
Hace un año y un mes escribía en el blog sobre lo que estaba pasando en Siria. Tal vez uno de los aspectos más trágicos de esta guerra es que esa realidad que describía … ha cambiado muy poco. Había dejado pendiente entonces la continuación del posteo, porque preveía que la intervención externa, ya en curso, modificaría el escenario. Pero ese nivel de intervención se probó ineficaz. O quizás, horriblemente eficaz. Depende de lo que pensemos era el objetivo de quienes intervenían.
Como sea, no volví a escribir sobre ese conflicto, salvo un breve posteo en mayo de este año, cuando el bombardeo israelí. Ahora, que Washington, Londres y París han dicho que la responsabilidad del régimen de Assad en el ataque con armas químicas del 21 de agosto en Damasco es “innegable” – un eco de las intervenciones anteriores en Irak, y en Libia – me siento obligado a volver sobre el tema. Que me duele: son muchos los compatriotas nuestros que son hijos o nietos de Siria.
(Aún en Norteamérica misma, algunas voces, no precisamente de la izquierda, como la gente de Stratfor, han señalado que la acusación es dudosa. ¿Por qué recurriría Assad a usar armas químicas, y dar un pretexto para un ataque directo de EE.UU. y sus aliados europeos, en una guerra civil que iba ganando? No importa: la primera víctima en las guerras es la verdad).
Quiero empezar por lo que entiendo es el cuadro realista de lo que puede pasar ahora: No va a haber una «guerra mundial». Como no la hubo a causa de esas dos intervenciones, ni tampoco por Afganistán, donde primero invadió la vieja Unión Soviética, y luego «Occidente». Las Grandes Potencias – las que pueden pelear una guerra lejos de su territorio – naturalmente prefieren pelearlas… lejos de su territorio. Hace 68 años que mantienen esa sensata norma de conducta.
También descarto lo que en mi opinión es una tontería del «marxismo» estudiantil: que la guerra será la salida de la Crisis financiera. Esta etapa de guerras de baja intensidad comienza en los ´90, después de la caída de la URSS., y se acentúa, en el mismo escenario, el Arco Islámico, a partir de 2001. Ha acompañado ciclos de prosperidad, crisis y recesión y no parece haber influído particularmente.
El cuadro que me parece más realista se describe en esta nota de Gustavo Sierra, confirmado por Albawaba News:
«En Jordania, donde se realizó el lunes y martes una reunión de muy alto nivel de jefes militares de diez países occidentales y árabes, de la que participó el jefe del Estado Mayor conjunto estadounidense, Martin Dempsey, se acordó realizar un ataque conjunto a Siria pero “con objetivos limitados”. Un portavoz jordano que hizo un breve resumen de lo conversado dijo que “se decidió que ataques limitados con misiles serían la respuesta más responsable y sostenible en el caso de que la comunidad internacional se viera obligada a actuar en Siria”.
Los jefes militares reunidos en un encuentro de emergencia en Ammán – además de Demsey, sus homólogos del Reino Unido, Francia, Italia, Alemania, Canadá, Arabia Saudí, Qatar, Turquía y Jordania – se negaron, sin embargo, a establecer un calendario de los ataques, pero acordaron prepararse para una acción militar “durante esta semana”.
Igual, los voceros oficiales del gobierno de EE.UU. indican que la decisión final no ha sido tomada: Obama sigue practicando el rol del príncipe Hamlet. El cercano caso de Irán nos recuerda que la amenaza de guerra abierta puede mantenerse durante mucho tiempo sin que hablen los cañones.
Me parece entonces que vale más la pena marcar lo que veo como los elementos permanentes, por lo menos por algunas generaciones, de la situación, para los que les interese lo que yo pueda opinar. En realidad, es un resumen de lo que dije en esos dos posteos, ligeramente actualizado. Al final, daré mi opinión de lo que puede pasar. Y de lo que no dejará de pasar.
Siria tiene una historia muy antigua. En realidad, es muy posible que hayan surgido allí, en el arco occidental de la Media Luna fértil, hace más de diez mil años las primeras comunidades humanas estables. Esa es la provincia de los arqueólogos. Lo que los historiadores saben es que hace cinco mil años ya se mezclaban allí las influencias de las dos primeras civilizaciones conocidas, Sumeria y Egipto. Y surgian nuevas ideas y nuevos dioses. Desde entonces nunca dejaron de pasar cosas importantes, con frecuencia sangrientas. Toynbee nos recuerda que allí se inventaron las dos creaciones humanas más extendidas: el alfabeto y el monoteísmo. Pero eso es, como dije, historia antigua.
En los tiempos recientes, unos 90 años, Siria ha sido uno de los países de lengua árabe que se forman después de la caída del Imperio Otomano. Y, como todos ellos, ha tenido una historia «latinoamericana», de revueltas populares y golpes militares. Aún más inestable que nuestros países, porque la sociedad otomana no estaba organizada por nacionalidades, y pueblos distintos convivían en el mismo espacio geográfico. Y en la cultura tradicional del Medio Oriente, la identidad es la religión: alguien es, primero que nada, cristiano maronita, o nestoriano, o judío, o musulmán sunnita o shíita, o druso, o…
Siria, es cierto, no es un mosaico como el Líbano, o la ex Yugoeslavia. De sus 19 millones de habitantes, la mayoría habla árabe y profesa el islam, y la mayor parte de ellos son sunnitas. Pero hay musulmanes drusos (Javier Mora me decía que los padres de Mohamed Alí Seineldín eran de esa fe), alawitas y chiitas. Y también existen minorías de las etnias asiria, armenia, turca y kurda, junto a miles de refugiados palestinos.
Fue un difícil esfuerzo el que se planteó el Partido del Renacimiento Árabe Socialista, el Baath: crear en Siria y en Irak estados nacionales modernos y laicos. Cualquier avance iba a ser muy limitado e inestable, como lo fue el sueño de unidad con Egipto de Nasser y El-Kuatli, la República Árabe Unida. Pienso que era casi inevitable que terminara en alguna dictadura más o menos tolerada, como la que impuso Hafez Al-Assad a partir de 1970 y continúa su hijo. Si tenemos presente que Siria tiene fronteras con Irak, Israel, Líbano, Jordania y Turquía, y que es por ello un pivote clave en el Medio Oriente, campo de batalla y de influencias de todos los imperios en esos últimos 90 años, no veo otro destino más probable.
La clave del régimen de la familia Assad, la que hizo posible su poder y que hoy es el disparador interno de la guerra civil, es que pertenecen a una de esas minorías musulmanas no sunnitas, la alawita. Como tal, resultaba una garantía para las demás y para los sectores que anhelaban un estado laico, porque no estaba en condiciones de imponer su propia versión del Islam al resto de la sociedad siria. Y les brindaba a los Assad una fuente de cuadros leales, sus correligionarios, por obvios motivos de protección mutua, para los cargos claves de la burocracia, la policía y el ejército. Pero seguían siendo una minoría, impopular con la mayoría Sunni, cada vez más consciente de su identidad frente al renacimiento religioso en el mundo árabe.
Siria no es Libia. El ejército y el aparato de seguridad se han mostrado mucho más cohesionados y efectivos – a pesar de las defecciones y de atentados terroristas – que en el país norafricano, y resueltos a emplear todos los medios, incluyendo masacres y bombardeos de ciudades. Sus aliados más importantes, Irán y Rusia, aunque han tomado distancia en sus declaraciones de la represión que lleva adelante al-Assad, siguen teniendo un fuerte interés en que no se establezca en Siria un poder hostil. Continuarán proporcionándole apoyo militar y económico.
Pero tal vez el factor más importante que ha operado – hasta ahora – para disuadir a los EE.UU. de aventuras militares es la naturaleza incontrolable de la oposición al régimen. Como señalaba hace un año Santiago O´Donnell «¿Existe un proyecto de toma de poder en Siria? ¿Quién lo conduce? El Consejo Nacional Sirio, vinculado a los Hermanos Musulmanes, está en Turquía. El principal vocero del CNS, en Francia. El Observatorio por los Derechos Humanos, la ONG que monitorea los abusos del gobierno sirio, opera desde Londres. El Ejército Libre de Siria (ELS) estaría formado por militares desertores. Hace poco rompió relaciones con el CNS, que a su vez se partió en Roma al discutir el financiamiento militar.
El ELS no funciona como una fuerza regular sino más bien de hostigamiento al avance militar de las fuerzas sirias. Aunque ha demostrado que puede infiltrar el círculo íntimo de Assad y producir espectaculares atentados, no da señales de articular su acción armada con un proyecto político capaz de disputarle el poder a Assad por dentro o por fuera del Partido Baath«.
Argentinos de origen sirio, con un compromiso emocional con ese pueblo, y los antiimperialistas profesionales simplifican el asunto: los rebeldes son «mercenarios». Falta que digan que son «subversivos apátridas». La realidad es mucho peor, desde el punto de vista de los EE.UU.: además de la disidencia interna, hay voluntarios árabes pertenecientes a las versiones más extremas del sunnismo, «yihadistas». De la misma forma que combaten contra los rebeldes los milicianos chiítas del Hézbolah.
(Se ha hecho muy tarde y necesito descansar. Trataré de seguir mañana con este posteo)
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