brasil). Su presencia a través de empresas es cada vez más significativa. Están en casi todos los sectores claves: con Nidera y Noble en la exportación de granos, con PAE y Oxxy en el petróleo, en la explotación de hierro en Río Negro con Hipasam y en el sector financiero con los bancos ICBC y HSBC (sugiero leer este posteo, si no lo han hecho ya). En Argentina ya hay unas veinte empresas chinas (el embajador chino nos recomendaba hace poco que, para equilibrar la balanza, era necesario que nuestros empresarios sean más agresivos, como los suyos) y unos cien mil ciudadanos de ese país. El comercio bilateral ha crecido mucho y también cambiado de composición. Si antes se importaban productos de consumo, desde textiles a juguetes, hoy el grueso de lo que se trae son piezas para el armado de electrónicos, autos y motos, además de maquinaria.

En resumen, todo esto es parte de un proceso de décadas, en el que la Argentina está embarcada, así como la mayor parte de la América del Sur. ¿Cuál creen que es la motivación principal de la Alianza del Pacífico, sino el acceso al mercado chino, y del Este de Asia en general? Y esto dispone de ese segundo mito: que la responsabilidad para encauzar este proceso descansa exclusivamente en el gobierno actual.

Los medios oficialistas han dado la debida repercusión a esta visita y han aprovechado la oportunidad para informar sobre las relaciones con China, naturalmente. Y Luis Bruschtein las defiende, en el marco de la lucha contra los fondos buitres. Pero lo mismo han hecho los medios opositores. Clarín daba buenos consejos, debo decirlo, en China y Argentina: oportunidades y desafíos de una relación desigual, pero este sábado, en un suplemento especial con motivo de la presencia de Xi, Jorge Castro la embarraba “Sería conveniente iniciar de inmediato las negociaciones para un acuerdo de libre comercio entre China y el Mercosur“. Cruz diablo! diría un paisano; no le aconsejo visitar San Pablo con esa propuesta. Ni a la UIA.

En cuanto a La Nación, ha publicado notas tan sorprendentes – para muchos de sus lectores – como esta entrevista al Presidente de China, donde Xi se muestra entusiasta y hasta emotivo con la relación con nuestro país, o este otro del Director de la agencia Xinhua, Li Conjung, que le llamó la atención al colega bloguero Baleno por su lenguaje… militante, no el habitual en nuestros “diarios serios”.

Pero, al contrario que a Baleno, esto no me sugiere que esos medios estén forzados a adaptarse a un nuevo mundo. Más simple, creo que, buenos indicadores de la actitud del empresariado argentino, y del internacional con intereses aquí, ven el desarrollo del intercambio y las relaciones con China como algo inevitable, y rico en oportunidades. Nuestros empresarios no serán, en general, tan entusiastas como don Franco Macri, o tan disciplinados como los chinos, pero no comen vidrio.

Hay algo aún más evidente: ninguna de las fuerzas políticas con posibilidades, aún pequeñas, de llegar al gobierno o influir en políticas estratégicas muestra la menor indicación que está dispuesta a modificar las realidades económicas que nos empujan en esta dirección. La cuestión vital para los argentinos, entonces, será determinar cuál es la que está en mejores condiciones de encauzar este proceso, y defender mejor nuestros intereses.

Pero primero debemos debatir, en forma realista, cuál es la forma de hacerlo. Quiero ofrecer algunas ideas, por lo que puedan valer.

ooooo

Por todo lo dicho en la  primera parte de este posteo – y por lo que vemos en nuestro país, en Brasil, Paraguay y Bolivia – parece evidente que es necesaria una estrategia consciente – asumida por la mayoría de la sociedad y de la clase política – para evitar que el intercambio comercial con China sea un obstáculo más para el desarrollo de una base industrial propia, competitiva y tecnológicamente avanzada. No porque ese comercio lo impida, por supuesto, sino porque brinda beneficios a los productores más fáciles e inmediatos, aunque menos valiosos en el largo plazo.

(Sí. Los que se arrullan con el nuevo discurso político de moda, pueden horrorizarse, nomás. Es un argumento a favor de las retenciones. Sólo agrego aquí – es otro tema, técnico y complejo — que las retenciones son un instrumento fiscal burdo, sólo justificable por su fácil cobro, si tomamos en cuenta la tradición evasora argenta. Hay mecanismos más eficaces estratégicamente para direccionar las inversiones, como los que se han usado en Japón y en el Este de Asia. Y en Alemania. La historia de los zaibatsu, los chaebol y los carteles en los años de Bismarck es instructiva, pero requieren un Estado más coherente que el que hoy tenemos).

De todos modos, el primer paso, creo, es vencer una tendencia casi inconsciente a pensar la relación con China – o con otras Grandes Potencias – en términos de posicionamiento y equilibrio en las relaciones internacionales. Aún un estudioso tan lúcido como J. G. Tokatlian, a quien cité muchas veces en el blog, hoy en La Nación, en El país, entre Occidente y Oriente comete lo que entiendo es un error.

Y muchos militantes nac&pop, llevados por su fervor antiimperialista, asumen que las relaciones con China son, de alguna forma, “diferentes” en su naturaleza que las que se entablan con otros países poderosos de “occidente”. Don Franco Macri dice eso, justamente, pero en su caso es excusable: ahí está su negocio.

¿Es necesario recordar que China, que era nuestro principal cliente para el aceite de soja, que había permitido a Argentina construir el polo aceitero más importante del mundo (de “crushing”: aceite, harina y pellets) en abril de 2010 cerró las importaciones, y pasó a comprar sólo el poroto de soja? Afortunadamente, nuestro país encontró mercados alternativos en la India, Egipto e Irán. Pero a China le interesaba desarrollar, y estaba en condiciones para ello, su propia industria aceitera.

Tengamos presente que el trabajo del Sr. Xi es defender los intereses de China. Sus deseos de armonía universal quedan reservados para las plegarias familiares, si mantiene la costumbre.

El punto que me interesa hacer es que Argentina debe decidir qué estructura productiva resultará viable en el siglo competitivo y cruel en que vivimos, y cuáles son las estrategias adecuadas para alcanzarla. Y esa no puede ni debe ser una elaboración de tecnócratas. Será, en todo caso, el resultado del debate y de la puja de empresarios, sindicalistas y políticos. Ahí jugarán los conceptos de estudiosos veteranos, como la “densidad nacional” de la que habla Aldo Ferrer, e ideas originales de jóvenes, como la “insubordinación fundante” a la que convoca Marcelo Gullo. Pero cada uno de ellos deberá tratar de convencer a las mayorías usando las herramientas de la política. No hay otras.

Quiero agregar además que, dadas las relaciones de poder económico, hoy tan asimétricas entre China y Argentina, y las realidades geopolíticas, nos conviene forjar acuerdos en el continente suramericano para manejar este intercambio. En particular, con el socio del Mercosur que tiene un proyecto industrialista ambicioso y que ha mostrado interés en el pasado en hacerlos, Brasil. Después de todo, las diferencias de tamaño entre nuestras economías resultan insignificantes comparadas con las que existen con la de China. Y, conociendo a su clase dirigente, estoy seguro que no pesarán demasiado sus simpatías futboleras.

ooooo

Prometo para los próximos días algo de información y de reflexión sobre lo que está haciendo Uruguay. Los argentinos, que venimos tanto de los barcos como los uruguayos, tendemos a pasarlos por alto en la elaboración de estrategias. Como diría el maestro Fouché, es peor que un gesto de soberbia, es un error.