Las contradicciones en el seno de los otros

Un recordado texto de Mao -ahora un poco olvidado, es cierto- es «Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo«. Hoy tomamos como un dato obvio, en este mundo posmoderno y segmentado, que en cualquier partido político, en cualquier audiencia, existen diversos intereses, prejuicios, pulsiones. Pero en ese tiempo, en una sociedad campesina en un 90 %, invadida por un ejército extranjero, era un avance teórico para la tradición leninista asumir que había contradicciones, enfrentamientos dentro del colectivo que se llamaba «pueblo».

Esto es historia vieja; aparte de los teóricos apasionados, el leninismo sólo sobrevive -también en China- como un conjunto de mecanismos para el control de la sociedad. Pero… a muchísimos politizados, con un compromiso emocional con su causa, les cuesta concebir que hay contradicciones en el «otro lado», en quienes obran contra los intereses que ellos definen como los populares.

Aún entre analistas inteligentes, se encuentra lo que me gusta llamar «el síndrome de los Protocolos de los Sabios de Langley». Asumen que, en el medio de la confusión de los acontecimientos, debe haber en alguna parte una dirección estratégica, diabólicamente astuta, que lleva adelante una estrategia prevista. Y si hay confusiones, retrocesos, o quilombos en general, se trata de maniobras para engañar a los ingenuos.

Quiero mostrarles un ejemplo que confirma mis dudas sobre esa «dirección estratégica omnisciente». Y no es cualquier ejemplo. Es probable que en términos de poder, riqueza y desarrollo tecnológico -los términos que importan a los hombres prácticos- el proceso de negociaciones más importante en el mundo actual es el que está en marcha para cerrar el TTIP (Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones) entre la Unión Europea y los Estados Unidos.

Hace poco comenté en el blog que Barack Obama se reunió con Ángela Merkel para impulsar la llamada «mayor zona de libre comercio del mundo: un área con 800 millones de potenciales consumidores».

En realidad, de «libre comercio» hay muy poco. Básicamente se trata de reglas elaboradas en largas negociaciones secretas -secretas también para los parlamentos nacionales y el Europarlamento- que eliminan todas las limitaciones a las corporaciones transnacionales. Y también la competencia que podrían hacerle empresas estatales o nuevos actores.

Las preocupaciones conspirativas de la Red Voltaire, que hablan de una «OTAN económica» dirigida contra Rusia, a tono con su habitual rusofilia, aparecen ingenuas. Es un tratado dirigido contra la capacidad de impulsar políticas de los estados, las empresas nacionales y los sindicatos. Quedarían como distritos administrativos, con color local para el turismo, en la zona económica más poderosa del mundo, regida por las corporaciones. Como una fantasía de hace medio siglo de Pohl y Kornbluth.

¿Y en qué se basan estas afirmaciones tremendistas? En los documentos originales, hackeados (robados) y publicados por ¡Greenpeace!. Al menos, Greenpeace aparece poniendo la cara. Y hay cierta lógica ahí, porque uno de los puntos del tratado lleva a dejar de lado todas esas restricciones que se basan en el cuidado del medio ambiente.

También se agradece a «la reconocida red de investigación alemana NDR, WDR y Süddeutscher Zeitung». La misma que está detrás de los «Panamá Papers» ¿recuerdan?

Resulta difícil creer que ambientalistas dedicados y periodistas intrépidos puedan apropiarse de documentos que sólo se mostraban a comisiones especiales de los gobiernos europeos por media hora, sin celulares, cámaras y lapiceras… Algunos intereses más poderosos habrán colaborado.

Como sea, Francia ya anunció que no piensa firmar el tratado. Y también está encabezando el rechazo de la Unión Europea al tratado con el MERCOSUR… (Eso que era el kirchnerismo malo el que ponía palos en la rueda en las negociaciones, era una fantasía, sólo creíble para los que se han bebido la propaganda sobre la prosperidad que trae el libre comercio).

A lo concreto: En este sitio TTIP Leaks están todos los documentos hechos públicos. Los acuerdos sobre acceso a los mercados, derechos laborales, reglamentación ambiental, empresas estatales (se indica especialmente que deberían seguir todas las reglas del Tratado),… Están en inglés, pero si usted no lo domina, en este tipo de material las traducciones de Google no son tan malas.

Y en nuestro idioma, tenemos la página de Greenpeace, que da un informe sesgado pero válido del asunto. Léanlos con tiempo. Describen el mundo que están tratando de diseñar, con menos imaginación pero más detallista que los Expedientes X.