Los que van a votar a Massa

junio 30, 2023

Aclaro: ésto no es un ejercicio en futurología. Y menos una estrategia de campaña (eso no se hace gratis). Aquí hay reflexiones informales sobre distintos segmentos de la sociedad argentina, como se expresan frente a la opción de votar un candidato a presidente. Eso sí, es vital tener presente que esos hombres y mujeres existían antes de la campaña electoral, y van a seguir cuando termine.

Otra precisión: el segmento del que no voy a analizar ahora es la franja de dirigentes, operadores, militantes del peronismo. Son una minoría -no pasan del 5%, con toda la furia- de los que votan a la coalición hoy oficialista. Y en sus opciones pesarán sus expectativas y temores personales, más que el candidato.

Otra cosa más a tener en cuenta, y es obvia: son dos las campañas electorales, una hasta las PASO, el 13 de agosto, y la otra que empieza esa noche. En la primera, Massa no va acompetir con Juan Grabois, en mi opinión. La candidatura J. G. le es funcional, como una forma de contener -en la movilización que proponen esas PASO- .a una militancia kirchnerista enfurecida o amargada por quien perciben como el candidato oficial no sea un «kirchnerista puro». Pero, siempre en mi opinión, no es el real adversario. Aunque los insatisfechos sean muchos, no está quien podría sumarlos a todos. Cristina Kirchner, o Axel Kicillof, no son precandidatos presidenciales de Unión por la Patria.

El real adversario de Sergio Massa en estas encuestas al 100% que serán las PASO, es la abstención. El desaliento. Que se manifestó en las elecciones legislativas de 2021, en las que el entonces FdT perdió millones de votos que no se sumaron a JxC. Y que se volvió a mostrar en las eleeciones provinciales de este año.

Como puede esperarse de un fenómeno nacional, los votantes desalentados no son un sólo sector social, un mismo «segmento». Empiezo por aquellos que se podrían considerar la «base histórica del massismo».

Ya que estoy en tren de precisiones, debo aclarar que no soy yo quien describió por primera vez un tipo sociológico concreto: el “Pibe Gol”. Fue Fabián Rodríguez, autor de un importante blog cuando estos eran el lugar del debate político, que en 2010 lo caracterizó.

Después, en 2013, cuando Sergio Massa encabezó la primera y hasta ahora la más importante rebelión surgida desde el peronismo al liderazgo de Cristina, dije que el Pibe Gol prefiguraba al votante del conurbano bonaerense que iba a ser la base del proyecto político del tigrense.

El cuentapropista que entonces había conseguido comprar su primer auto, un Gol Volkswagen, pero que, desde 2013 ya no votaba al Frente para la Victoria, la coalición que había armado Nestor y conducía Cristina. Ese trabajador, que sentía que había logrado con su esfuerzo una modesta, a veces modestísima prosperidad, y miraba con desdén a quienes sobrevivían con planes sociales, antes votaba a Massa. Pero, como dice Marcos Domínguez, después de las gestiones de Macri y de Alberto, está suficientemente enojado para engrosar la intención de voto en las encuestas (que no es el voto) de Javier Milei. Tal vez tuvo que vender su auto…

El desafío que enfrenta Massa en esta -numerosa- parte del electorado es infundirle -no esperanza, eso tal vez sería pedir demasiado- expectativas. «Y, a lo mejor, las cosas mejoran…». Ni la oferta electoral que hacen Larreta o Bullrich, son, estimo, atractivas para este sector.

El desafío para ganar / retener la mayor parte del voto kirchnerista, es exactamente el mismo. Porque, más allá del vínculo emocional con CFK que muchos de ellos sienten, las razones de su voto son estrictamente peronistas: votarían a Cristina porque en su gobierno estaban mejor que ahora, y confían que con ella podrían volver a estarlo. Si ella no es candidata, votarán a quien les ofrezca una expectativa de mejora. Salvo que en estos meses haya un desastre económico todavía mayor al actual, es difícil que JxC les despierte esperanzas en ese sentido.

La clase media progresista -que es otra parte, también considerable, del voto kirchnerista- es un hueso más difícil de roer para Massa. Aunque no pocos ya empiezan a mirarlo con ojos distintos que la semana pasada. Como sea, su voto estará asegurado -otra vez, en mi opinión- por los candidatos del Otro Lado, cuando termine la campaña electoral.

En este aspecto, la participación de CFK en la campaña estará, necesariamente, enfocada en que ella considera su legado y es su «fuerza propia»: la generación que se incorporó a la militancia política entre 2003 y 2008 y que tienen con Néstor y ella un vínculo similar al de otras generaciones políticas con Perón y Evita. Son importantísimos para la movilización, pero electoralmente no «mueven el amperímetro».

En cuanto a los trabajadores formales y sindicalizados, especialmente los que (todavía) ganan bien, son el sector más seguro -hasta donde las decisiones individuales son predecibles- del voto massista.

¿Alcanzarán los votos de estos «segmentos» -aún si la situación económica no empeora y no se disparan las variables- para ganar en octubre? Bueno, no (salvo que la actual oposición continúe disparándose en los pies). Esa es la razón que auguraba la derrota de una candidatura «kirchnerista pura».

Una segunda vuelta en noviembre es todavia la hipótesis más probable. Y ahí, ese 15 a 20% del voto «no comprometido» -que a veces se define pocos días antes de la elección- es necasario para ganar. Un factor en contra: el voto castigo a los oficialismos, que se ha expresado en muchos países -bah, casi todos los que tienen elecciones en la pos pandemia.

Uno a favor: la tendencia a la reelección de los presidentes si no «chocan el barco». Y a Sergio Tomás Massa se lo percibe casi como el presidente en ejercicio. Después de la difusa gestión de Alberto Fernández, la mayoría de nuestros compatriotas, de todos los sectores, quieren un gobieno que gobierne.


Córdoba y el peronismo. Una respuesta desde la Cañada

junio 28, 2023

Con José María Las Heras nos conocemos desde hace más de medio siglo, cuando ambos militábamos juntos, él desde su Córdoba y yo desde mi Buenos Aires. Cuando colgué el post que escribí hace dos días -reflexiones casuales sobre Córdoba y las identidades políticas- en un»chat» en que ambos participamos, él colgó esta respuesta.

No escribe desde teorías, sino desde la realidad. Que es la única verdad, como dijo Aristóteles citando a Perón. Quiero compartirla con ustedes.

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«… Por cierto que difícil es entender Córdoba tan contradictoria . Si el forista de La Nación tuviera razón Córdoba sería hiper peronista. Se hizo industrial porque Peron apostó a su industria a fines de los cuarenta. Dejó de ser feudal y clerical. En esto Peron coincide con la opinión de Sarmiento sobre Córdoba en el Facundo.

Veamos la historia zigzagueante de Cordoba y el peronismo. La Unión Democrática le gana al Laborismo en 1946 solo en Córdoba. En el resto país todo Peron Quijano. La Libertadora se legitimiza socialmente desde Córdoba. En 1962, cuando se levanta la proscripcion, una de las pocas jurisdicciones que se pierde es aquí.

El cordobazo se reconoce como una gesta de Agustín Tosco. Pero quien puso la gente y los muertos en la calle fue el SMATA con Elpidio Torres. No desmerezco a Tosco. Este con honestidad señaló que el cordobazo fue «una mesa de tres patas: Elpidio, Atilio Lopez y yo». (En estos dias se esta dando aquí la obra de teatro Una Mesa de tres patas). Aunque ya no se celebra mas, fue la gesta que derrumbo la dictadura de Ongania y que dio un aporte para el retorno del General.

¿Queres más? Cuando Evita crea el Partido Peronista Femenino la única provincia que no tuvo delegada fue Córdoba. Más? En la elección del General de 1973 solo en Córdoba fuimos a segunda vuelta y por el peso del triunfalismo gana Obregon Cano. La exposición de motivos de la Intervención Federal en 1974 es una joya explicando lo que es mi provincia.

La Reforma Universitaria, un hito por cierto, es una movida de estudiantes de clase media con el ascenso del Irigoyenismo. Pero pocos recuerdan que la democratizacion extensiva de la universidad la hace el peronismo con la eliminación de aranceles y creación de la Universidad Obrera.

Fui coordinador de los equipos técnicos cuando De la Sota triunfa en 1998 y te puedo hacer un registro de la lucidez de DLS para ganar y ponerse un ropaje para cautivar la clase media.

Es increíble el electorado que votó a Juez. ¿El pobrerío? No. Fueron los sectores de clase media acomodada de los countries y los rubios de nuestra pampa gringa. Y si vos les preguntás que opinan de Juez te dirán que es un negro de m….y un ordinario. En la medida que seas peronista aunque no cantes la marcha y no uses la palabra compañero tenes la marca en el orillo.
Y esto le pasa a Schiaretti.

Pero lo importante que Llaryora ganó. Hombre lucido, astuto y trabajador. Además lo acompaña la suerte que no es poca cosa.
Hará una excelente gobernación.

Algo para entender Córdoba es el libro CONTRA CORDOBA de Diego Tatian. Y en ficción EL EVANGELIO SEGUN VAN HUTTEN de Abelardo Castillo. Imperdible.


Córdoba y las dos identidades argentinas

junio 26, 2023

Ayer, 25 de junio, hubo elecciones en Córdoba y en Formosa, dos trozos muy distintos de la diversa Argentina. Aunque las dos provincias están lejos, sobre todo en sus simpatías, del Puerto de Buenos Aires. Es algo que tienen en común.

Otra cosa en la que coincidieron ayer: volvió a ganar en ambas una fuerza política llamada peronismo. Que en las dos gobierna desde hace más de 20 años.

La pregunta que se me ocurrió era si esas victorias electorales y esos gobiernos formaban parte de una misma realidad política ¿Todos los peronismos el peronismo? Ahora, como no creo que mi opinión es la verdad definitiva, voy a volcar aquí las distintas respuestas que encontré. Eso sí, al final doy la mía.

En mucho peronista silvestre, hay una evaluación futbolera. «Nuestro equipo» le ganó al «de Ellos», y se festeja. Pasa algo parecido en la oposición envenenada. Alguno escribía en el foro de lectores de LaNación «Si una provincia próspera e industrializada vota peronistas, no hay esperanza para Argentina«.

Varios analistas, y los kirchneristas ideologizados, establecían diferencias. Gildo Insfrán, el reelecto gobernador de Formosa, es un peronista doctrinario, en buenas relaciones con Cristina Kirchner y el sector que ella lidera. Pero el gobernador cordobés, Juan Schiaretti, ha sido y es un consistente opositor de CFK. Y los votantes peronistas de Córdoba no han mostrado simpatías kirchneristas notorias durante los últimos 15 años.

Además, insisten los que adscriben al «proyecto kirchnerista» o que simpatizan con él, las gestiones de Schiaretti, como las de José Manuel de la Sota, el otro líder (fallecido) del peronismo provincial, han defendido los intereses de empresarios industriales y (¡horror! agropecuarios. El Gringo Schiaretti sería un conservador popular.

Por mi parte, digo que el que ignora que un objetivo permanente (no muy exitoso, cierto) del peronismo ha sido fortalecer una burguesía nacional, y que siempre ha tenido un sesgo -sobre todo en su dirigencia-, de conservadorismo popular, no conoce la historia y la realidad del peronismo.

Al mismo tiempo, tengo que señalar que el gobernador cordobés y, en los hechos, su aparato político, han favorecido en el pasado a la actual coalición opositora. Y en estos días se debatió la propuesta schiarettiana de un Frente de Frentes (opositores) y la larretista de sumarlo al cordobés a Juntos por el Cambio.

El debate ideológico está muy bien, es necesario, pero aquí juegan lo que otro líder popular llamaba «las efectividades conducentes».

Este punto es especialmente relevante en mi análisis porque desde hace años sostengo que ambas coaliciones, la ahora llamada Unión por la Patria y Juntos por el Cambio, son expresiones confusas e imperfectas -pero reales- de las dos identidades sociopolíticas básicas que existen en nuestro país desde hace 8 décadas. Y que tienen raíces muy anteriores.

Me refiero al peronismo -que también se llama a veces, por quienes alguna versión de esta fuerza les provoca rechazo- «nacional y popular». A la otra identidad le cuesta más asumirse como tal -algunas de sus versiones han sido demasiado sangrientas, hasta para la mayoría de sus adherentes- puede llamarse «republicana».

Si mi apreciación es acertada, el peronismo de Córdoba, con o sin el Gringo, confluirá tarde o temprano con el de otras provincias en una estrategia nacional. Duramente, negociada, claro. No pienso esto sólo porque confíe solamente en la naturaleza del peronismo cordobés, eh. Del Otro Lado también hay rechazo a mezclarse, como ya lo hemos visto.

Así, el acuerdo que en algún momento planteó Larreta, y antes que él el cordial embajador Marc Stanley, si se da, será muy de coyuntura. Y no será en este año de la elección presidencial.

Atención: esta no es una situación satisfactoria, para el país. «Una casa dividida no se sostendrá». Sería bueno que una conciencia nacional común permitiera una coexistencia armónica de estas dos distintas identidades sociopolíticas, que no muestran señales de desaparecer, ninguna de las dos.

Pero no hay señales de eso. La puja entre las dos coaliciones, y dentro de ellas, es la forma que la política argentina ha encontrado para manejar sus conflictos.

Otra vez atención: ambas están debilitadas, como lo muestra la creciente abstención de los votantes. Y hasta algo deslegitimadas. Pero no aparecen proyectos políticos alternativos con fuerza, por ahora. Al menos, yo no alcanzo a detectarlos. UxP y JxC «es lo que hay»en 2023.


Porteños, provincianos, nacionales

junio 20, 2023

Hace varias semanas María Esperanza Casullo publicó en su valioso pero infrecuente newsletter «La ¿irremediable? porteñización de la política«. Casullo tiene una de las miradas más lúcidas entre quienes se interesan en la política argentina, y lo que decía ahí quedó en mi memoria en medio del juego de sillas de las precandidaturas. Con ganas de hacer algunas observaciones.

Ahora, mientras esperamos que se ocupen las sillas que quedan vacantes, -y sí, una gran mayoría de las principales ya está sentada gente que no importa donde nació, reside a menos de 100 km del centro de Buenos Aires-. uno trata de tener presente que muchas cosas importantes no se van a decidir en las listas a presentar, ni tampoco en las elecciones de este año. Ésta es una, así que les copio los terminantes argumentos de M. E. C., y luego mis reflexiones.

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«… En 2015 se enfrentaron (en la elección presidencial) el jefe de gobierno porteño y el mandatario de la provincia de Buenos Aires. En el 2019, Mauricio Macri fue derrotado por Alberto Fernández, dirigente del PJ de Capital y por Cristina Fernández, senadora por la PBA.

Miremos ahora los nombres en competencia en 2023. Están en danza en el (ex) Frente de Todos: Sergio Massa (ex jefe de gabinete de la Nación, ex intendente de Tigre, ex diputado por la PBA), Eduardo “Wado” De Pedro (actual ministro del Interior, nacido en Mercedes, PBA), Axel Kicillof (gobernador de PBA), Daniel Scioli (ex gobernador de PBA, actual embajador en Brasil), Juan Grabois (dirigente social, con base en la ciudad de Buenos Aires). Podría sumarse aquí a dos dirigentes que renunciaron a presentarse a la elección: el actual presidente, Alberto Fernández y la actual vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner. Ambos con inserción en CABA o en PBA.

En Juntos por el Cambio: Horacio Rodríguez Larreta (actual jefe de gobierno de CABA), Patricia Bullrich (presidenta del PRO, ex ministra de Seguridad 2015–2019, surgida del peronismo de la CABA), Gerardo Morales (gobernador de Jujuy), Facundo Manes (Diputado por PBA, médico y autor conocido por su trabajo en la Fundación Favaloro, en CABA). Morales, la única excepción a la inexorable porteñización, es un gobernador reelecto con muy buenos números en su provincia; hay que notar, sin embargo, que en la mayoría de las encuestas aparece lejos no sólo de Rodríguez Larreta, sino de Bullrich, quien nunca ocupó un cargo ejecutivo por el voto.

En el espacio libertario: Javier Milei, economista mediático, su partido tiene fuerte anclaje en CABA y PBA.

En el Frente de Izquierda: Myriam Bregman (diputada nacional por CABA), Nicolás del Caño (diputado nacional por PBA), Gabriel Solano (dirigente de CABA). Nicolás del Caño se inició en la política en Mendoza, pero, como muchos, se mudó como representante de CABA.

Con la excepción del gobernador radical de Jujuy, la totalidad de los dirigentes que disputarán las PASO como precandidatos a la presidencia con algunas chances provienen de la capital del país o de la provincia de Buenos Aires.

Tan fuerte es el efecto centrípeto de la zona metropolitana en política, que las figuras que surgieron en provincias de la periferia terminan afincándose en la capital.

(En otras décadas) Carlos Menem nunca compitió en otro distrito que La Rioja salvo porla presidencia, Hermes Binner hizo lo mismo con Santa Fe. Sin embargo, Néstor Kirchner, Cristina Kirchner y su hijo Máximo abandonaron Santa Cruz, para fortalecer su control de la estratégica provincia de Buenos Aires.

Nicolás del Caño hizo lo mismo con Mendoza. Miguel Angel Pichetto (ex vicepresidente de Mauricio Macri) fue senador por Rio Negro durante décadas, pero lanzó su precandidatura presidencial en la provincia de Buenos Aires.

Una excepción a esta regla podría ser Juan Schiaretti, gobernador de la poderosa y estratégica Córdoba. Sin embargo, las dificultades que tiene el “cordobesismo” para instalarse como opción electoral real, aún cuando mantiene su hegemonía en su provincia desde hace años, habla justamente de lo inclinada que está la balanza.

Las figuras que habitan en el entramado mediático y comunicacional centrado en la ciudad de Buenos Aires corren con ventaja: es visto automáticamente como una figura de mayor relevancia Milei, por decir un caso, que el gobernador de una provincia con tres millones y medio de habitantes, más de los que tiene la capital de la Nación.

El jefe de gobierno de CABA, sea quien sea, es un candidato automático a la presidencia; los gobernadores de Santa Fe, Córdoba o Mendoza, que equivalen población, no lo son.

Una hipótesis posible es que el desdoblamiento de las elecciones provinciales de la nacional también permite la constitución de dos planos de la discusión política: las provinciales se basan en temas provinciales, mientras que la elección nacional (presidente y Congreso) funciona como una elección nacionalizada, en distrito único, con una única agenda de temas “nacionales”.

La dificultad, para quienes vivimos fuera del área metropolitana, es que, dado que lo “nacional” se constituye, en realidad, en una esfera pública articulada alrededor de cuatro canales de televisión y de cable situados en la Ciudad de Buenos Aires, es cada vez más difícil que temas de relevancia provincial lleguen a ser vistos como “nacionales”. Temas ambientales, sociales o de cualquier otro tipo que sucede en una provincia son “provincial” o “local”, no nacionales.

¿Este nuevo estado de cosas es algo para festejar o para lamentar? Si uno supone que la política “provincial” equivale a feudalismo, caudillismo y subdesarrollo, supongo que uno podría alegrarse. Si, en cambio, asumimos que algunas experiencias políticas innovadoras, participativas y novedosas están sucediendo lejos de la General Paz, tal vez no sea un hecho del todo positivo que nunca sean conocidas por un público más amplio.

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Mi respuesta a los argumentos de Casullo es la clásica «Es más complejo«. Ante todo: tiene razón en señalar como un problema argentino, una disminución de las posibilidades de la política para superar «grietas» y encontrar nuevas soluciones, esta «porteñización» -más preciso, esta «metropolización»- de la puja política argentina.

Ahora, no parece que el entramado comunicacional radicado en CABA, importante, hasta abrumador como es (en Catamarca ven en las pantallas de TV más minutos sobre un incendio en Buenos Aires que de un accidente local), sea el factor decisivo. Casullo dice, y es cierto, que «décadas atrás se suponía que la vía de llegada preferencial para la presidencia era a través de una gobernación...» Y esto era antes que Internet, las redes sociales y los mensajes de texto y audio desplazaran a los medios como fuente de información. No estoy diciendo que los medios no son importantes! Digo que no son el factor clave de la «metropolización».

Esa clave está en otro lado, y es un hecho demográfico y económico, y por lo tanto electoral. La provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma suman entre ellas más del 40% de la población argentina. Y sus presupuestos son, detrás del nacional, los mayores por lejos del país.

(Si el Jefe de gobierno de la CABA es visto automáticamente como una figura de relevancia nacional, algo tiene que ver el hecho que su presupuesto le permite contar con una pauta publicitaria mayor que la de gobernadores que deben atender otras demandas más acuciantes. Es la ciudad más rica de la Argentina…).

El Area Metropolitana Buenos Aires -que la avenida Rivadavia divide aproximadamente en las dos identidades políticas básicas argentinas: hacias el Sur, mayorías peronistas (con notorias excepciones); hacia el Norte, rechazo al peronismo (ídem) es la mayor concentración urbana del país, muy por encima de sus principales competidores, el Gran Córdoba y el Gran Rosario. El AMBA así se convierte eun terreno político de gran peso nacional.

Este dato de la realidad no es tan patológico como lo veía el exagerado Martínez Estrada («La cabeza de Goliat»). Pero sí es uno de los problemas estructurales de la Argentina.

Confieso una cierta simpatía por la romántica idea de Alfonsín: el traslado de la Capital, lejos del AMBA. Pero no es una solución al desequilibrio demográfico y económico de nuestro país. Éste solo puede ser encarado con políticas de décadas. Es decir, sólo puede ser encarado cuando hayamos resuelto nuestros problemas políticos.

En ese plano, quiero corregir en tiempo presente una afirmación final de María Esperanza «No era descabellado para un “caudillo surgido de una provincia del interior” (en las inmortales palabras de Alfonso Prat Gay) apuntar a la presidencia«. No ES descabellado.

Los recursos económicos necesarios para una candidatura se obtienen con más frecuencia en las manzanas céntricas de Buenos Aires, y en algunos countries de Zona Norte. Pero más difícil que conseguir recursos es encontrar canditatos/as que expresen las expectativas, las esperanzas de un sector importante de la población.

Un aspirante a la presidencia, porteño o provinciano, necesita «fortuna y virtú» como pedía Maquiavelo. Una oportunidad propicia, recursos y apoyos, más unas gotas del «óleo sagrado de Samuel», como pedía Perón. No pasa todos los días, ni todos los años, pero sucede. En el peronismo, por ejemplo, los dos candidatos presidenciales que en los últimos 40 años cambiaron, para bien y para mal, la política y el país, uno vino de La Rioja y el otro de Santa Cruz.


16 de junio, 1955. La masacre que no tuvo su «Nunca más»

junio 16, 2023

El 16 de junio de 1955 escuadrones de aviones de la Armada Argentina bombardearon y ametrallaron con munición aérea de 20 mm la Plaza de Mayo y la Casa Rosada, el edificio de la CGT (Confederación General del Trabajo) y la residencia presidencial de aquel entonces.

Este bombardeo fue parte de un intento de golpe de Estado de militares y civiles opositores, pero el objetivo específico era matar al presidente Perón. No era, por cierto, el primer intento. Otros anteriores se relatan en las memorias que publicaron luego dirigentes que participaron. Este también fracasó en su objetivo, pero en su frustración los pilotos ametrallaron a algunos cientos de civiles desarmados, en su mayoría en la Plaza de Mayo y alrededores.

El conato de golpe, prematuro y mal preparado, no tuvo eco en las Fuerzas Armadas, y los aviones atacantes se refugiaron en el cercano Uruguay. Pero un sector numeroso de la oficialidad ya estaba en contra del gobierno peronista, así como una mayoría de las clases medias y altas de la sociedad argentina. Tres meses después el gobierno fue derrocado, Perón marchó al exilio, y empezó un largo período, de 18 años, en que se trató de suprimir al peronismo por distintos medios.

Fue una guerra civil larvada, «de baja intensidad con picos altos», dirían los analistas de escritorio. Pero ese bombardeo nunca fue reivindicado, ni repudiado, formalmente (Es decir, lo reinvidicaron los militares y civiles participantes, que volvieron de Uruguay esperando ser reconocidos con cargos. Los consiguieron).

Ese largo silencio que se mantuvo aún cuando Perón volvió al poder en 1973, fue sólo roto, y en voz no muy alta, en los últimos años. Es extraño, porque fue un acto terrorista, el más importante de la historia argentina, perpetrado por aviones militares sobre la población de su propio país.

Había una sangrienta coherencia en la masacre indiscriminada, porque -más allá del rechazo a la «democracia autoritaria» (otra definición sociológica) que practicaba el peronismo, los que querían acabar con Perón estaban convencidos que era imposible derrotarlo en elecciones. En 1952 y en 1954 había confirmado que la mayoría lo votaba…

En general, los gobiernos y la dirigencia del peronismo tienden a acordar con Martín Fierro «Olvidar lo malo   También es tener memoria«, más allá de los discursos. Los peronistas lo recuerdan, forma parte de su historia y su identidad. El antiperonismo -salvo algún sector «envenenado» y minoritario, no se hace cargo.

Esta amnesia no es sólo especulación, sino algo más profundo. El peronismo -«país de inmigración»- tiene una fuerte identidad y también una vida interna conflictiva, en donde siempre hay un sector que puede endilgar a otros errores o crímenes anteriores. La violencia guerrillera en democracia, su represión, López Rega, Menem, … Nunca falta un garrote para pegarle al adversario interno.

El antiperonismo… no se asume como identidad, aunque la tiene. Por eso muchos de sus comunicadores, aún algunos con discreto talento, como Fernández Díaz, tienden a describir todo el pasado que no les gusta como «peronistas», «criptoperonistas», o, a lo sumo «blandos con el peronismo». Sus próceres son de 100 años o más atrás, ciudadanos de esa Argentina imaginaria que se parecía a Europa.

Sólo un recién llegado a la política, como Javier Milei, reivindica a Menem y a Cavallo, y se asocia a nostálgicos abiertos de la dictadura de 1976-83. Él no tiene pasado, y se dirige a un público que tampoco lo tiene. Pero el pasado existe, y pesa. Venimos de él.

Esta falta de memoria, en realidad de conciencia de continuidad, de un numeroso sector político, es uno de los problemas argentinos, creo. Porque estoy convencido que en nuestra Argentina hay dos grandes identidades, no sólo políticas sino también sociales: la «nacional y popular» y la «republicana» (es una forma de llamarlas, no una definición). Y si una no se hace cargo de su historia, es difícil hacer los pactos necesarios.

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Este post nace de un impulso (como la mayoría de los míos). Hoy un amigo mencionanaba en twitter que en el reciente libro del prudente Abal Medina (hombre clave en el año clave de 1972), se cuenta que el acercamiento entre Perón y Balbín (el jefe del radicalismo) se frustró por la negativa del segundo a condenar públicamente los bombardeos contra civiles y los atentados terroristas en el 53 y el 55. La presión para que no lo hiciera vino, sobre todo, del sector radical que encabezaba Alfonsín, el Movimiento de Renovación y Cambio.

Le recordé (es joven) que desde 1944 hasta 1999 la izquierda y el centro izquierda -casi todos los partidos políticos que se identificaban así- optaron por aliarse con la derecha «liberal» o «republicana» para enfrentar al peronismo (es cierto que en 1995, contra Menem tenían una buena excusa).

Como sea, a partir de 2003 Néstor Kirchner se propuso sumar a esos sectores -hoy los llamamos «progres»- y lo logró en gran parte. Lo que ha creado algunos problemas nuevos…


Peronismo/antiperonismo y otras grietas argentinas

junio 11, 2023

En la 1ra. parte afirmé que la division «Izquierda vs Derecha/Centro derecha» es inadecuada para entender la situación actual. Debo aclarar que no estoy diciendo que la izquierda y la derecha ya no existen (esa es una de las frases hechas que identifican a alguna derecha). Digo que como identidades políticas, «izquierda» y «derecha» son etiquetas válidas solamente en una de las diversas clases medias argentinas (la más deteriorada en sus ingresos en estos días, dicho sea de paso).

La mayoría del electorado argentino da respuestas ambiguas cuando los encuestadores les hacen preguntas típicas para precisar si son de «izquierda» o de «derecha». Y no hablemos de cuando votan… Es cierto que un porcentaje de jóvenes, ante una pregunta directa, hoy contestan que son «de derecha». Pero es demasiado pronto para saber si es más que una moda.

En cualquier caso, si «izquierda» y «derecha» son categorías inadecuadas ¿cuál sería la clasificación correcta? No tengo respuestas definitivas -no creo que en la realidad existan esas cosas- salvo mi convicción que «peronismo» y «no peronismo» son las dos identidades que por 78 años han sido las más fuertes y definidas de la política argentina. Pero tampoco es una división neta: ha habido tantas versiones del peronismo. Y más todavía de las fuerzas que lo enfrentaron.

Hay un nombre, el de Pierre Ostiguy, un estudioso nacido en Quebec y enamorado de la Argentina, que era muy mencionado en los debates políticos hace década y media. Es cierto que entonces había debates políticos… Como sea, su enfoque hacía hincapié en el aspecto cultural de las identidades, e introduciía el concepto de «matriz». Si en lo horizontal las posiciones políticas iban de izquierda a derecha, se puede pensar en un «arriba» y «abajo».

Decía Ostiguy en marzo de 2008 «La matriz básica de la realidad política y sociopolítica de la Argentina –producto de su propia y diferenciadora peculiaridad histórica– es el doble espectro político. Dos espectros políticos que abarcan de izquierda a derecha, paralelos el uno al otro.

Uno culturalmente “peronista”: popular, localista, “con pelotas”, inmanente y personalista. Y otro no peronista, más formal y “bien educado” (por lo menos en público), “institucionalista”, a menudo muy preocupado por la mirada “desde afuera”.

Considerando los altibajos de las modas y planteos académicos, es gratificante verificar que el esquema propio caracteriza con durabilidad el espacio argentino desde más de seis décadas. Y además notar que los (numerosos) esfuerzos y voluntarismos para cambiar esta situación y “normalizar” la Argentina terminaron en el regreso de esa única verdad.«

Podemos ver hoy estos dos «tipos» que Ostiguy describe en muchos discursos políticos en el Frente de Todos y en Juntos por el Cambio. Y también podemos encontrarlos leyendo el «Facunco. Civilización y barbarie» de Sarmiento.

Pero, atención, se han difuminado bastante. Se percibe un sesgo «alfonsinista» en dirigentes y funcionarios del oficialismo, y hasta un sector «woke» en sus seguidores. Y en la oposición aparecen cada vez con más fuerza desde hace 15 años estilos «populistas» e incorrección política. Se puede decir que son la característica del fenómeno Milei.

¿Entonces? Por mi parte, me aferro desde hace bastantes años a una idea central: la identidad del peronismo se la dió la realidad social que expresa, y que se refleja en quienes lo votan en forma consistente desde 1946, cuando hay democracia: los obreros, en los cinturones de las grandes urbes, y en las provincias pobres, los trabajadores rurales y sus burguesías emergentes, que pujan o reemplazan a los antiguos patrones.. Como el radicalismo -que fue el Otro del peronismo, el partido al que votaban quienes querían sobre todo expresar su rechazo desde ese 1946 hasta 1995- fue la expresión de las clases medias que bien describe Ostiguy.

Pero, como señala el joven sociólogo Marcos Domínguez, lo que ha ido cambiando, sobre todo a partir de la década de los ´90 del siglo pasado, es la composición social de la Argentina. De ahí la actual crisis de todas las fuerzas políticas.

El peronismo debe enfrentar el hecho que el trabajador formal, con una patronal y un sindicato, hoy es una minoría. Importante, por cierto, pero no más numerosa que el vasto y diverso, en muchos sentidos, mundo de los trabajadores informales. Muchos de éstos -no todos, por cierto- son peronistas, y sienten adhesión hacia Cristina Kirchner, pero no están organizados como el peronismo original organizó a los trabajadores sindicalizados. Lo más cercano a un sindicato que tienen los sectores más humildes de los trabajadores informales y los desempleados, los movimiientos sociales, dependen económicamente del Estado. Es decir, de los fondos que administran los gobiernos de turno.

Por otra parte, el peronismo ha incorporado paulatinamente, a partir de la gestión de Néstor Kirchner, un sector minoritario pero considerable de las heterogéneas clases medias argentinas, que influye podersamente en su discurso y en los ideales que plantea, en su «etos», al que le incorpora un fuerte barniz «progresista». Que despierta hostilidad más o menos disimulada en muchos peronistas tradicionales. Y muy abierta en el resto de las clases medias, que se han hecho «anti progres».

Porque esas clases medias argentinas que habían votado mayoritariamente al radicalismo -o, en ocasiones, al socialismo- han cambiado aún más profundamente. En sus condiciones de vida, y en su etos. El PRO compite hoy por sus votos con la UCR. Que no consigue instalar un candidato a la presidencia propio desde 2003.

En resumen: si alguien esperaba que presentara respuestas, tengo que desilusionarlo. Mi evaluación -que puede fallar- es que las dos grandes coaliciones -FdT y JxC, o con nuevo nombre,- seguirán dando una modesta estabilidad a la política argentina (si Milei no resulta ser el Bolsonaro local que preveía Marcelo Falak en 2020). Pero ninguna de las dos llegará a 2024 ni remotamente parecidas a lo que son hoy. Y este año tendrán que ofrecer a sus votantes las respuestas -las candidaturas- que ensayen.


Larreta, Bullrich, Milei. Las opciones «de derecha» ¿suman 2 tercios del electorado?

junio 9, 2023

Las encuestas están reflejando desde hace meses una mayoría imprecisa pero real de las 3 opciones que en el confuso escenario político local son «la derecha»: las dos precandidaturas de Juntos por el Cambio y el candidato/guru de La Libertad Avanza. En un reciente discurso didáctico, Cristina Kirchner habló de un electorado dividido en tercios (el del Frente de Todos sería uno de ellos).

Estos son días de incertidumbre y bolazos, y aunque uno los ha visto en todos los cierres de listas, reconozco que desde el 2003, no se daba nada parecido en el nivel de las candidaturas presidenciales. En esos meses oíamos «De la Sota no despega, Reutemann se borra, ese gobernador de Santa Cruz que propone Duhalde ¿quién lo conoce?»… Precisamente por eso, me parece que conviene plantearse algunas cuestiones estratégicas.

La 1° pregunta, obvia, ya la planteé en twitter y ahora la desarrollo: ¿Se deben sumar los números de Larreta, Bullrich y Milei en las encuestas, porque serían variantes de lo mismo? Pregunta que conduce a otras menos obvias. Por ejemplo: ¿Qué sería la derecha argentina hoy?

Empecemos -es lo más fácil- por inquirir si hay referencias internacionales. Estas figuras locales ¿se parecen a la inglesa Margaret Thatcher, o al húngaro Viktor Orbán, o al yanqui Donald Trump (muy distintos en estilo y programas entre sí)? Se responde fácil: a ninguno de los tres

Aunque no lo parezca, esto es bastante revelador. Porque esos tres líderes extranjeros se apoyaron en un discurso patriótico. Que no es, para ponerlo suavemente, un elemento central en el mensaje de ninguna de estos tres actores locales.

Este punto se hace muy notorio en el caso de Javier Milei, que trata de identificarse, y buscar apoyos, con algunas expresiones de la «derecha alternativa» que se extiende en Occidente. Pero, como ya señaló el politólogo Julio Burdman la «Alt Right» tiene en todas partes un discurso identitario y hasta xenófobo. No nuestro «anarco capitalista». Milei plantea reemplazar la moneda nacional por el dólar. Considera que «los argentinos de bien» no deben pagar señoreaje (el beneficio que obtiene el que emite la moneda) al Banco Central. Al Tesoro de los EE.UU., sí.

Milei es un caso extremo y pintoresco. Pero, al menos en las encuestas, su discurso tiene eco. Y hay un dato más general e ineludible: de 2015 a 2019 gobernó Juntos por el Cambio. Y las autocríticas que hoy se escuchan en esa coalición -como los despectivos ataques del mileísmo- giran sobre puntos de política económica o a lo sumo la ausencia de algunas alianzas. Los intereses nacionales… no son un tema de campaña.

Algunos amigos, formados en la vieja Izquierda Nacional, me dicen que la respuesta es muy simple: una cosa es la Derecha en los países centrales. La nuestra sería una «derecha colonial». Es posible, pero vemos en países vecinos, en Chile, en Brasil, fuerzas políticas o liderazgos culturalmente de derecha -eso significa hoy en todas partes «anti progre»- con un discurso nacionalista. Y suman muchos votos. En Argentina no.

Aquí declaro mi opinión: la division «Izquierda vs Derecha/Centro derecha» que ha dominado el discurso y el pensamiento político argentino -al menos el metropolitano- desde hace unos 15 años, es inadecuada para entender la situación actual. Y para plantear estrategias políticas. Sigo mañana, explorando otras divisiones.


La cordobesada de Larreta

junio 4, 2023

Las internas de los partidos y de las coaliciones son la parte más apasionante de la política… para políticos/as y activistas. Es decir, para aquellos que su vida y/o sus ingresos dependen de la política. El resto -los que no están comprometidos, o su compromiso es ideológico o emocional, generalmente reacciona con una de 3 actitudes: lejanía, aburrimiento o rechazo.

Sin embargo, los enfrentamientos y las maniobras que vemos en las internas nos dicen más de la naturaleza de los dirigentes y de cómo ellos ven la realidad, que las mismas campañas electorales. Todo lo que hace o dice un candidato/a, o dirigente/a, debe verse como si estuviera en un escenario. En las internas, éste es más reducido, y por eso, creo, muestra más.

Estas reflexiones difusas me las provocó la jugada que hizo pública ayer Rodríguez Larreta: su propuesta de sumar a Juan Schiaretti, el gobernador de Córdoba y referente del peronismo de esa provincia a una PASO ampliada de Juntos por el Cambio.

El hecho más importante a tener en cuenta para evaluarla, me parece, es uno que los primeros comentarios en los medios y las redes, y las declaraciones de la (otra) dirigencia de esa coalición opositora mencionaron poco: las elecciones de gobernador en Córdoba, donde se enfrentan el candidato de Schiaretti y el de JxC, son el domingo 25, dentro de 3 semanas, mucho antes de esa (hipotética) PASO.

Por eso, en lugar de especular si el Gringo Schiaretti va a competir o no el 13/8 con Horacio, Patricia, Gerardo, Facundo o algún otro que se sume, o se reste, me parece mejor ver que nos dice este borocotazo que se propone sobre el peronismo y el antiperonismo de hoy. Que no son los mismos de antes, no.

Empecemos por Córdoba, que no es poco. El 2° padrón electoral de la Argentina. Sólo detrás de Buenos Aires, un poco adelante de Santa Fe y bien por encima de CABA, donde los medios ponen sus reflectores. Me queda claro que es ahí donde se deben buscar los motivos del Gringo. Aún si se planteara en serio una aventura presidencial, sabe que sus chances, que cualquier peso político que pueda tener en el futruo, serán muy distintos según su pollo gane o pierda el 25 de este mes.

¿Entonces? Las (falibles) encuestas que manejo dicen que Martín Llaryora, su delfín, tiene buenas chances ante Luis Juez, el polémico candidato de JxC. Pero es posible que Schiaretti evalúe que el desconcierto que esta confusa jugada provocará en el fuerte radicalismo corodobés lo ayudará. Es posible.

En todo caso, dice mucho que el gobernador peronista de Córdoba durante los últimos 8 años y mandamás del aparato partidario -hasta La Cámpora apoya a Llaryora- deja decir ,al menos por 24 horas, que está dispuesto a ser un candidato por la oposición. Parece estar convencido que esto no confundirá a los votantes peronistas en su provincia. Como sea, si piensa así tiene motivos: JxC, con Macri! en la boleta, tuvo buenos resultados en Córdoba, en los mismo años en que Schiaretti triunfaba en las elecciones provinciales.

La otra cara, tanto o más significativa, de esta jugada es la reacción furiosa que provocó en Mauricio Macri y Patricia Bullrich. Y la abierta aprobación de 2 radicales muy visibles -y aliados de Larreta: Gerardo Morales y Martín Lousteau.

Nada tiene que ver en esto una ortodoxia «PROista» del Mauricio: hace 4 años llevó como candidato a vicepresidente a Miguel Angel Pichetto, que presidió el bloque de senadores del peronismo por 12 años. En cuanto a Patricia, ha estado en tantos partidos…

Según veo -y si no me falla la vista- el problema es que con esto Larreta recupera -aunque sea con un golpe de efecto- la iniciativa política, la capacidad de fijar la agenda. Hace muy poco, sufrió en ese juego de apariencias, lo que aparecía como una derrota suya: tuvo que aceptar al primo Jorge Macri como dandidato de PRO en la capital.

Tal vez no sea sólo un tema de egos y del pequeñísimo círculo de operadores. Tal vez el descenso relativo que se percibe del Horacio en las encuestas y el también realtivo crecimiento de Patricia se deba no a la necesidad de mostrar que se está más en contra de «los Otros». Un factor al que creo no se presta bastante atención es que después de 3 años y medio de un gobierno donde el centro de autoridad no ha estado claro, el votante preferiría un presidente que presida.

Si es así, lo que se discute ahora en JxC es si los votantes verán a Larreta como alguien capaz de ejercer autoridad. Si es así, esto también será el desafío de quien resulte candidato de FdT.

Usé muchos condicionales, muchos «si…» en este post. El punto es que el hecho mismo que se planteen muestra que las 2 grandes coaliciones que hoy se enfrentan no tienen respuestas políticas claras. Mi amigo Julio Burdman sostiene a que esto se debe a que el kirchnerismo y el antikirchnerismo hoy ya no suman, entre los dos, a una mayoría hegemónica de la sociedad argentina, y por eso surgen nuevos fenómenos como el ascenso, en las encuestas, de Javier Milei.

Yo difiero en algo de este diagnóstico. Creo que el peronismo y el antiperonismo siguen siendo las identidades fundantes de nuestra realidad política. El kirchnerismo y la oposición a él son como se expresan hoy. Y, también por ahora, los núcleos en torno a los cuales se pueden construir mayorías electorales. Es cierto también que en estos años se han debilitado. Como todo, no son lo que eran.