No quiero callarme ante Gaza

diciembre 31, 2008

Terminando este año – del que este blog y sus lectores han sido para mí una parte importante – encuentro que me quedan algunas deudas. Prometí agregar datos al tema del jubileo, porque un artículo del Financial Times y algo que yo escribí allá por mayo puede ser interesante pero muy poco para los que se preocupan por la deuda externa, aquí y en Ecuador. Todavía más cercano a lo que me gusta hacer, leo las entradas recientes en el Lobo estepario, en Desierto de Ideas, algunas notas de Ezequiel Meler (que abandona, maldición) y, por supuesto, los posts de Manolo y me dan ganas de ponerme a escribir. Pero lo que está pasando en Gaza me obliga a hablar de eso.

No es frecuente. Por inclinación personal y también por una decisión meditada, siempre traté de reflexionar sobre política internacional desde la realidad de mi patria, Argentina. Dentro de lo que considero su realidad – no es solo la material, claro – incluyo, también, la de nuestro inescapable lugar en el mundo, América del Sur, y en un plano más profundo, esa forma de ser y de sentir iberoamericana que se ha ido decantando por quinientos años. Hay un elemento racional, si se quiere utilitario, en la decisión, porque si uno no tiene un talento rayano en el genio en la ciencia o en el arte, o una vocación religiosa muy profunda, sólo puede relacionarse con la humanidad a través de la nación a que pertenece.

Pero también hay una posición principista: casi siempre que escribí sobre política internacional aquí o en «El hijo de Reco», o en comunicaciones privadas, expresé mi fastidio con la «hinchada de los buenos», los que viven – con nobles intenciones, eso sí – los conflictos lejos de sus fronteras como un ocasión para la indignación moral con un enemigo al que se puede odiar y despreciar; un incentivo para hacer declaraciones y a lo mejor, marchas. La ética de la política incluye, para mí, un intento de modificar, aunque sea en una muy pequeña medida, la realidad, y una reflexión sobre sus consecuencias. O se convierte en, como decía Heinlein, un juego para adultos (Lo es, pero si es sólo eso, se pudre).

Demasiadas palabras. Hay algunos hechos que nos obligan a verlos: Gaza es un campo de refugiados palestinos, el más grande de ellos. Sus carceleros son las Fuerzas Armadas israelíes (aunque una de sus fronteras está custodiada por Egipto). Dentro de esa prisión, se han dado un gobierno encabezado por Hamas (no es un Estado: no tiene recursos propios) que aspira a continuar una guerra que comenzó hace más de sesenta años. Israel, como es previsible, trata de impedirlo. Esta no es una descripción jurídica, pero se ajusta a las realidades de poder. La diferencia de fuerzas en este caso no es demasiado distinta a la que existe entre los guardias de una prisión y quienes están encerrados en ella.

Entonces lo que hace Israel no es una guerra, sino una represión. La palabra tiene algunos ecos terribles para los argentinos, pero es parte desde siempre de la actividad de los Estados. Eso sí, quienes la lleven adelante deben tener claro que las noticias que cuenten sus hechos no hablarán de batallas, triunfos y derrotas – las palabras de la guerra – sino dirán cosas como ésta. «Por los bombardeos, cinco hermanas de la familia Baalucha, Jawaher, Dina, Samar, Ikram y Tahrir, de entre 4 y 17 años, murieron aplastadas»

Tengamos claro nosotros otra cosa: Israel no se detendrá por esto. No lo ha hecho ante situaciones similares. Y estas masacres se dan antes de unas elecciones, por un gobierno que evalúa que van a favorecer sus chances. La mayoría del pueblo israelí está convencida – con motivos o sin ellos, no importa – que su mejor chance pasa por el exterminio de sus enemigos: Y si hay «daños colaterales», bueno… (No es una actitud excepcionalmente malvada. En una situación menos extrema, la mayoría de los argentinos se encogían de hombros y decían «Algo habrán hecho». Ah, claro, era la clase media, ese sector horriblemente fascista, que sólo se redime cuando escribe en un blog progre).

Un análisis racional puede demostrar la ceguera de esta actitud. El mundo árabe – que no es especialmente solidario con los palestinos, pero al que este conflicto unifica y fortalece en su identidad (como las Malvinas para nosotros) – supera demográficamente a Israel en forma aplastante. Militar y económicamente está muy atrás, todavía, pero la sola existencia de armas nucleares cambia en forma decisiva la naturaleza y consecuencias de la guerra para un Estado pequeño en territorio. Es sencillamente inevitable – en 5, 10, 50 años – que un enemigo de Israel obtenga la capacidad de destruirlo. Y esto sin tomar en cuenta al resto del mundo musulmán, donde los enfrentamientos de algunos de sus sectores con Occidente los arrastran a la causa común contra Israel. Ver lo que pasó hace muy pocos días en la India. Pero un conocimiento muy básico de Historia nos muestra que estos análisis racionales no dominan la conducta de las naciones…

En agosto del ´06, cuando la guerra del Líbano, escribí algo en Reco sobre Hezbollah, Hamas, y los fundamentalistas pakistaníes, que apunta a las consecuencias impensadas del accionar israelí. Pero este no es un post sobre geopolítica. Mi intención es ver si la lógica del exterminio puede ser detenida. Las protestas y manifestaciones son instrumentos adecuados, si se piensan con inteligencia. Pedidos de romper relaciones comerciales con Israel, por ejemplo, pueden ser sinceros pero son tontos. Los países no se mueven por consideraciones morales, ni siquiera por hipocresía, si no media el aval de una gran potencia. U.S.A. está del lado de Israel, la Unión Europea cultiva su propia paranoia ante la inmigración musulmana. China, India tienen sus propios problemas con minorías islámicas…

Igual, hay un hecho importante: Israel ha perdido legitimidad en su política con el mundo árabe ante la opinión pública (ese monstruo mitológico que sin embargo existe). A los pensadores de la escuela realista (a la que yo tiendo a suscribir) les cuesta incluir en sus análisis este dato; como diría ese gran exponente de la escuela, Stalin «¿Cuántos misiles tiene la opinión pública?». PERO ES UN ERROR EXCLUIR EL ELEMENTO MORAL DE UNA ECUACIÓN DE PODER. Juan Pablo II respondió eficazmente a la pregunta original de Stalin «¿Cuántas divisiones tiene el Papa?» en el terreno que había sido hecha, la Europa del Este. Otro ejemplo: Alemania, en la Primera Guerra Mundial, no consiguió convertir su ventaja militar en una paz aceptable – aunque la buscó – porque no mostró en su política internacional lo que nuestra Acta de Independencia (y la de los Estados Unidos) llama «respeto a la opinión de las naciones».

Los argentinos tenemos un ejemplo más cercano. En la Guerra de las Malvinas, sufrimos – a pesar de la solidaridad en las votaciones de la mayoría de los países latinoamericanos – una derrota diplomática en los organismos internacionales, antes de la derrota militar. Un factor no despreciable en ese resultado fue que ese gobierno no logró legitimar a sí mismo y a sus métodos.

Se me ocurre entonces que el punto débil de la estrategia de «guerra sin fin» de Israel es, justamente, la opinión de sus dos aliados principales: los Estados Unidos y la comunidad judía en la diáspora. Incluida la argentina, que no es pequeña.

El primero no es un campo fácil. El lobby pro israelí logró una alianza imprevisible pero sólida con la derecha cristiana políticamente activa y con los neocons. Derrotados electoralmente, siguen siendo una fuerza poderosa. Y desde siempre ha tenido sólidos lazos con el establishment demócrata. Obama descansa en Hawai, mientras siguen los bombardeos en Gaza. Los sectores pro árabes se han mostrado hasta ahora poco eficaces en su trabajo político. Supongo que cometen el error – lo hacen sus equivalentes en Argentina – de antagonizar a la comunidad judía en su conjunto.

Sin embargo, hay un factor que me señaló Anahí en un post reciente: ¿puede convenirle a una potencia dominante como USA ser el país más odiado del mundo? El accionar de Israel no es el único factor que crea odio con los Estados Unidos, por supuesto, pero es el más dramático y visible en estos momentos. La presidencia de Obama, que en algún nivel expresa la preocupación de USA por su «poder blando», no puede ignorar esto. Y todavía puede obtener un triunfo mediático relativamente barato: Un viaje de Obama a Gaza, acompañado de alguna concesión aún menor, cambiaría dramáticamente la actitud ante Estados Unidos de las masas árabes… al menos por un tiempo.

Hay un elemento que nadie puede perder de vista, ni siquiera Israel: descartada la ilusión bushiana de una occidentalización forzada de Irak, del Medio Oriente, no hay ningún interés geopolítico de los yanquis que no requiera mejorar sus relaciones con el mundo árabe. No hablemos del petróleo: Israel no lo tiene. Arabia Saudita y los emiratos, Irak, Irán, sí.

En cuanto a la comunidad judía fuera de Israel, dentro de ella misma se produce – desde hace mucho tiempo – una revulsión ante los métodos de Israel. No debemos confundirla con los fundamentalistas, digamos, que desaprueban de la existencia del Estado de Israel por razones religiosas. Es una muy pequeña minoría. Pero son muchos los que, de religión o de memoria judía, le dicen a Israel: «No en mi nombre». Como ha sido hecho en otras ocasiones, debemos acompañarlos. Son los mejores aliados que hoy puede tener la paz en Palestina… y en Israel. Ya que recordé en algún momento de este post a unas niñas palestinas, quiero recordar también a esa joven pacifista judía de la diáspora que hace algunos años se enfrentó a un tanque que iba a demoler una casa palestina y también murió aplastada.

Un mejor 2009 para todos, incluidos los que sobreviven en Gaza.


Con los ojos del adversario: Huntington

diciembre 29, 2008

No quise dejar pasar la muerte de Samuel Huntington sin dar el homenaje que corresponde a un adversario. Trato de elegir con cuidado las palabras: adversario por su propia elección, no mío, por supuesto – no juego en su liga, dirían en su país – sino de la «cultura latinoamericana», ese conjunto de naciones, pueblos y costumbres de la que uno forma parte. Cuyo avance – demográfico, cultural – en la sociedad norteamericana veía como un peligro. «La inmigración latinoamericana en gran escala podría dividir a los Estados Unidos en dos pueblos, dos culturas y dos lenguas«, son sus palabras.

Y homenaje, porque su posición, la de un patriota «anglo» tradicional, nos ayuda a reconocernos y definirnos. Sin ser seguidor de Carl Schmitt – lejos de ello – no puedo negar que el concepto de adversario es una gran ayuda para afirmar la propia identidad (No uso el término «enemigo» porque a esa palabra, de resonancias nobles en una sociedad más tradicional, está berreteada por muchos de los que escriben en los foros de La Nación y en blogs con una actitud más liberal que la mía hacia los comentarios: «Enemigo» sería alguien a quien se insulta, y no alguien cuyo tamaño enaltece mi lucha).

El tamaño intelectual de Huntington era considerable. Para los parámetros actuales, es cierto, que revelan una cierta decadencia en el nivel de los filósofos políticos y macrohistoriadores; no hay figuras del nivel de Aron o de Toynbee. Pero su visión era más realista y compleja que los juegos intelectuales de un Fukuyama o la esterilidad en que han terminado los «Nuevos filósofos» franceses.

Su mismo patriotismo y su identificación con ciertos valores muy tradicionales de la cultura norteamericana le permitieron comprender – lo que no es frecuente en sus compatriotas – que otros pueblos tienen otros valores y tradiciones diferentes. No era sentimental, no era multiculturalista y ciertamente no era progre: no sentía un respeto abstracto por esas diferencias. Pero su pensamiento, el que exponía en sus libros, se oponía frontalmente a la fatídica fantasía que influyó en el gobierno estadounidense después de la caída de la Unión Soviética: la facil «americanización» del mundo, en particular del Medio Oriente.

Su visión de unas ocho «civilizaciones», la islámica, la eslavo-ortodoxa, la confuciana, la hindú, la africana, la latinoamericana, la japonesa y la occidental es simplista y floja en historia. No tiene tampoco la poesía trágica de Spengler ni la erudición de Toynbee. Como dije arriba, hace más justicia a la complejidad y la riqueza del mundo real que las burdas simplificaciones liberales o marxistas. Pero – aunque reconocía, como no podía dejar de hacerlo, que no son bloques homogéneos – no alcanzaba a apreciar que los conflictos decisivos se dan en el seno de estas culturas, en la forma de enfrentar la historia común que las arrastra inevitablemente. No es posible encerrarse en las fronteras de una cultura. Quizá le resultaba difícil aceptar esto porque él hubiera preferido (sin reconocerlo) unos Estados Unidos encerrados en la síntesis cultural que alcanzaron en la primera mitad del siglo pasado.

De cualquier modo, Huntington deja un legado. Puede tener un costado perverso para sus víctimas, si sirve a la reacción antiinmigratoria en los Estados Unidos. Pero a nosotros, los latinoamericanos, puede servirnos si nos ayuda de entendernos como un «nosotros».

Al menos, me parece difícil que un liberal puro y duro – e intelectual brillante, reconozcamos – como Carlos Escudé, que influyó mucho más que un Jorge Castro en el armado intelectual de la cancillería argentina que sirvió a las «relaciones carnales», hubiera escrito este magnífico ensayo «La civilización iberoamericana«, sin la influencia del pensamiento de Samuel Huntington.


secreto bancario

diciembre 27, 2008

Esta noticia está en los diarios, por ejemplo, en La Nación, de aquí, o en El Nuevo Herald, de Miami. No tendría entonces por qué ponerla en mi blog. Pero me parece una indicación sólida de un desarrollo al que hice alusión en algunos de las entradas sobre economía que subí al blog: el rol del sistema bancario en la asignación de inversiones – fundamental en la génesis del capitalismo y prácticamente excluyente a partir de los ´70 en todo el mundo – va a ser transformado – y reemplazado en parte – por la acción de los Estados.

Porque no han escuchado al sabio maestro Fouchè «Es peor que un crimen. Es un error».


otro concurso: de comentarios

diciembre 27, 2008

Como en una entrada reciente, una amiga había hecho una alusión poco respetuosa al nivel del «debate político realmente existente», decidí que lo justo era hacer un muestreo más objetivo que el del post anterior.

Busqué en Ramble Tamble, blog emblemático si los hay, dos posts publicados anteayer, en el mismo día de Navidad. Uno, fuerte aumento en la canasta básica, era un análisis estadístico que reflejaba la evolución (para arriba) de los precios de los alimentos en las últimas semanas y su impacto en la situación de los sectores populares. Tenía dos (2) comentarios.

Otro, en navidad leyendo a favio, copiaba una carta de Leonardo Favio al vice, Julio Cleto Cobos, pidiéndole que renunciase. Tenía – también a hoy – veintitrés (23) comentarios.

No más comentarios, Señor Juez.

Pero Favio ha hecho algunas películas extraordinarias.


Una tarjeta geopolítica

diciembre 26, 2008

De todos los mensajes navideños que me llegaron en la pausa navideña, que han sido bastantes, la que considero ganadora de un concurso de tarjetas sobre política internacional (laicas) ha sido la enviada por Anahí.

Claro, contó con un guionista de lujo, en un estilo romántico-tropical.

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Debo reconocer que me impresionó. Eso sí, como uno es un contradictor nato, tengo que apuntar que los latinoamericanos, al salir de nuestra aldea, debemos mirar cuidadosamente dónde pisamos. Y evaluar prudentemente lo que hacemos.

Hace no tanto tiempo, unos 30 años, una parte numerosa de la juventud latinoamericana estaba empeñada en una lucha a muerte contra el capitalismo, por la revolución socialista que llevaban adelante los oprimidos del mundo. Y las fuerzas armadas de nuestros países, en su mayoría, creían que luchaban por el mundo libre, contra el imperialismo soviético.

Lamentablemente, los primeros encontraron que sus aliados y consejeros decidieron a fines de los ´80 que era mejor negocio convertirse ellos mismos en capitalistas. Y los militares que combatían por Occidente, descubrieron que para sus mentores de las grandes potencias no eran compañeros de armas sino instrumentos necesarios pero un poco desdorosos… como preservativos, digamos. Y una vez cumplida su función, fueron descartados.

Por eso, tengamos siempre presente las enseñanzas de uno de nuestros primeros maestros, Don Jorge Canning, que nos advirtió que las naciones poderosas no tienen amigos ni enemigos, sino intereses. Un profesor desagradable, como Snape en la saga de Harry Potter. Pero que sabía, sabía.


jubileo para todos

diciembre 22, 2008

navidad

El espíritu navideño – por increíble que parezca – es algo más que un recurso para aumentar las ventas. Si no, ¿cómo podemos explicarnos este artículo del Financial Times, donde discute la posibilidad de una cancelación general de las deudas, basándose en las bíblicas exhortaciones del Deuteronomio, de John Maynard Keynes y de la hiperinflación alemana de la primera posguerra? (Estos días estoy muy apurado, pero prometo traducir los segmentos más significativos durante la semana).

Por supuesto, hay motivos muy apremiantes para considerar este tipo de medidas, pero igual atentan contra la pura doctrina de Mammon, que – como todos sabemos – es un dios celoso. Créanme, es equivalente a ver a Su Majestad Herodes el Grande llevando una pancarta en la Marcha de los Chicos del Pueblo.

Feliz Navidad para todos, incluyendo a Rafael Correa


Alfonsín, sin lágrimas

diciembre 19, 2008

Don Raúl Ricardo ha estado muy presente en los medios en estos días: los 25 años de democracia y la pasión periodística por los aniversarios redondos… Y un aparte venenoso en el editorial que le dedicó El País español despertó las iras de los blogueros populistas, lo que hizo que al Alfonso le dieran para que tenga, no en Ramble pero sí en otros blogs. Hoy, LaNación reproduce ese editorial «Alfonsín, el héroe que hizo lo que pudo» sin la frase maldita «La misma CGT que nunca organizó una huelga general durante los ocho años de infamia militar, lanzó nada menos que ocho al presidente democrático» Artemio, los Mitre temen a su palabra precisa? O a la justa cólera del Hugo? Es igual: su crítica a esa berretada es correcta.

Ahora, si uno entra en Opiniones de lectores, de esa misma nota, encuentra que el debate sobre Alfonsín, tantos años después, mantiene el nivel de zócalo de siempre. Eso me ha impulsado a volcar una reflexión en el blog, en un momento que otros nombres del pasado, Astiz, Acosta, suenan nuevamente.

Como peronista, nunca tuve una buena opinión política de Alfonsín. Cuando Balbín empezaba a conversar con Paladino, en «La Hora del Pueblo», allá por 1971, él, como dirigente del ala izquierda de la U.C.R. lo cuestionaba… (¿suena familiar?). Yo era amigo personal del difunto Jorge Roulet, que con Jorge Sábato y Dante Caputo formaban, desde el Di Tella radical, un equipo intelectual que ya en ese entonces pensaba en Alfonsín como el posible conductor de un espacio que trascendiera al radicalismo e incluyera todo el no peronismo que apostara a la transformación argentina. Jorge, que no tenía nada de gorila, me decía «Este es un país que tiene la suerte de tener dos movimientos populares y nacionales. Aprovechémosla», y soñaba con volcar en nuestro país las experiencias que había visto en la Francia de De Gaulle sobre manejo del Estado.

En 1973 organizó mi único encuentro en mi vida con Alfonsín, un almuerzo en la «Puerto Rico» de la calle Alsina. Fue cordial, pero reforzó mi imagen negativa. Ya a solas, procuré convencerlo que no era el dirigente político que podía servirle a él y a sus amigos para trascender los cenáculos intelectuales (Entonces yo sabía de política todavía menos que ahora). Irónicamente, tengo presente que me parecía… con ideas anticuadas. «Jorge, ese tipo es un republicano español!«, recuerdo que le dije.

¿Por qué me acuerdo con ironía de ese episodio? Después de los años y de los fracasos, cuando los que se esperanzaron con Alfonsín por distintos motivos, los progres y los antiperonistas, tienen presente la desilusión, se olvidan que primero provocó la ilusión. Y cambió definitivamente los términos de la política argentina.

Es difícil verlo ahora, por esa amnesia selectiva que padecemos los argentinos, pero la democracia era para la gran mayoría de los jóvenes en los ´70 una trampa gorila, burguesa o judeo-sionista, según en qué orga se militaba. Y los derechos humanos podían ser una consigna únicamente para el ala moderada de la comunidad homosexual. Quienes criticaban al foquismo de las organizaciones armadas sentían que sólo podían hacerlo legitímamente desde la teoría de la guerra popular. «La batalla de Argelia» de Pontecorvo, que serviría para entrenar represores, fue vista por toda nuestra generación, como recordaba hace poco, en el Lorraine. Y aplaudíamos.

Por supuesto no fue Alfonsín por sí mismo. Fueron las terribles experiencias del Proceso, la derrota en Malvinas, el «espíritu del tiempo» como dicen los alemanes (Y Perón no se puede analizar sin tener en cuenta el fracaso de los conservadores, la reacción antiliberal en la Europa de entreguerras, el New Deal, el laborismo inglés, los socialismos nacionales de los países del Tercer Mundo,… ). Pero su campaña en 1983, el primer triunfo electoral sobre el peronismo, y los primeros años de su gobierno dieron, para bien y para mal, las formas que iba a tomar la política – y el discurso público – desde entonces.

Como gobernante, fue malo. Su ignorancia de la economía, muy radical, me obliga a evaluar positivamente a Kirchner, vean lo que les digo. Y su falta de garra en momentos decisivos: ante Menem, ante los oficiales rebeldes, y – menos recordada – ante el Senado peronista que le voltea su esquema para encauzar los juicios a los militares, lo condena como hombre de Estado. Eso sí, como un argentino para quien el coraje es importante, no puedo dejar de mencionar que él enfrentó a los represores cuando no estaban para el geriátrico.

Al final, no puedo ignorar que, como político, logró lo que pocos en nuestra historia: marcar un antes y un después en la naturaleza de esa despreciada y decisiva actividad. Y yo – que no me gustan muchas de las formas que ha tomado la política desde entonces – debo reconocer que hoy es menos probable que los argentinos nos matemos entre nosotros por motivos políticos. Y algo de eso se lo tenemos que agradecer a Ricardo Alfonsín.


algo más sobre política y corrupción

diciembre 17, 2008

Para bien y para mal, lo mío no es la síntesis. Cuando pienso en algo, siempre encuentro matices, y consecuencias no previstas, que me resulta muy difícil abarcar en dos o tres frases. Por eso contesto aquí a Manolo, Yukio M. y Anahí sus comentarios en el post anterior: lo que ellos plantean trasciende posturas personales. Y mis respuestas son demasiado largas para una columna.

Manolo: Como siempre, tu observación sobre los prejuicios del establishment mediático es aguda: «El caso Siemens impacta sobre uno de sus pilares ideológicos: el sector privado es víctima de las extorsiones de los funcionarios. Es inimaginable pensar que el soborno puede ser ofrecido, no tiene sustento económico… Porque el Mercado vigila atentamente, y sanciona en consecuencia» Ahora, yo tendía a suponer que este era el discurso – oportunista en algunos y colonial en los más – con que el periodismo local evitaba cuestionar a las empresas que pautaban su publicidad. En los últimos años, comprobé que sectores con poder en el mundo desarrollado, en particular en los Estados Unidos, habían comprado este discurso, que antes estaba reservado a los funcionarios de organismos internacionales que trataban con países pobres. Las patéticas declaraciones de Greenspan «nunca hubiera imaginado…» muestran una asombrosa capacidad de autoengaño. Los economistas clásicos jamás hubieran cometido este error. Adam Smith, el patriarca, decía que «los comerciantes jamás se reúnen sin que salga de allí una conspiración para reducir la competencia…» y todos asumían que el rol del Estado era combatir estas tendencias. Lo que muestra que los neoliberales son mucho más pobres intelectualmente que los liberales del pasado.

Yukio: Vos sí tenés el don de la síntesis. Dos perlas: «el termómetro hipócrita global«. ¿Viste que hoy Pagni ataca de nuevo? No se priva de mencionar los nombres de Hugo Franco y de Matzkin, y agrega dos transparentes pares de iniciales: CM y CC (Personalmente, no creo que Vladimir recibiera coimas. Los buenos abogados se las arreglan para cobrar en blanco, y el era de los mejores). Ahora, esto muestra otra vez que las relaciones carnales no llevan al matrimonio, a pesar de las ilusiones que solía tener Escudé y aún conserva Jorge Castro. Me acuerdo de lo que decían en el Cercano Oriente de los ingleses, que era mejor tenerlos de enemigos que de amigos, «porque a los enemigos los compran, y a los amigos los venden». Otra tuya: «no sumarse a la algarabía de los acusadores virginales» ¿Viste a Bonasso en Canal 13, explicando su alejamiento de Kirchner con una cita de ese filósofo, don Héctor Cámpora: «No me gustan los empresarios que se meten a políticos, ni los políticos que se meten a empresarios»?

Anahí: Vos tocás el punto más importante y más profundo: «la política no es reductible a lo moral, pero “la ética” es y debe ser intrínseca a la política … Si me quedo, digamos, con $50.- de un plan que ya es vergonzoso de por sí, es un pibe que no va a la escuela, o que no tiene para zapatillas, o lo que es peor, que no come» Es muy corrupto el que no siente esto. Pero no se percibe tan claro cuando se forma parte de una estructura que administra esas injusticias; cuando estás metido en una agrupación, o en el Estado.

Vos recordás un ejemplo peronista (parece tan remoto): «Cuando la revolución fusiladora quiso encontrar irregularidades en la Fundación Eva Perón, no encontró ni medio centavo fuera de lugar, ¿me equivoco?» No, no te equivocás. Eso sí, tené en cuenta que Evita, y el Estado que Perón presidía, contaba con una burocracia estable y con orgullo de su tarea y su lugar en la sociedad, y una sociedad cuyos símbolos de status eran… menos mercantiles que los actuales (Un privilegio para los generales afines al oficialismo era ¡el permiso para importar un auto!). Eso no lo tenemos hoy. ¿Cómo hacemos para reconstruirlo, adaptado a nuestro siglo?


Política y corrupción

diciembre 16, 2008

No dedico mucho espacio en el blog a comentar columnistas de los grandes medios locales. Aunque sea en contra, uno queda enganchado como público (se lo dije hace poco a Anahí) y un blog debería servir para que uno ensaye sus propias ideas. Pero hay tres notas muy recientes de Carlos Pagni, que me parece que valen la pena: expresan – creo – algo más que lo dicen, y lo que dicen ya es bastante interesante.

Pagni es un periodista política informado e inteligente – que además no se la cree, al nivel insoportable de un Nelson Castro o de un Morales Solá. Era una de las (pocas) «plumas» que hacían que valiera la pena la información política de Ámbito Financiero. El año pasado tuvo su pase a Primera, cuando entró a jugar en LaNación. Ahora está un poquito más aburrido y previsible y, por supuesto, muy antiK, pero, bueno, ese es el estilo de juego de su nuevo equipo.

Igual, siempre vale la pena leerlo. Pero entre ayer y hoy publicó tres notas: una sobre aparentes negocios de juego en común entre Kirchner, Macri y Cristóbal López; otra sobre una vieja conocida de los políticos argentos, la empresa Siemens. Rematando con una tercera «Radiografía de una Argentina corrupta«. Léanlas; lo que tengo ganas de hacer aquí es – un poco – especular sobre el interés de Pagni/LaNación en destacar las «pésimas noticias sobre la calidad moral de la política argentina» y algo más sobre el tema del título, Política y corrupción, donde, hay que reconocerlo, Pagni tiene datos interesantes.

Las notas hablan de hechos en los que participan varios gobiernos, de diferente signo; los favores que un decreto del entonces presidente Kirchner hizo a los negocios de López son refrendados por el Jefe de gobierno de la capital (aún así, el sesgo antiK de LaN le priva de un titular muy bueno que usa el mismo día su viejo equipo, Ámbito «Macri otorga más que Kirchner a empresarios de las apuestas«). Los sobornos que Siemens admite comprometen a los gobiernos de Menem y De La Rúa, aunque Pagni aluda a «figuras estelares del presente». ¿Hay una intención de vincular a la política en sí con la corrupción?

Si es así, cabe señalar que La Nación contaría con dos grandes aliados: los políticos mismos, por supuesto, y nuestra sociedad. Que evade impuestos, coimea, elude las reglas que puede y, de vez en cuando, a menudo cuando su bolsillo empieza a sufrir, tiene ataques de moralina y grita «¡Los políticos son todos ladrones!» y lo peor, con sinceridad. No estoy hablando de la clase media (fuente de todas las hipocresías para los progres ortodoxos) en particular; en Soldati y en Barrio Parque uno puede ver el mismo fenómeno.

Quiero hacer claro lo que pienso para evitar mi propia hipocresía: la corrupción que consiste en el intercambio de beneficios entre los funcionarios de un Estado y empresarios privados existe en todos los tiempos y en todas las sociedades, en diferente grado. En estos días los diarios están llenos de ejemplos en el Primer Mundo, justamente cuando sus bolsillos sufren (Y a la frase favorita de nuestro medio pelo «Pero allí van presos», sólo cabe agregar «…cuando pierden». Tal como aquí. El origen de la fortuna de la familia Kennedy no huele exactamente a rosas. No profundicemos en los vínculos entre Obama y la máquina de Chicago. Ya lo harán otros, si le va mal). Nadie que haya visitado Cuba puede ignorar que su pueblo, alegre y solidario, practica con entusiasmo el mercado negro y el robo al estado. Y setenta años de socialismo sentaron las bases en la vieja URSS de mafias que el feudalismo siciliano tardó siglos en formar.

Sigo con lo obvio: la corrupción es un delito que acompaña a la vida humana en sociedades, y si no se le pone límites, destruye a la sociedad. Para combatirlo, es necesario encararlo con realismo, sin hipocresía y sin anteojeras ideológicas. Una es la provocada, en parte inconscientemente, por esquemas heredados del viejo marxismo: los políticos, los funcionarios del Estado no pueden ser pensados como una clase, con sus propios intereses. No, clases, lo que se dice clases, son la burguesía y el proletariado. Y los políticos burgueses sirven – por definición – a la burguesía. Entonces no es que haya corrupción, sino que cumplen con su naturaleza.

Una versión de esto, más berreta, fue popularizada en tiempos frepasistas por Verbitsky: el menemismo necesitaba de la corrupción para conseguir imponer sus políticas neoliberales. Esto querría decir que las medidas keynesianas salen gratis. Hmmm, … no me parece.

Voy a citarme a mí mismo para hacer claro el contexto en que veo el problema:

El poder económico en serio siempre se construyó en relación con el poder del Estado, desde las ciudades italianas del Renacimiento, pasando por los “trusts” yanquis que surgen después de su Guerra Civil, hasta la China actual (Y en Argentina esto tiene una larga tradición que empieza con algunos virreyes, se nacionaliza con la Primera Junta y se afirma con Roca y el reparto de tierras) … La corrupción, entonces, no es un problema sólo moral sino económico … ¿Dónde se trazan los límites, si la sociedad no lo hace? Y cómo se trazan los objetivos – tarea fundamental de la política – si ella está influída (condicionada) por los negocios?

Como ven, siempre tengo más preguntas que respuestas. Les sigo cuando tenga más tiempo


el peronismo que existe

diciembre 15, 2008

y su relación con el peronismo que existió: Es una reflexión que tengo pendiente, especialmente desde que Charlie Boyle, Anahí, Sergio Robles e ainda mais me castigaron en este blog. Pero no he tenido demasiadas neuronas libres en estos días. Apenas puedo empiezo, en voz alta.

Por ahora, y mientras kirchneristas de paladar negro – y tan diversos entre sí – como Horacio Verbitsky y Artemio López advierten que «el gobierno privilegia el empleo formal y a los sectores sindicalizados que representa la CGT… mientras crece la pobreza en la base social que sostiene al kirchnerismo» (y no quieran saber lo que dice Zloto), me parece que vale la pena leer lo que escribió Luciano, y los comentarios a su post.

Y para poner también algunos números a favor, vean los que reunió el concienzudo Sirinavasa. Una sola observación: No vale mezclar un pago por una sola vez con aumentos que se incorporan.


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