El día que se produce un hecho nuevo en 600 años, que afecta formalmente a 1.200 millones de católicos bautizados, y emocionalmente a muchos cientos de millones entre ellos, uno siente que no puede pasarlo por alto. Pero, como en otras ocasiones, no creo que pueda escribir algo digno de la ocasión. Cuando anunció su renuncia, hice algunos comentarios superficiales, pero no me satisfacen.
En este blog he hablado de muchos temas, pero sobre todo de política. Es mi vocación, después de todo. Y mi opinión es que Joseph Ratzinger, por todo su nivel intelectual – uno de los teólogos más profundos que han llegado al Papado en varios siglos, y aún si tomamos en cuenta que llegó al Papado – no es un hombre de la política. Le faltó la virtú a que se refería Maquiavelo.
Eso sí, lo poco de política que yo sé me alcanza para tener claro que es muy imbécil menospreciar la religión como motor de la conducta humana. Aún para la conciencia urbana que percibe la realidad a través de los titulares de los diarios o los noticieros, lo que pasa en el Medio Oriente debería darle una idea. Sin ir tan lejos, aquí en Argentina la Virgen de Itatí o, para el caso, el Gauchito Gil, mueven mucha más gente que La Cámpora y los caceroleros del 8N sumados.
Por eso me parece tonto el anticlericalismo comecuras, a la vieja usanza ibérica, que despliegan en estos momentos muchos blogs K y buena parte del mundo tuitero. Está bien, la Iglesia se lo ha buscado cuando ocultó violacioner de niños y – pecado venal – fraudes financieros. Y, además, da patente de progre. Pero es un error grave menosprecias los sentimientos y los valores de los que se pretende convencer. No importa lo que digan viejas estadísticas, ya no es cierto que la mayoría de los argentinos son católicos, excepto en el sentido de estar bautizados, como yo. Pero la mayoría de los que sí encuentran fortaleza y consuelo en la religión, son los más pobres.
(Hago una excepción en esta observación con Horacio Verbitsky. Como dije en otra oportunidad, ha dedicado tanto esfuerzo y tanto talento intelectual, por tanto tiempo, a denunciar las iniquidades de la Iglesia, que uno no puede menos que esperar un episodio de conversión en cualquier momento. Ha habido muchos casos así. Uno muy famoso, cerca de Damasco).
De todos modos, tampoco me parece adecuada para reproducir aquí la santurronería con que la mayoría de los medios católicos ha despedido a Benedicto. Como dice un amigo, más creyente que yo, con su renuncia ha dicho que a los Papas no los pone – al menos, no solamente – el Espíritu Santo. Los eligen los cardenales – fue muy preciso al señalarlo – y un hombre puede decidir dejar de serlo.
Por eso busqué la despedida – en ocasión de una visita pastoral – que le hizo otro Jefe de Estado, también muy anciano, y que – como él, salvando las distancias – se enfrenta al desafío de apuntalar una estructura más deteriorada que la suya, aferrándose a algunos valores tradicionales. Además nos dice algo de la política internacional, materia que al progresismo le cuesta entender.
Por eso les subo este simpático video – muy breve, menos de 5 minutos – en que Raúl Castro Ruz, Presidente de Cuba, despide a Su Santidad Benedicto XVI. Para los que no les permiten bajar videos en la oficina, les copio el texto abajo. Pax vobiscum.
«La Habana, 28 de marzo del 2012
Santidad:
Desde su arribo a tierra cubana, nuestro pueblo le acogió, y hoy le despide, con sentimientos de respeto y afecto. Su visita ha transcurrido en un ambiente de mutua comprensión. Su encuentro con los cubanos le ha dado la oportunidad de conocernos mejor y constatar la justeza de nuestros propósitos.
Cuba ha tenido como su principal objetivo la dignidad plena del ser humano. Somos conscientes de que ésta no solo se construye sobre bases materiales, sino también sobre valores espirituales, como la generosidad, la solidaridad, el sentimiento de justicia, el altruismo, el respeto mutuo, la honradez y el apego a la verdad.
Hacer el bien común fue un principio que aprendimos del padre Félix Varela. Luego, José Martí escribió que “ser cultos es la única manera de ser libres” y nos convocó a “conquistar toda la justicia”.
Conferimos suprema importancia a la familia, favorecemos todo lo que la enaltece y privilegiamos el papel de los padres en la educación de los hijos. Cuidamos de la niñez como nuestra mayor esperanza y alentamos a la juventud, sin ningún paternalismo, a la participación libre y creadora en las realizaciones de nuestra sociedad.
Reconocemos la contribución patriótica de la emigración cubana, desde el aporte decisivo a nuestra independencia de los tabaqueros de Tampa y Cayo Hueso y todos los que fueron sostén de los anhelos de José Martí, hasta los que se oponen hoy a quienes atacan a Cuba y manipulan el tema migratorio con fines políticos. Hemos realizado prolongados esfuerzos hacia la normalización plena de las relaciones de Cuba con su emigración que siente amor por la Patria y por sus familias y persistiremos en ellos por la voluntad común de nuestra Nación.
Es este un pueblo justo que se enorgullece de las virtudes de sus cinco hijos condenados por luchar contra el flagelo del terrorismo y defender la verdad, que los acompaña en cada minuto de su inmerecido encierro y comparte los sentimientos de sus familias que sufren.
Satisface a nuestro país estar entre los que más han hecho por la vida, la libertad y la dignidad humana.
Compartimos la certeza de que sólo la movilización de la conciencia de los pueblos, el respeto mutuo, el diálogo y la cooperación permitirán al mundo hallar soluciones a los más graves problemas.
Santidad: Hemos encontrado muchas y profundas coincidencias, aunque, como es natural, no pensemos lo mismo sobre todas las cuestiones.
El pueblo cubano, abnegado e instruido, ha escuchado con profunda atención cada una de las palabras que Su Santidad le ha ofrecido.
Por su decisión de visitarnos, por sus afectuosos sentimientos hacia los cubanos, que siempre recordaremos, le expreso, en nombre de Cuba y en el mío propio, nuestra profunda gratitud y aprecio. Muchas gracias«.