No sé ustedes, pero yo estoy un poco cansado que en la gran mayoría de los posteos termine hablando de la interna del peronismo.
Sucede que no solamente los peronistas politizados -como yo- la encuentran irresistible. También los de afuera pontifican sobre ella, con la esperanza de influirla. Algún(os) motivo(s) habrá.
Como sea, creo que es un deber de todos los peronistas reconocer el valioso aporte que acaba de hacer el Presidente Mau a la unidad de nuestro movimiento. Más allá de sus motivos, justamente. A caballo regalado no se le hacen implantes.
Me refiero a que, en Davos, Macri posicionó a Massa como el próximo líder del PJ. Y procedo a explicarme.
El colega bloguero y amigo Artemio López insiste todos los meses, desde hace unos dos años, que «El tipo de unidad histórica – social y política- que plantearon Néstor y Cristina está crujiendo«. Supongo que se refiere a la convergencia en el Frente para la Victoria entre el peronismo -o un sector de él, tan mayoritario electoralmente que la distinción es pedante- y un sector del «progresismo». Sector de la «centro izquierda» que las últimas elecciones mostraron también como mayoritario. Como recordarán, Progresistas de Stolbizer sacó menos votos que el Frente de Izquierda de Del Caño.
Ahora bien, es indiscutible que hay tensiones. No ya dentro del FpV. En el seno del peronismo. No es sorprendente. Tenemos compañeros, legitimados con cientos de miles de votos, cuyas ideas son similares a las de Sergio Massa. O un poquito a la derecha. También hay (of course) muchísimos compañeros con un vínculo emocional con Cristina Kirchner, que consideran que su gobierno fue maravilloso y sus decisiones todas acertadas. O, al menos, que no vale la pena discutirlas, frente al Mal Absoluto que está enfrente. Y hay otras posiciones, cómo no.
Ninguna de las dos que mencioné me expresa exactamente. Pero eso no importa. La realidad política es que si el peronismo quiere triunfar –y quiere, créanme- necesita todos esos votos. No le sobra ninguno, especialmente cuando desde el otro lado se construye una opción que también sabe sumar. Como pasó en 1983, 1999, 2015…
En realidad, mi escepticismo de siempre frente a la ruptura tantas veces anunciada por intelectuales y comunicadores, es que esta diversidad no tiene nada de nuevo. Ni en el peronismo, ni en la política real. Sólo alguien que no conoce, por ejemplo, a los partidos Demócrata o Republicano de los EE.UU. cree que tienen homogeneidad ideológica. O el partido Laborista de Gran Bretaña, que reúne a Blair y a Corbyn.
En la sociedad moderna, cada vez más fragmentada, la suma de diversidades necesarias para gobernar se da a través de partidos de masas, como en los casos citados. O por coaliciones parlamentarias, como en la Europa continental o en Brasil.
De cualquier modo, esas tensiones, inevitables, se manifiestan abiertamente entre nosotros cuando un peronista no tiene la Presidencia de la Nación (cuando no es así, también hay tensiones, por supuesto, pero rara vez se expresan en público. Nuestra tradición es que un Presidente peronista conduce el movimiento). Por ejemplo, en reuniones como las que cuenta aquí Pablo Ibáñez de Ámbito, o esta otra que relata Sabrina Carrasco de Letra P. (No las voy a sintetizar y comentar, como tengo por costumbre. Es viernes y hace mucho calor. Los interesados en la interna, léanlos).
Frente a esas tensiones, digo, Macri nos hace, llevándolo a Massa a Davos y «dándole manija», un importante favor. Entiéndase: no es que toda la franja dirigencial del peronismo, y las bases que aspiran a ingresar a esa franja- están peleando por ser el Número Uno. Alguno/as sí, pero la gran mayoría quiere afirmar sus cuotas de poder y/o representatividad. Que el gobierno nacional -y el bonaerense- con sus recursos, aparezca favoreciendo a uno -que se puso afuera de la manada para pelear- dispara los instintos defensivos de la mayoría. Para no hablar de las bases, las que no aspiran a ser dirigentes pero votan para elegirlos. O rechazarlos.
Nos viene bien, entonces, hasta que la realidad -los votantes- decidan quién es el Número Uno. En cuanto al Frente para la Victoria… No alcanzo a ver porqué habría que romperse. Salvo por prejuicios ideológicos, que nunca han sido decisivos en el peronismo. Perón siempre, en todas las elecciones en que participó, hizo frentes electorales. Más recientemente, Menem gobernó diez años con lo que era, en la práctica, un frente entre el peronismo y la derecha «neoliberal». Y los Kirchner gobernaron doce con uno entre el peronismo y el progresismo.
Hoy la derecha «neoliberal» tiene su propia fuerza. Y ganó las elecciones. El progresismo… sí tiene prejuicios ideológicos. Contra intendentes, ex intendentes (excepto Sabbatella), gobernadores, ex gobernadores… Sólo le tienen confianza a Cristina, y hasta ahí. Pero CFK, que no se fue del peronismo en los ´90, cuando las almas bellas progres se amontonaban en el Frepaso -y éste aparecía como una opción ganadora- es muy dudoso que se vaya ahora, para armar un partido de «los buenos». Perón nos advirtió hace mucho que los buenos somos pocos.