Trump, Obama, Macri

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Cada tanto, siento el impulso de volver a pontificar desde el blog sobre lo que está pasando, aquí y en el resto del mundo. Pero… nunca tuve el don de la síntesis, y ahora no tengo el tiempo disponible para encarar un análisis en serio.

Apenas si puedo rescatar, y como pincelada, sólo dos de los pocos tuits que lancé en estos días: «Por una frase ingeniosa @AsisOberdan sacrifica la precisión. Pero la realidad se esfuerza en darle la razón. Empieza el Tercer Gobierno Radical«. «Y el Tercer Gobierno Radical tendrá su economía ochentosa: inflación, devaluaciones y festival de bonos«.

Pero Twitter es para chicanas entre politizados y trolls. Por suerte, encontré en esta nota de Roberto Feletti -uno de los más lúcidos en la comisión de Economía del PJ- un resumen, entendible para los que no tienen formación en economía, de las políticas de Obama y de Trump, y como -inevitablemente- han cambiado el escenario global. Y del desafortunado timing del Mauricio en su intento de globalizar la economía argentina.

Este texto de Roberto ya es conocido -lo reprodujo El Destape. Pero me parece útil repetirlo aquí. Más allá de la circunstancia, acerca a los de a pie algunos de los conceptos que se manejan en economía. (Justamente, Paula Bach, de La Izquierda Diario, recién me hacía llegar este análisis, donde profundiza el análisis de las políticas del Donald y discrimina entre las que son por «show» y las decisivas. Pero eso es más para la discusión técnica).

Como sea, no me privo de mi habitual comentario al final.

«Se ha vuelto una cita tan común como real afirmar que el presidente Macri eligió un pésimo momento mundial para abrir la economía en el plano comercial y financiero, construyendo desequilibrios inmanejables en el sector externo y rifando la joya de la «pesada herencia», que fue el país desendeudado para facilitar la salida de capitales de los grupos empresarios que lo sustentan. La explicación cuantitativa de la vulnerabilidad crítica que soporta la Argentina en el actual contexto global la proporciona el balance cambiario del BCRA: en 2016/2017: se fueron u$s 33.000 millones por déficit de la cuenta corriente del balance de pagos y u$s 30.000 por «formación de activos en el exterior», mote simpático para denominar la fuga de capitales.

Pero ¿qué ocurrió para que la mediocre «elite» argentina no pudiera disfrutar de un lapso prolongado de acumulación financiera de excedente sin crisis? Esencialmente, que los países desarrollados transitan casi una década desde la crisis financiera del 2008, con sus economías creciendo a un promedio anual del 1%. Este factor está erosionando sus sistemas democráticos y fue determinante en el cambio de política económica de EEUU con la llegada de Donald Trump a la presidencia, quien puso en marcha un ensayo destinado a romper el estancamiento.

Trumpnomics: el retorno de la política fiscal y la revisión del multilateralismo

La presidencia de Barack Obama (2009-2016) estuvo signada por el auge de la política monetaria como respuesta a la crisis del 2008. Los paquetes de «quantitative easing» de fuerte emisión monetaria para dar liquidez, sumada a la recompra de las carteras morosas por parte de la Reserva Federal, impidieron una quiebra generalizada del sistema financiero estadounidense y la ejecución masiva de deudores insolventes. La política monetaria expansiva permitió mantener muy baja la tasa de interés respecto de la inflación interna de EEUU, licuando paulatinamente los pasivos impagables, detonantes de la crisis. Sin embargo, este esquema no contenía medidas de recuperación de la demanda efectiva, lesionada severamente por el «crack», y debilitaba al dólar como moneda de reserva internacional. El gobierno demócrata entendió que un potente estímulo al consumo a través de la política fiscal agudizaba los desequilibrios de los sectores externo y público, que no podían seguir siendo financiados por la emisión de dólares dado el debilitamiento que provocaba en la moneda norteamericana a escala planetaria.

La economía estadounidense languideció durante la presidencia de Obama con una tasa de crecimiento promedio anual en los dos mandatos de 1,5% y un desempleo que se mantuvo durante su primer mandato por encima del 8%, para descender paulatinamente al 5% sobre el final de su gestión. Bajo crecimiento y lento descenso del nivel de desempleo signaron una administración que no pudo superar el impacto negativo de la crisis del 2008.

Trump, convertido en presidente de los Estados Unidos, decidió apelar con fuerza al incentivo fiscal como método de relanzamiento de la economía. Una fuerte rebaja de impuestos a las empresas y un ambicioso programa de obra pública marcaron el rumbo del retorno de la política fiscal como estímulo del consumo y la inversión, logrando que la economía creciera un 2,3% en el 2017, su primer año de gestión, y que las cifras preliminares del primer trimestre del 2018 arrojaran un 2,4% de expansión con un sensible aumento de la tasa de inversión del 6,1%. A su vez, el desempleo se redujo en abril del 2018 al 3,9%, aproximándose al mínimo alcanzado en igual mes del año 2000 durante el gobierno de Bill Clinton, que se ubicó en el 3,8%.

Para impedir una situación de debilitamiento del dólar en el mundo a consecuencia del paquete fiscal planteado, se tomaron dos decisiones que modificaron el escenario global. La primera consistió en contener el desequilibrio externo, para lo cual agudizó el proteccionismo poniendo en revisión todos los acuerdos multilaterales gravosos para la industria, y estimuló la producción de energía, que ya venía en expansión. La segunda decisión fue financiar el déficit fiscal mediante la colocación de deuda del Tesoro, reduciendo la emisión monetaria. Las consecuencias de estas dos decisiones son una retracción de la demanda hacia el mundo por parte de los Estados Unidos y una absorción de la liquidez internacional que se había expandido en las décadas anteriores,  canalizando esos fondos hacia el gasto público norteamericano.

Restricción de la liquidez internacional y tensión en las economías emergentes

La política económica de Trump comenzó a actuar como una aspiradora de fondos disponibles en el mundo y además redujo la capacidad de compra internacional de un país que reúne el 26% de la demanda global. Consecuentemente, tanto en el plano comercial como en el del financiamiento, la restricción de dólares hacia las economías de tamaño medio comienza a ser alta y a expresarse en devaluaciones  relevantes en muchos países. Brasil y México, las dos economías más importantes de Latinoamérica, experimentaron depreciaciones de sus monedas en el mes de mayo cercanas al 4%.

En este marco, al presidente Macri se le ocurrió pedir auxilio al FMI, institución que le va a exigir un ajuste de su sector externo por vía de una corrección cambiaria, dado que no hay recursos para financiar el desequilibrio en que ha incurrido su gobierno.

Una vez más, nos mienten cuando nos dicen que el problema es fiscal. La crisis es externa, mezcla de incapacidad para comprender el mundo y de voracidad para llevarse los dólares».

Quiero observar que -aunque estoy de acuerdo en que el origen de la «turbulencia» de estas semanas, y de la crisis que pende sobre la economía argentina son los déficits comercial y de cuenta corriente, agravados por la inconsistencia de las políticas de Macri- no debe dejarse de lado el tema fiscal.

Me consta que Feletti lo tiene claro, pero demasiados economistas nac&pop caen la trampa dialéctica de los economistas «ortodoxos» (que habrían sido aplazados por cualquiera de los clásicos). La trampa es que tratan de conseguir que «reducir el déficit fiscal» se identifique con reducir jubilaciones, políticas sociales y otros derroches de los pobres.

Los subsidios a las empresas no se mencionan, y la insana carga de intereses… no es «primario», y por eso se sienten autorizados a no mencionarlo. Y procurar que no se piense en eso.

Tampoco, por supuesto, está permitido hablar de reducir el déficit fiscal por el lado de los ingresos.

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