Jorge Luis Borges, nac&pop

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Compadritos y gauchos

Mi amigo Manuel Barge sigue librando en su blog, desde hace años, una lucha sin cuartel contra la Hegemonía Cultural, en defensa de la identidad plebeya y bárbara del peronismo. Todo bien; cuenta con mi apoyo. Pero a veces me permito decirle que exagera. El enemigo más pesado del peronismo -o de los peronistas, que me importa más- no es la cultural, sino otras hegemonías.

Es cierto que en Argentina, desde que existe, hay entre nosotros quienes rechazan, sienten inferior, nuestra identidad americana, y se ven como europeos desplazados. Pero, Manolo, ese europeísmo es trucho. Nunca hemos tenido una clase intelectual con poder político, como existe allá. Y también en los EE.UU., aunque cuestionada por amplios sectores. Nuestros intelectuales ni siquiera son parte por derecho propio de las clases dirigentes, como en Brasil y México. Aquí, billetera mata intelectual, al menos desde 1890.

Pero atención: esta pelea es importante, no en la política del poder, sino en el área de la educación. Que es donde se forman las ideas en el largo plazo. Por eso comparto la furia con que Manolo castiga las insolencias de Américo Castro, un filólogo español (nacido en Brasil) que en 1941 se permitía decir en su libro La peculiaridad lingüística rioplatense y su sentido histórico:

«… Las peculiaridades del español rioplatense, en especial el voseo, son síntoma de «plebeyismo universal», «instinto bajero», «descontento íntimo, encrespamiento del alma al pensar en someterse a cualquier norma medianamente trabajosa».

La fuerte identidad de la variedad rioplatense se debe a la aceptación general de las formas populares en desmedro de las cultas, y le preocupa sobre todo la imposibilidad de percibir inmediatamente la clase social del hablante a partir de los rasgos de su habla; la falta de los «frenos e inhibiciones» que las clases superiores deberían representar le parece un inequívoco síntoma de degradación social«.

Tal vez don Américo haya tenido oportunidad de alimentarse con el envío de trigo a España que hizo Perón en la posguerra…

Como sea, me alegra mucho que mi amigo haya ido a buscar a este académico europeo para pegarle. Porque me hizo acordar de un artículo maravilloso que escribió Jorge Luis Borges, también en 1941, en respuesta a ese libro. Porque nuestro poeta también era criollo, y profundamente argentino. Lástima que después la versión de la «grieta» de su tiempo, su anti peronismo feroz, lo apartó de gran parte de nuestro pueblo y de su experiencia. Bueno, también sus odios eran típicamente argentinos.

El texto es muy conocido por los que han leído a Borges. Igual, no me voy a privar de subirlo al blog. Ni, espero, ustedes de leerlo.

«Las alarmas del doctor Américo Castro

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La palabra problema puede ser una insidiosa petición de principio. Hablar del “problema judío” es postular que los judíos son un problema; es vaticinar (y recomendar) las persecuciones, la expoliación, los balazos, el degüello, el estupro y la lectura de la prosa del doctor Rosenberg. Otro demérito de los falsos problemas es el de promover soluciones que son falsas también. A Plinio (Historia natural, libro octavo) no le basta observar que los dragones atacan en verano a los elefantes: aventura la hipótesis de que lo hacen para beberles toda la sangre que, como nadie ignora, es muy fría. Al Doctor Castro (La peculiaridad lingüística, etcétera) no le basta observar un “desbarajuste lingüístico en Buenos Aires”: aventura la hipótesis del “lunfardismo” y de la “mística gauchofilia”.
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Para demostrar la primera tesis —la corrupción del idioma español en el Plata—, el doctor apela a un procedimiento que debemos calificar de sofístico, para no poner en duda su inteligencia; de candoroso, para no dudar de su probidad. Acumula retazos de Pacheco, de Vacarezza, de Lima, de Last Reason, de Contursi, de Enrique González Tuñón, de Palermo, de Llanderas y de Malfatti, los copia con inútil gravedad y luego los exhibe, urbi et orbi como ejemplos de nuestro depravado lenguaje.
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No sospecha que tales ejercicios (“Con una feca con chele / y una ensaimada / vos te venís pal centro / de gran bacán”) son caricaturales; los declara “síntoma de una alteración grave”, cuya causa remota son “las conocidas circunstancias que hicieron de los países platenses zonas hasta donde el latido del imperio hispano llegaba ya sin brío”. Con igual eficacia cabría argumentar que en Madrid no quedan ya vestigios del español, según lo demuestran las coplas que Rafael Salillas transcribe (El delincuente español: su lenguaje, 1896):

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El minche de está rumí

Dicen no tenela bales;
Los he dicaito yo,
Los tenela muy juncalesEl chibel barba del breje
menjindé a los burós:
apincharé ararajay
y menda la pirabó

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Ante su poderosa tiniebla es casi límpida esta pobre copla lunfarda:
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El bacán le acanaló
El escaracho a la minucia;
Después espirajushió
Por temor a la canuschia.

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En la página 139, el doctor Castro nos anuncia otro libro sobre el problema de la lengua en Buenos Aires; en la 87, se jacta de haber descifrado un diálogo campero de Lynch “en el cual los personajes usan los medios más bárbaros de expresión, que sólo comprendemos enteramente los familiarizados con las jergas rioplatenses”. Las jergas: ce pluriel est bien singulier. Salvo el lunfardo (módico esbozo carcelario que nadie sueña en parangonar con el exuberante caló de los españoles), no hay jergas en este país. No adolecemos de dialectos, aunque sí de institutos dialectológicos. Esas corporaciones viven de reprobar las sucesivas jerigonzas que inventan. Han improvisado el gauchesco, a base de Hernández; el cocoliche, a base de un payaso que trabajó con los Podestá; el vesre, a base de los alumnos de cuarto grado. En esos detritus se apoyan; esas riquezas les debemos y deberemos.
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No menos falsos son los graves problemas que el habla presenta en Buenos Aires. He viajado por Cataluña, por Alicante, por Andalucía, por Castilla; he vivido un par de años en Valldemosa y uno en Madrid; tengo gratísimos recuerdos de esos lugares; no he observado jamás que los españoles hablaran mejor que nosotros. (Hablan en voz más alta, eso sí, con el aplomo de quienes ignoran la duda.)
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El doctor Castro nos imputa arcaísmos. Su método es curioso: descubre que las personas más cultas de San Mamed de Puga, en Orense, han olvidado tal o cual acepción de tal o cual palabra; inmediatamente resuelve que los argentinos deben olvidarla también… El hecho es que el idioma español adolece de varias imperfecciones (monótono predominio de las vocales, excesivo relieve de las palabras, ineptitud para formar palabras compuestas) pero no de la imperfección que sus torpes vindicadores le achacan: la dificultad. El español es facilísimo. Sólo los españoles lo juzgan arduo: tal vez porque los turban las atracciones del catalán, del bable, del mallorquín, del galaico, del vascuence y del valenciano; tal vez por un error de la vanidad; tal vez por cierta rudeza verbal (confunden acusativo y dativo, dicen le mató por lo mató, suelen ser incapaces de pronunciar Atlántico y Madrid, piensan que un libro puede sobrellevar este cacofónico título: La peculiaridad lingüística rioplatense y su sentido histórico).
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El doctor Castro, en cada una de las páginas de este libro, abunda en supersticiones convencionales. Desdeña a López y venera a Ricardo Rojas; niega los tangos y alude con respeto a las jácaras; piensa que Rosas fue un caudillo de montoneras, un hombre a lo Ramírez o Artigas, y ridículamente lo llama “centauro máximo (Con mayor estilo y juicio más lúcido, Groussac prefirió la definición: “Miliciano de retaguardia”.) Proscribe –entiendo que con toda razón— la palabra cachada, pero se resigna a tomadura de pelo, que no es visiblemente más lógica ni más encantadora. Ataca los idiotismos americanos, porque los idiotismos españoles le gustan más. No quiere que digamos «de arriba»; quiere que digamos «de gorra»… Este examinador “del hecho lingüístico bonaerense” anota seriamente que los porteños llaman acridio a la langosta, este lector inexplicable de Carlos de la Púa y de Yacaré nos revela que taita, en arrabalero significa padre.
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En este libro, la forma no desdice del fondo. A veces el estilo es comercial: “Las bibliotecas de Méjico poseían libros de alta calidad” (página 49); “La aduana seca… imponía precios fabulosos” (página 52). Otras, la trivialidad continua del pensamiento no excluye el pintoresco dislate: “Surge entonces lo único posible, el tirano, condensación de la energía sin rumbo de la masa, que él no encauza, porque no es guía sino mole aplastante, ingente aparato ortopédico que mecánicamente, bestialmente, enredila el rebaño que se desbanda” (páginas 71, 72). Otras, el investigador de Vacarezza intenta el mot juste: “Por los mismos motivos por los que torpedea la maravillosa gramática de A. Alonso y P. Henríquez Ureña” (página 31).
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Los compadritos de Last Reason emiten metáforas hípicas; el doctor Castro, más versátil en el error, conjuga la radiotelefonía y el football: “El pensamiento y el arte rioplatense son antenas valiosas para cuanto en el mundo significa valía y esfuerzo, actitud intensamente receptiva que no ha de tardar en convertirse en fuerza creadora, si el destino no tuerce el rumbo de las señales propicias. La poesía, la novela y el ensayo lograron allá más de un “goal” pefecto. La ciencia y el pensar filosófico cuentan entre sus cultivadores nombres de suma distinción” (página 9).
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A la errónea y mínima erudición, el doctor Castro añade el infatigable ejercicio de la zalamería, de la prosa rimada y del terrorismo.
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P.S. — Leo en la página 136: “Lanzarse en serio, sin ironía a escribir como Ascasubi, Del Campo o Hernández es asunto que da que pensar”. Copio las últimas estrofas del Martín Fierro:

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Cruz y Fierro de una estancia
Una tropilla se arriaron;
Por delante se la echaron
Como criollos entendidos
Y pronto sin ser sentidos,
Por la frontera cruzaron.
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Y cuando la habían pasao
Una madrugada clara,
Le dijo Cruz que mirara
Las últimas poblaciones;
Y a Fierro dos lagrimones
Le rodaron por la cara.
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Y siguiendo el fiel del rumbo,
Se entraron en el desierto,
No sé si los habrán muerto
En alguna correría
Pero espero que algún día
Sabré de ellos algo cierto.
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Y ya con estas noticias
Mi relación acabé,
Por ser ciertas las conté,
Todas las desgracias dichas:
Es un telar de desdichas
Cada gaucho que usté ve.
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Pero ponga su esperanza
En el Dios que lo formó,
Y aquí me despido yo
Que he relatao a mi modo,
Males que todos conocen
Pero que naides contó.

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“En serio, sin ironía”, pregunto: ¿Quién es más dialectal: el cantor de las límpidas estrofas que he repetido, o el incoherente redactor de los aparatos ortopédicos que enredilan rebaños, de los géneros literarios que juegan al football y de las gramáticas torpedeadas?
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En la página 122, el doctor Castro ha enumerado algunos escritores cuyo estilo es correcto; a pesar de la inclusión de mi nombre en ese catálogo, no me creo del todo incapacitado para hablar de estilística«.

10 Responses to Jorge Luis Borges, nac&pop

  1. Voces dice:

    Gracias Abel, no conocía este escrito de Borges.

  2. Qué bueno el texto de Borges, qué oportuno para recordarnos la importancia de la cultura no desde las elites sino desde la producción popular, expresado esto por alguien profundamente culto.
    Gracias Abel

  3. ABEL: Me alegra leer que lo considerás a Borges «criollo» y «profundamente argentino». Alguna gente en el pasado dejó de hablarme porque yo decía algo con el mismo sentido. ¿Leíste su cuento «La señora mayor»? Es una maravilla.
    Eddie

  4. Silenoz dice:

    Hablando de todo un poco ya que citamos batallas culturales y/o hegemónicas, el «cro.» Malamud hace su aporte a la dialéctica….
    ¿Puede sobrevivir el peronismo?

    Supongo que la respuesta del Señor de los Cordones (ja ja… con todo respeto ehhhh…) no se hará esperar demasiado

    PD: ¿este Malamud era el de la teoría de la primera, segunda vuelta y que se ió que evitaban el balotaje no?

  5. Daniel E. Arias dice:

    Los intelectuales ibéricos -García Lorca era otra cosa- no nos quieren, entienden ni quieren entender. Borges «cachó» a Menéndez y Pidal, gran crítico literario que del Cid sabía bocha, denostrando peyorativamente de las «monótonas cuartetas del Martín Fierro»
    Por supuesto, M&P no tenía idea de que el Martín Fierro está hecho básicamente de sextinas, con alguna que otra intercalación de cuartetas, redondillas y de tanto en tanto algunas décimas que te dejan boqueando de buenas. La décima es realmente versificación de arte mayor, el soneto gaucho. Y en cuanto a monotonía, el Cid abunda en esa materia pese a algunos versos de brillo aquí y allá, pero forzamos estúpidamente a nuestros estudiantes de bachillerato a su estudio por cumplir no sé qué obligaciones culturales con «la Madre Patria».
    Y nos las tomamos en serio, esas obligaciones. La Madre es la Maestrita Patria. Le seguimos rindiendo pleitesía cultural al burro franquista Ortega y Gasset, que desde una España analfabeta regida por el terror venía a darnos sus sabios consejos existenciales: «¡Argentinos, a las cosas!». Como muestra del amor español por lo concreto, los tribunales militares de Franco decidían 9 fusilamientos por hora, tal vez para bajar el consumo nacional de trigo argentino donado a costo cero por Perón a aquella España medioeval y destruida.
    La Madre Patria que vació Aerolíneas dos veces seguidas, con Iberia y luego con Marsans, la que vació dos veces YPF con Repsol, la que infatigablemente vacía la plataforma continental argentina con su sobrepesca (en 2004 hizo colapsar los caladeros y dejó a 30.000 obreros pesqueros argentinos en la calle), todo bajo vista y tolerancia de gobiernos milicos, radicales, peronchos y «qué serai», como la Alianza o el actual. La Madre Patria que vía Telefónica-Movistar nos vende líneas de tierra que hace años no se reparan, y millones de móviles hiper-poderosos pero que no logran comunicarse por falta de inversiones en ancho de banda.
    Es fama que cuando Repsol se apropió de YPF lo primero que devastó fue el centro de investigación y desarrollo donde, ya en 1994, se desarrollaba tecnología de «fracking», al mismo tiempo que en EEUU. Lo último que querían los nuevos dueños era que aquí tuviéramos independencia tecnológica y patentes criollas.
    Y así sigue el baile con los hispánicos. La cosa se agrava con gobiernos como los de la Década Infame o los de Menem.
    Siempre en plan docente, la Madre Patria.
    Mi viejo tampoco soportaba esos aires y esos desaires. Y era español. Y republicano. Hijo de taxista analfabeto y acostumbrado a pasar hambres bíblicas en Galicia, pudo hacerse contador, bilingüe y grandísimo lector gracias a la educación pública. La muerte fue piadosa y le evitó ver el vaciamiento de la Argentina a manos de España en los ’90. Le habría dolido demasiado.

  6. Mariano T. dice:

    En esa época el hispanismo era una rama del nacionalismo, por eso los dichos de Borges no son nada inocentes.
    Todos los ismos, (sobre todo cuando el vocablo que lo antecede es poco definible con certeza) incluso el antihispanismo de Arias, siempre me parecieron algo bizarros, y digo bizarro como galicismo..

  7. Ricardo dice:

    Daniel Arias:

    Me interesaría profundizar algo más sobre el desarrollo de tecnología de fracking en 1994 por parte del centro de investigación de YPF.
    ¿Dónde se puede encontrar algo?

  8. Jose dice:

    Elites intelectuales con poder: «Bajo la denominación de la Generación del 80 se conoce a la élite gobernante de la República Argentina durante el crucial período de la República Conservadora (1880–1916)».

  9. Es genial, claro. Se vincula con la idea de lo nacional como una especie de esencia propia que se manifiesta entre otras cosas a través del lenguaje, que en parte ES el lenguaje, que es sobre todo forma y no contenido, no «temas», que es contenido sólo en el sentido del contenido de la forma, por decirlo de alguna manera.

    Es complementario con «El escritor argentino y la tradición», donde dice que o ser argentino (o cualquier otra identidad, ya que estamos) es una fatalidad o es una impostura. Lo dice fustigando el pintoresquismo, la idea de que hay temas argentinos (el campo, los gauchos) y otros que no. La idea es que lo nacional es la declinación, la versión, local de lo universal.

    La cita de Borges:

    «Por eso repito que no debemos temer y que debemos pensar que nuestro patrimonio es el universo; ensayar todos los temas, y no podemos concretarnos a lo argentino para ser argentinos: porque o ser argentino es una fatalidad, y en ese caso lo seremos de cualquier modo, o ser argentino es una mera afectación, una máscara.»

    En el blog lo había evocado acá: http://enanosenelefante.blogspot.be/2014/03/poeta-y-nacional-dos-palabras-que.html

  10. Esther dice:

    ¡Maestro, Borges!

    Paso a paso desnuda los rebuznos del borrico (utilicemos el español más castizo, ¡qué joder, tío!). Borges lo puede hacer con facilidad porque él sí sabía, sabía de verdad, sabía como sólo puede saber quien tiene un intelecto poderoso, lo entrena y lo utiliza.

    Para muchos españoles, es cierto, la Lengua es la que ellos usan, y se sorprenden (negativamente) ante un uso diferente, y creen que ese uso es equivocado, burdo. No para todos, ojo. En estos tiempos que corren, cada vez menos: la Interné nos ha puesto en contacto directo a unos y otros, nos estamos “mezclando” rápidamente. Y los españoles tienen un problema grave con la lengua española: desde el momento en que Borges escribió este texto, haciendo referencia a los distintos dialectos (o idiomas) que se hablan en suelo español, hasta ahora, pasó mucha agua bajo el puente y la propia España enfrenta un profundo cisma interno que se hizo fuerte, en gran medida, a través del idioma; la larga lucha de los catalanes para imponer el uso del catalán frente al español ha sido, sin dudas, uno de los elementos más contundentes en la promoción de la independencia de Cataluña.

    Vivimos tiempos revueltos con respecto a la lengua. Pero más revueltos con respecto al efecto de otro idioma: el de las imágenes. En “Macri y la vuelta a la naturaleza” escribí sobre la simbología de los maizales… Y eso es imagen pura, e imagen que se genera en Hollywood e ingresa a nuestras mentes. La imagen, la gran vedette de estas épocas, ingresa y se queda.

    Volviendo al texto de Borges, que es una verdadera delicia (nada sorprendente en él), me encantó esto:
    «No adolecemos de dialectos, aunque sí de institutos dialectológicos. Esas corporaciones viven de reprobar las sucesivas jerigonzas que inventan».
    Precioso. Si se lo lee según la noción extendida de que el verbo “adolecer” significa “carecer” no tiene sentido, es internamente contradictorio. Sí tiene sentido si se considera el significado correcto del verbo. Por el puro placer de inventar, invento que ya en aquella época se utilizaba incorrectamente el verbo adolecer. Imagino que Borges lo sabía. Invento que escribió deliberadamente estas dos frases: una forma sutil y elegante de mostrar que el buen uso del idioma pasa por lados muy distintos al voseo sí/voseo no.
    Claro, esto no es más que un invento mío.

    Un abrazo,
    Esther

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