La escasez de bastones de mariscal

diciembre 29, 2022

Empiezo como de costumbre con una aclaración. Cuando Napoleón decía «Cada uno de mis soldados lleva el bastón de mariscal en su mochila» comunicaba algo muy concreto, y real. Cualquier soldado de la Grande Armée podía a llegar al rango más altó por méritos. En el mundo militar, expresaba la síntesis napoleónica de los logros de la Revolución Francesa: «la carrera abierta a los talentos». Ya no había privilegios de sangre, y los más altos cargos no estaban reservados a la aristocracia.

(Y sí, Napoleón era meritócrata. La estupidez de algunos comunicadores de Este Lado ha conseguido que, por ejemplo, la bandera del mérito y del esfuerzo la levante desde el Otro Lado un heredero bastante torpe y holgazán de una de las fortunas más grandes del país).

Ahora, una aclaración de la aclaración, creo que necesaria. El rango más alto al que se refería Bonaparte era el de mariscal. El de emperador lo tenía él, y ese puesto no estaba incluido en la convocatoria.

De la misma forma, cuando Perón parafraseaba a Napoleón «si cada peronista lleva el bastón de mariscal en su mochila, está en sus manos y en su capacidad, el hacerse digno de empuñarlo con honor y beneficio», se refería a los cargos más altos en el Estado y en el movimiento peronista. El de conductor, era suyo.

Todo esto me sirve para subrayar que cuando Cristina Fernández de Kirchner cita lo del bastón de mariscal (me permito señalar que muchos jóvenes no adoctrinados no tienen idea de qué hablaba), no se refiere al liderazgo político. No hay ninguna indicación que ella esté dispuesta a abandonarlo.

¿La vicepresidenta hablaba de la capacidad de movilizar a las masas? La que la demostró recientemente, es la Selección Argentina, sin ningún contenido político. Los gremios grandes y los movimientos sociales (los sindicatos de quienes no tienen empleo formal) tienen esa capacidad, generalmente cuando la usan para los intereses de sus miembros.

CFK convocó a una movilización política a 90 días, para el 24/3/23, a 47 años del golpe del ´76. Pero para esa fecha la campaña electoral no estará más intensa que ahora, pero sí más concreta. Los pingos estarán en la cancha.

Me parece evidente que la preocupación de Cristina con los bastones de mariscal pasa por encontrar un candidato presidencial competitivo (que le resulte al menos aceptable) para el peronismo y el frente que este encabezará. En realidad, es la preocupación de todos los peronistas, en particular de aquellos que aspiran a que los voten el año que viene.

Para CFK no es una situación nueva. En 2015 estaba claro que Daniel Scioli no la entusiasmaba, pero -hay registros confiables que lo reconoció ante su círculo más cercano- en el sector más kirchnerista del peronismo no había nadie en condiciones de ganar la elección. No parece haber sido un juicio equivocado: el Frente para la Victoria ganó en 1ra. vuelta, y la diferencia por la que perdió el balotaje fue muy pequeña.

Es concebible que con algunas decisiones distintas -si Florencio Randazzo hubiera aceptado ser el candidato a gobernador en Buenos Aires y evitado una interna cruel, por ejemplo- la historia habría sido distinta.

Y sobre la candidatura de Alberto Fernández en 2019 hay juicios encontrados, pero el hecho indiscutible es que ganó la elección.

Llegamos así al tema del título: la escasez de bastones de mariscal en el peronismo. Dije muchas veces en este blog que -por toda la abundancia de críticos de CFK en la dirigencia peronista- es llamativo que a partir de esa derrota de 2015 no surgieron en siete años nuevos aspirantes a un liderazgo nacional de lo que sigue siendo la fuerza política más importante del país.

Es cierto que el desafío es difícil. Hace 3 años, después de un gobierno fracasado -en sus propios términos- de Mauricio Macri, el Frente de Todos obtuvo el 48+ % de los votos, y la fórmula Macri-Pichetto el 40+ %. Hay una fuerte desconfianza / rechazo al peronismo en gran parte de la sociedad argentina. Y no parece que haya disminuido en estos tres años…

Pero es posible escuchar la voz del Padre de la Patria diciendo a los congresales en Tucumán «¡Ánimo, que para hombres de coraje se han hecho las grandes empresas!» (como era un hombre atento a las luces de su tiempo, hoy habría agregado «y mujeres de coraje»).

Como sea, el Frente de Todos o la coalición que ocupe su espacio -el de la desconfianza / rechazo a la experiencia macrista, que también es muy importante- debe llevar un candidato/a a la presidencia, o se reducirá a una expresión testimonial, de lo que el peronismo tiene poca vocación. La danza de ambiciones y temores en estos meses será… interesante.

Ahora, la experiencia con Alberto Fernández hace dudar de las chances en 2023 de una candidatura que no haya construido un liderazgo político previo. El que viva, lo verá.

Feliz año nuevo, compatriotas.


Una reflexión muy local sobre la amenaza de otra guerra en Europa

diciembre 27, 2022

(Comentarios superficiales que subí hace unos minutos en twitter. Los subo aquí, para corregir los horrores de ortografía, y porque tiene una audiencia un poco mayor. Antes que esta noche ambos lados de la grieta estén ocupados interpretando el discurso de Cristina).

La próxima guerra ¿otra vez en los Balcanes? Serbia puso a su ejército en «máxima alerta» por la situación en Kosovo. Hay toda una tradición ahí de como sigue…

Espero, contra toda experiencia, que en este tema no se formen aquí las brigadas voluntarias digitales que pelearán la guerra en twitter. Los bandos pro y contra OTAN. Bien irrelevantes ambos, claro.

Lo que nos debe importar es que ya hay una guerra, importante, en Europa, y el riesgo de otra. El hecho cruel pero indiscutible es que esto abre una ventana de oportunidad para Argentina y para Latinoamérica, si no tropezamos con nuestros propios pies.

Porque dos regiones del mundo perdieron peso geopolítico e importancia económica despés de los ´90, con la victoria de EEUU en la Guerra Fría, y luego el ascenso de Asia: Europa y Latinoamérica.

Nosotros estábamos bien atrás de Europa en esos dos planos, y ahora, después de 30 años, todavía más. Pero Europa tiene más tendencias suicidas que nosotros, parece.

Las guerras europeas históricamente valorizan nuestros recursos naturales, claro, y algunas exportaciones con valor agregado. Y algo más importante, nuestra condición de zona de paz, sin conflictos geopolíticos que se disputan con cañones y drones. La Corte Internacional de La Haya, y el Vaticano, podrían mudarse acá…

(Hay una idea que conversé hace poco con dos miembros del albertismo crítico en el Estado. Hay un programa del Ministerio del Interior -«Provincia 25»- dirigido a los argentinos en el exterior. Debería lanzar un ¿portal, newsletter? como medio de información y comunicación para los que residen en esa península occidental de Eurasia. Podría ser útil…)


¿Qué se puede hacer con la Corte Suprema de JxC?

diciembre 22, 2022

Esta Corte Suprema no ha sido nunca «amistosa» con este oficialismo, pero las últimas semanas han sido alevosas. Da la impresión que los cuatro supremos se levantan cada mañana y se preguntan «¿Qué expendientes tenemos a consideración, con los que podemos hacer algo para perjudicar a Cristina, a Alberto, o -el resultado óptimo- a ambos?». Y van y lo hacen.

Este notorio sesgo en sus fallos y acordadas causa mucha indignación de Este Lado de la grieta, que se refleja sobre todo en las redes sociales (La versión actual del peronismo es muy fuerte en indignación. El peronismo tradicional era más débil en ese aspecto -ni siquiera insistió con las víctimas del bombardeo a Plaza de Mayo en 1955, todas civiles. Pero, debido tal vez a su origen militar y su fortísimo componente sindical, tenía muy claro el tema del poder. No importa. La nostalgia no es más útil que la indignación).

Y en este posteo trato de ayudar encararlo como un tema práctico. El poder judicial es una parte decisiva del poder del Estado. Lo saben muy bien los gobernadores provinciales: si los jueces con jurisdicción local no son amigos políticos suyos, todas y cada una de sus decisiones sarán judicializadas y les será imposible gobernar.

Precisamente por eso, la actual oposición no hará nada para ayudar al oficialismo. Es probable que, como hombres y mujeres de la política, entiendan que jueces irresponsables son peligrosos para todos (hace algunos años, Miguel Pichetto entonces juefe del bloque mayoritario en el Senado, explicaba en privado su negativa a contribuir a privar de fueros a la entonces senadora Cristina Kirhcner «No podemos poner la inmunidad senatorial en manos de estos jueces»).

Pero hoy les resultan muy convenientes, si no imprescindibles, para las elecciones en el año que comienza. Luego… se verá.

Por supuesto, hay un fuerte componente sociopolítico en la hostilidad de la mayor parte del poder judicial al kirchnerismo, aunque la mayoría fueron nombrados en los 12 años y medio de gestión K. Profesionales con una formación tradicional, muy bien pagados y con abundantes privilegios, son nuestro equivalente de lo que en la Francia prerrevolucionaria llamaban «la nobleza de toga».

Pero no nos confundamos. El factor clave es que los Supremos, lo mismo que esa mayor parte del poder judicial, creen que la oposición ganará en 2023 y será gobierno. Entonces, no hay veda para funcionarios y dirigentes kirchneristas.

Así, la respuesta inmediata es obvia (y muy difícil): el actual oficialismo, o una nueva propuesta comprometida con sus intereses políticos, debería mejorar sus chances electorales. Pero aún eso no es suficiente.

Vamos al ejemplo más cercano en nuestra historia de un Poder Ejecutivo que se enfrentó a una Corte Suprema (hay varios), fue con Nëstor Kirchner en 2003, cuando provocó la renuncia de los integrantes de esa Corte acusándolos públicamente de intentar chantajearlo.

Más allá de las visibles diferencias de carácter y estilo entre Néstor y Alberto, el factor decisivo es que esa Corte Suprema era un símbolo, además de una herramienta clave, de la gestión de Carlos Menem. Su presidente era socio del estudio jurídico vinculado a Menem desdee sus tiempos de abogado de provincia… Y el menemismo había empezado a debilitarse en las elecciones de 1997 y recibió su golpe de gracia en ese mismo año, 2003.

Si lo señalo como factor decisivo, es porque también se vio en los casos anteriores. Cuando en 1947 Perón hace juicio político a la Corte Suprema, esta llevaba el baldón de haber convalidado golpes de Estado y fraudes electorales desde 1930. Aún a los opositores a Perón les resultaba difícil defenderla.

En 1983 Alfonsín no tuvo que hacer nada, salvo negociar con prudencia en el Senado a los nuevos Supremos. La Corte anterior finalizó al mismo tiempo que el gobierno militar.

¿Entonces? El poder judicial actual está desprestigiado, por escándalos y arbitrariedades. Todas las encuestas lo demuestran. Pero no hay un «fin de ciclo». Lo más cercano a eso fue el deterioro del gobierno de Macri en 2019, y aún así la fórmula Macri-Pichetto obtuvo un poquito más del 40% de los votos. Es cierto que eso muestra más que «macrismo», la desconfianza o rechazo de esos votantes al peronismo. Pero existe, y la gestión de este gobierno no parece haberlo disminuído.

Nuevamente ¿entonces? En mi falible opinión, hay dos escenarios posibles. Uno, que hasta ahora aparece como el más probable, que las dos coaliciones, oficialista y opositora, se enfrenten en las próximas elecciones. Cualquiera sea el nuevo gobierno, deberá negociar con la oposición una nueva Corte. Esperemos que lo haga con la misma prudencia y muñeca que mostraron Alfonsín y Kirchner.

(Hoy resulta difícil creerlo, pero una dura opositora, que había sido candidata presidencial ese mismo año, la Dra. Carrió, dijo en ese momento que «era un sueño verlo a Zaffaroni en la Corte». Googleen, votantes de JxC).

El otro escenario es que las dos coaliciones que hoy dan estabilidad a la política argentina -que están bastante deterioradas- se recompongan y aparezcan nuevas opciones (que de todas maneras incluirán a las dos realidades sociopolíticas que perduran desde hace 77 años, el peronismo y el antiperonismo), dando paso a un nuevo ciclo. Personalmente, creo que ya es hora. Pero los tiempos de la Historia no son los electorales.

ACTUALIZANDO, 6 horas después:

(Mi tuit) Abel B. Fernández @elblogdeabel

La realidad me hace corregir una visión demasiado… estática. La inesperada firmeza de Alberto, la decisión de los gobernas… No da para «fin de ciclo», pero podría ser el comienzo de una nueva etapa.

Continuará

REACTUALIZANDO, 96 horas después

La «inesperada firmeza de Alberto» duró lo que el feriado de Navidad (una abundante cantidad de comentaristas de este post lo había anticipado). Y los gobernadores no deciden en estos temas, en un país federal pero no tanto. El Poder Ejecutivo acatará el fallo de los Supremos y lo pagará con bonos (Larreta ¿nos devolverá en bonos el impuesto a los gastos en tarjetas de crédito que estableció luego del quite en la coparticipación?).

Entonces, el texto original del post queda en pie, después del ruido (suele pasar). Esta Corte Suprema es un problema para este gobierno, por supuesto, para el numeroso sector del peronismo que se identifica con el liderazgo de Cristina, y, a esta altura, para el conjunto del peronismo.

Y también lo es para un eventual gobierno de otro signo, una vez que estos Supremos le han tomado el gusto a doblarle el brazo al Poder Ejecutivo. Pero no habrá solución, buena o mala, antes del 10 de diciembre próximo, cuando asuma un nuevo gobierno.


El fútbol, equivalente moral de la guerra

diciembre 19, 2022

Este es uno de los títulos, y de las ideas, menos originales que subí al blog. Y eso que me copio bastante. Así que sólo voy a escribir algunas observaciones breves que se me ocurren ahora, programo el post para mañana y me voy a dormir. La emoción también te deja cansado.

Eso sí, mantengo mi costumbre de empezar aclarando los tantos. El fútbol es esfuerzo y es arte, pero no es, no puede ser, lo que pedía el filósofo que buscaba un equivalente moral de la guerra. No obliga al esfuerzo organizado de toda una sociedad, de una nación. No exige a todos ese esfuerzo. Los que ponen el cuerpo y el alma son los jugadores, el DT, el cuerpo técnico. Los demás, alentamos, a lo mejor mantenemos algunas cábalas.

Pero el fútbol, bah, los Mundiales, cada cuatro años, pueden conseguir una emoción colectiva, un entusiasmo generoso, porque no tiene ni pide ninguna recompensa más allá de esa emoción. En un país amarga, venenosamente dividido como el nuestro -y como bastantes otros- esos muchachos corriendo detrás de una pelota, nos unen a (casi) todos por encima de cualquier grieta. Y, si son hábiles, geniales en algunos momentos, como lo son los nuestros, y los dioses del fútbol nos sonríen, nos dan la alegría del triunfo. Sin muertes, sin destrucción, a lo sumo alguna patada. Sí, en eso es el equivalente moral de la guerra.

No crean, no me creo, que esa emoción colectiva que vemos en las calles «supera las divisiones». No. Un montón de nosotros se aferra a sus odios digitales (lo pongo así porque se nota sobre todo en twitter). Y se seguirán aferrando, porque forma parte de su identidad. Son Unos porque no son como los Otros.

Pero esa emoción que sentimos nos recuerda que es posible tener un amor en común. Y el amor no siempre es más fuerte que el odio -bah, la mayoría de las veces no lo es- pero nos hace sentir mejores. Y hasta nos ayuda a serlo.


Un post imprudente, sobre las estrategias de Cristina

diciembre 10, 2022

Ya reconozco que es imprudente. Puede ser audaz, o hasta irresponsable. Tal vez las emociones del partido con Países Bajos, ayer, me dan ánimo. Porque no conozco en persona a la Vicepresidenta. Y las interpretaciones que comienzan «Por su mente deben haber cruzado…» las dejo para la ficción histórica.

Pero, como cualquiera que se interesa en la política argentina, seguí su trayectoria durante casi 30 años. Con mayor atención desde hace 20, claro. Por sobre todo, sus estrategias posibles están limitadas por sus circunstancias. Como la de todos nosotros, por supuesto. En su caso, hay una circunstancia poderosa. Es la «referente», como se dice ahora, más importante -por muy lejos- de una fuerza política que sigue siendo la más numerosa de Argentina.

La condena por corrupcion ha sido un golpe, obviamente, aunque provenga de un poder judicial desprestigiado por demasiados casos propios de corrupción. Pero, desde el efecto sobre la sociedad -la política es fundamentalmente eso-, sobre los afines, los hostiles, los indiferentes, es el último episodio en una campaña, cada vez más intensa, que se despliega desde 2008.

Esa campaña ha sido exitosa, en un sentido. «Prendió» en esos sectores hostiles, numerosos, con un rechazo, hasta odio, personal. Pero también sirvió y sirve para afirmarla como símbolo y líder para «los de abajo», los votantes históricos del peronismo. Si los poderosos, que además se los percibe sin legitimidad, la atacan… Esto mismo había pasado con Perón durante su largo exilio, pero «todo lo que aprendemos de la Historia es que no se aprende de la Historia«.

Al punto: esta situación de liderazgo/referencia es un condicionante muy concreto. Toda la dirigencia peronista -quienes la siguen, quienes la idolatran y quienes no la soportan- no cuenta hoy con otra candidatura que «arrastre» votos en las elecciones para cargos nacionales -diputados, senadores- y también para los cargos locales -gobernadores, intendentes, legisladores- en aquellas provincias en que se eligen en la misma fecha que la eleción nacional. Una de ellas es Buenos Aires.

Por supuesto, el frente que encabezará el peronismo el año que viene -que puede llamarse Frente de Todos o de otra forma- va a necesitar alguien para candidato/a a la presidencia. Ya lo están buscando gobernadores, intendentes y aspirantes a cargos en general, desde que CFK anunció que no estaría en niguna boleta.

También van a requerir que ella apoye a esa eventual candidatura, pero eso hizo hace tres años, cuando, además, acompañó en la boleta. Hay motivos para pensar que repetir esa jugada, y sin poner su nombre, no sumaría suficientes votos.

Otro elemento fundamental, para evaluar sus estrategias posibles, es lo que puede llamarse cristinismo. Los sectores de la dirigencia y activismo peronista que se identifican, por encima de cualquier otro liderazgo, con ella. En primer término, La Cámpora, una organización vertical y disciplinada creada para defender y seguir a Cristina.

(Digresión: uno recuerda que hace más de medio siglo, surgieron organizaciones de juventud, verticales y disciplinadas, que se plantearon seguir y obedecer sin cuestionamientos a Perón: Guardia de Hierro, Encuadramiento,… Pero el General era escéptico de organizaciones verticales fuera de las del Estado. Tal vez Cristina tenga algo más de fe).

En cualquier caso, el «cristinismo» abarca mucho más que La Cámpora. Gran parte de la tradicional izquierda peronista, contestataria y anticapitalista, no tiene otra referencia política que CFK. Y también lo que puede llamarse la Nueva Izquierda Populista -una referencia internacional sería el Grupo de Puebla-, mucho más importante en términos comunicacionales que en votos, no tiene simpatía con el peronismo tradicional, pero sí con el kirchnerismo, en particular con Cristina. Estos sectores pueden cuestionar algunas de las estrategias que ha adoptado -la elección de Alberto Fernández en 2019, el respaldo actual a Sergio Massa, pero saben que sin ella sólo podría ser agrupaciones testimoniales, sin participación en las decisiones políticas, en el peronismo o fuera de él.

¿Por qué los considero «fundamentales» si hoy no tienen vida política sin CFK? Porque lo son para ella. Un líder, aunque tenga votos, adhesión popular, necesita contar con dirigentes y funcionarios que lo respalden y le deban sus cargos, o se convierte en una figura decorativa, como el presidente en una república parlamentaria.

Entonces, es mucho y pesado lo que Cristina Kirchner dejaría «huérfano» sino participase en la prócima elección. Es obvio que seguirá influyendo en las decisiones y en las listas. En algunos casos, tendrá «la lapicera». Pero, como también la experiencia Alberto Fernández mostró (y mucho antes de él la de Héctor Cámpora) eso crea demasiados problemas. El más importante, la legitimidad del poder.

Entonces, se llega a la pregunta decisiva ¿Por qué anunció que en 2023 no aspiraría a ningún cargo electoral? Por todo mi escepticismo a las explicaciones psicológicas, sobre todo cuando no las hace un psicólogo en el curso de un tratamiento- me animo a descartar que haya sido por el impacto emocional de una condena. Que estaba prevista al menos desde semanas antes.

Más: toda la trayectoria política en las últimas 3 décadas de CFK muestra que tiene emociones, y pasiones, pero que no determinan sus decisiones (Su carácter…, es otra cosa). Si fuera necesario demostrarlo, la elección de Alberto, el entendimiento con Massa, serían más que suficiente). Además, ya hubo anuncios previos al fallo que no iba a ser candidata.

¿Cuáles son mis especulaciones -probablemente equivocadas? De mínima, plantearse la consolidación de una fuerza política organizada y consistente, que exprese su concepción del peronismo y lo que puede considerar su legado. Que juegue electoralmente en alianza con otros sectores del peronismo y con fuerzas afines, pero que mantenga su identidad.

No hay ejemplos exitosos de esta estrategia en la historia del peronismo, ni en la del kirchnerismo. Unidos y Organizados, Unidad Ciudadana, fueron propuestas pasajeras (de eso sí hay mucho en la historia peronista). Pero Cristina puede estar decidida a insistir.

Otra posibilidad sería que Cristina esté pensando en una apuesta estratégica, casi sin precedente en nuestra historia moderna. La hace concebible el hecho que el renunciamiento de CFK a cualquier candididatura es también un problema para la actual oposición. La misma campaña, impulsada por algunos y aprovechada por otros, que concentró en ella mucho de la fuerza emocional del tradicional antiperonismo. Su renuncia a la puja electoral les priva de algo más que el eslogan de campaña que apuntó en su última arenga. Le quita un elemento unificador a una coalición muy heterogénea.

En mayo de 2019 CFK impulsó la candidatura presidencial del hombre que, de todo el equipo original de Nëstor Kirchner, tenía las mejores relaciones con el Grupo Clarín y, plausiblemente, con los miembros más influyentes del poder judicial. Esa «propuesta de armisticio» fracasó. Los objetivos y la visión de país que expresaban y expresan las coaliciones oficialista y opositora eran, son muy distintos.

Ahora ¿Cristina se decidirá por un candidato que exprese las ideas que se pueden englobar en el rótulo «kirchnerismo», o cree que es posible ofrecer a una parte de la actual oposición un acuerdo de «unión nacional»? Hay un precedente: en su primer mandato presidencial, en 2007, ella fue la candidata de un acuerdo transversal, con importantes figuras de la Unión Cívica Radical. Una de ellas, su actual presidente. El eslogan fue, me parece recordar, «Cristina, Cobos y vos».

Me apuro a decir que lo considero muy improbable. La coalición opositora hoy se siente con muchas chances de acceder al gobierno dentro de un año. Y las ventajas de manejar el Estado nacional achican diferencias y calman las peleas de egos. Sólo si esa coalición se rompiera antes, si -por ejemplo- los «libertarios» y afines ingresaran en ella con algo más que algunos puestos en las listas, podría existir una pequeña posibilidad.

Lo cierto es que hoy el peronismo debería ofrecer a la UCR o algún sector importante del radicalismo, mucho más que lo que acordó en 2007. También es cierto que CFK es la única dirigente que podría hacer aceptar, por lo menos a una parte de su propia fuerza, un acuerdo así con sus rivales históricos.

Confieso que fue ese factor el que me hizo especular con la idea que me acercó un viejo amigo. Eso, y el eslogan que ahora impulsa con energía Cristina «Democracia o mafia«. No alude a un enfrentamiento social, ni siquiera político.

Tomen esto, les pido, como lo que es, la especulación ociosa de un sábado caluroso. Con la fascinación que me puede causar la libertad de movimientos de la «reina blanca» en el tablero. Eso sí, recordando siempre la vieja frase «las negras también juegan». En realidad, todas las piezas, de cualquier color.


Las consecuencias de la condena judicial a Cristina Fernández de Kirchner

diciembre 6, 2022

No estoy seguro que sea lo que corresponde escribir hoy mismo sobre un fallo cuyo contenido se conocía con anticipación -la misma CFK dijo hace tiempo que ya estaba redactado- pero que no deja tener un impacto poderoso para los argentinos. Un ramalazo de bronca furiosa en los que la quieren, de satisfacción vindictiva en los que la odian.

Es que no parece apropiado el estilo de análisis frío que he mantenido -casi siempre- en el blog. Pero… es algo más de 15 años que lo aplico aquí, y me sale naturalmente (Y cuando hacía política en forma más activa, bastamte tiempo atrás, yo era mas el «cuadro» que trada de convencer que el del dirigente que quiere inspirar).

Así, lo mejor que puedo hacer es ser breve y concreto. Esta condena, tan inevitable como un choque de trenes, tiene una consecuencia política fundamental: fortalece el liderazgo de CFK en el peronismo y -más importante- a la coalición de sectores y reclamos sociales que votó en 2019 al Frente de Todos.

Digo que la segunda parte de la frase es la importante porque -como repetí muchas veces- el peronismo no ha producido un liderazgo nacional con chance de competir con el de Cristina desde… ¿2013? Los intentos de armar una alternativa «no personalista», como el «Peronismo Federal» en 2019, ¿recuerdan?, fracasaron tan rotundamente como los que impulsaba Eduardo Duhalde 10 años antes.

La consecuencia fundamental de este fallo que percibo es, entonces, que hace más sólida la coalición que se expresó en 2019. Y que venía bastante desflecada ¿Por el impacto emocional que despierta en sus partidarios esta condena a Cristina? Sí… Se puede comparar con algo muy distinto: el impacto de la muerte de Néstor Kirchner en 2010, que muchos que lo analizaron están de acuerdo en que fue un factor de la victoria del Frente para la Victoria en 2011.

Pero hay algo que, creo, más decisivo: el hecho que esta condena judicial no tiene legitimidad sino para los que ya estaban convencidos que ella era culpable y que debía ser condenada, y apartada de la política. No es solamente que el poder judicial está desprestigiado (el episodio reciente de la visita clandestina de jueces a Lago Escondido pagada por Clarín es sólo la frutilla de un postre que se cocinó por muchos años). Simplemente, hoy el poder judicial no es percibido por nadie como un actor neutral en el enfrentamiento político. Y su alineamiento es subrayado hoy en el festejo del fallo por todo ese lado de la división argentina. (Como en forma más discreta, quizás un poco avergonzada, ese lado se alegró de la muerte de Néstor Kirchner).

Resumo: este fallo ayuda a unir a los que se identifican con el liderazgo de Cristina con esos sectores que no se engloban ahí -o que tienen disputas de poder con ella: sindicatos, movimientos sociales, gobernadores, liderazgos territoriales, pero que lo que está enfrente les provoca desconfianza o directamente pavor.

Porque, por supuesto, esto también sirve como «prenda de unidad» no a los dirigentes de la oposición -que harán, como es su naturaleza en ambos lados de la grieta, lo que creen les convenga- sino a sus votantes. Fortalece la división política «identitaria», los que votan a un lado por rechazo o temor al otro.

Bah, lo que ya pasó hace 3 años: después de un gobierno desastroso -en los propios términos de quienes lo apoyaban-, un poquito más de un 40% de los argentinos desconfiaba o temía a la propuesta que presentaba la oposición peronista y votó en consecuencia.

Argentina es una «casa dividida»… Yno hay chance que deje de serlo con esta Corte Suprema y los niveles superiores de este poder judicial. La dirigencia política, en su conjunto, eligió hace mucho tiempo tener jueces amigos antes que jueces con legitimidad social.