Ya reconozco que es imprudente. Puede ser audaz, o hasta irresponsable. Tal vez las emociones del partido con Países Bajos, ayer, me dan ánimo. Porque no conozco en persona a la Vicepresidenta. Y las interpretaciones que comienzan «Por su mente deben haber cruzado…» las dejo para la ficción histórica.
Pero, como cualquiera que se interesa en la política argentina, seguí su trayectoria durante casi 30 años. Con mayor atención desde hace 20, claro. Por sobre todo, sus estrategias posibles están limitadas por sus circunstancias. Como la de todos nosotros, por supuesto. En su caso, hay una circunstancia poderosa. Es la «referente», como se dice ahora, más importante -por muy lejos- de una fuerza política que sigue siendo la más numerosa de Argentina.
La condena por corrupcion ha sido un golpe, obviamente, aunque provenga de un poder judicial desprestigiado por demasiados casos propios de corrupción. Pero, desde el efecto sobre la sociedad -la política es fundamentalmente eso-, sobre los afines, los hostiles, los indiferentes, es el último episodio en una campaña, cada vez más intensa, que se despliega desde 2008.
Esa campaña ha sido exitosa, en un sentido. «Prendió» en esos sectores hostiles, numerosos, con un rechazo, hasta odio, personal. Pero también sirvió y sirve para afirmarla como símbolo y líder para «los de abajo», los votantes históricos del peronismo. Si los poderosos, que además se los percibe sin legitimidad, la atacan… Esto mismo había pasado con Perón durante su largo exilio, pero «todo lo que aprendemos de la Historia es que no se aprende de la Historia«.
Al punto: esta situación de liderazgo/referencia es un condicionante muy concreto. Toda la dirigencia peronista -quienes la siguen, quienes la idolatran y quienes no la soportan- no cuenta hoy con otra candidatura que «arrastre» votos en las elecciones para cargos nacionales -diputados, senadores- y también para los cargos locales -gobernadores, intendentes, legisladores- en aquellas provincias en que se eligen en la misma fecha que la eleción nacional. Una de ellas es Buenos Aires.
Por supuesto, el frente que encabezará el peronismo el año que viene -que puede llamarse Frente de Todos o de otra forma- va a necesitar alguien para candidato/a a la presidencia. Ya lo están buscando gobernadores, intendentes y aspirantes a cargos en general, desde que CFK anunció que no estaría en niguna boleta.
También van a requerir que ella apoye a esa eventual candidatura, pero eso hizo hace tres años, cuando, además, acompañó en la boleta. Hay motivos para pensar que repetir esa jugada, y sin poner su nombre, no sumaría suficientes votos.
Otro elemento fundamental, para evaluar sus estrategias posibles, es lo que puede llamarse cristinismo. Los sectores de la dirigencia y activismo peronista que se identifican, por encima de cualquier otro liderazgo, con ella. En primer término, La Cámpora, una organización vertical y disciplinada creada para defender y seguir a Cristina.
(Digresión: uno recuerda que hace más de medio siglo, surgieron organizaciones de juventud, verticales y disciplinadas, que se plantearon seguir y obedecer sin cuestionamientos a Perón: Guardia de Hierro, Encuadramiento,… Pero el General era escéptico de organizaciones verticales fuera de las del Estado. Tal vez Cristina tenga algo más de fe).
En cualquier caso, el «cristinismo» abarca mucho más que La Cámpora. Gran parte de la tradicional izquierda peronista, contestataria y anticapitalista, no tiene otra referencia política que CFK. Y también lo que puede llamarse la Nueva Izquierda Populista -una referencia internacional sería el Grupo de Puebla-, mucho más importante en términos comunicacionales que en votos, no tiene simpatía con el peronismo tradicional, pero sí con el kirchnerismo, en particular con Cristina. Estos sectores pueden cuestionar algunas de las estrategias que ha adoptado -la elección de Alberto Fernández en 2019, el respaldo actual a Sergio Massa, pero saben que sin ella sólo podría ser agrupaciones testimoniales, sin participación en las decisiones políticas, en el peronismo o fuera de él.
¿Por qué los considero «fundamentales» si hoy no tienen vida política sin CFK? Porque lo son para ella. Un líder, aunque tenga votos, adhesión popular, necesita contar con dirigentes y funcionarios que lo respalden y le deban sus cargos, o se convierte en una figura decorativa, como el presidente en una república parlamentaria.
Entonces, es mucho y pesado lo que Cristina Kirchner dejaría «huérfano» sino participase en la prócima elección. Es obvio que seguirá influyendo en las decisiones y en las listas. En algunos casos, tendrá «la lapicera». Pero, como también la experiencia Alberto Fernández mostró (y mucho antes de él la de Héctor Cámpora) eso crea demasiados problemas. El más importante, la legitimidad del poder.
Entonces, se llega a la pregunta decisiva ¿Por qué anunció que en 2023 no aspiraría a ningún cargo electoral? Por todo mi escepticismo a las explicaciones psicológicas, sobre todo cuando no las hace un psicólogo en el curso de un tratamiento- me animo a descartar que haya sido por el impacto emocional de una condena. Que estaba prevista al menos desde semanas antes.
Más: toda la trayectoria política en las últimas 3 décadas de CFK muestra que tiene emociones, y pasiones, pero que no determinan sus decisiones (Su carácter…, es otra cosa). Si fuera necesario demostrarlo, la elección de Alberto, el entendimiento con Massa, serían más que suficiente). Además, ya hubo anuncios previos al fallo que no iba a ser candidata.
¿Cuáles son mis especulaciones -probablemente equivocadas? De mínima, plantearse la consolidación de una fuerza política organizada y consistente, que exprese su concepción del peronismo y lo que puede considerar su legado. Que juegue electoralmente en alianza con otros sectores del peronismo y con fuerzas afines, pero que mantenga su identidad.
No hay ejemplos exitosos de esta estrategia en la historia del peronismo, ni en la del kirchnerismo. Unidos y Organizados, Unidad Ciudadana, fueron propuestas pasajeras (de eso sí hay mucho en la historia peronista). Pero Cristina puede estar decidida a insistir.
Otra posibilidad sería que Cristina esté pensando en una apuesta estratégica, casi sin precedente en nuestra historia moderna. La hace concebible el hecho que el renunciamiento de CFK a cualquier candididatura es también un problema para la actual oposición. La misma campaña, impulsada por algunos y aprovechada por otros, que concentró en ella mucho de la fuerza emocional del tradicional antiperonismo. Su renuncia a la puja electoral les priva de algo más que el eslogan de campaña que apuntó en su última arenga. Le quita un elemento unificador a una coalición muy heterogénea.
En mayo de 2019 CFK impulsó la candidatura presidencial del hombre que, de todo el equipo original de Nëstor Kirchner, tenía las mejores relaciones con el Grupo Clarín y, plausiblemente, con los miembros más influyentes del poder judicial. Esa «propuesta de armisticio» fracasó. Los objetivos y la visión de país que expresaban y expresan las coaliciones oficialista y opositora eran, son muy distintos.
Ahora ¿Cristina se decidirá por un candidato que exprese las ideas que se pueden englobar en el rótulo «kirchnerismo», o cree que es posible ofrecer a una parte de la actual oposición un acuerdo de «unión nacional»? Hay un precedente: en su primer mandato presidencial, en 2007, ella fue la candidata de un acuerdo transversal, con importantes figuras de la Unión Cívica Radical. Una de ellas, su actual presidente. El eslogan fue, me parece recordar, «Cristina, Cobos y vos».
Me apuro a decir que lo considero muy improbable. La coalición opositora hoy se siente con muchas chances de acceder al gobierno dentro de un año. Y las ventajas de manejar el Estado nacional achican diferencias y calman las peleas de egos. Sólo si esa coalición se rompiera antes, si -por ejemplo- los «libertarios» y afines ingresaran en ella con algo más que algunos puestos en las listas, podría existir una pequeña posibilidad.
Lo cierto es que hoy el peronismo debería ofrecer a la UCR o algún sector importante del radicalismo, mucho más que lo que acordó en 2007. También es cierto que CFK es la única dirigente que podría hacer aceptar, por lo menos a una parte de su propia fuerza, un acuerdo así con sus rivales históricos.
Confieso que fue ese factor el que me hizo especular con la idea que me acercó un viejo amigo. Eso, y el eslogan que ahora impulsa con energía Cristina «Democracia o mafia«. No alude a un enfrentamiento social, ni siquiera político.
Tomen esto, les pido, como lo que es, la especulación ociosa de un sábado caluroso. Con la fascinación que me puede causar la libertad de movimientos de la «reina blanca» en el tablero. Eso sí, recordando siempre la vieja frase «las negras también juegan». En realidad, todas las piezas, de cualquier color.