Ledesma y las clases sociales en el siglo XXI

Éste es otro posteo de impulso en un blog descuidado (a la fuerza). Trata de Ledesma, la ciudad (el nombre oficial, con una ironía inconsciente, es Libertador General San Martín) y me lo puso en la cabeza una noticia sobre el brote de coronavirus en el personal de la azucarera Blaquier, la empresa símbolo y realidad del lugar. Pero no tiene que ver con este virus; más bien, con anécdotas de un familiar que este año trabajó un tiempo en esa ciudad.

Me hizo pensar en el tema, clave, de las clases sociales en el mundo, y la Argentina, actuales. Cuando no son útiles, creo, el análisis que hizo Marx hace siglo y medio; ni siquiera el menos rígido que hizo Tucídides, bastante antes. Porque, a mi modo de ver, los Blaquier -y sus equivalentes- ya no son uno de los factores decisivos en la ecuación del poder.

Seguro, Carlos Pedro Blaquier es muy rico, e influyente. A su mansión, toda de mármol en San Isidro, asisten cuando los invita otros argentinos muy ricos e influyentes. El buen gusto nunca fue una característica de los argentinos más ricos (bueno, tampoco de los nuevos ricos chinos, que tienen bastante más guita en conjunto). Pero los nuestros tampoco tienen lucidez política. Si se piensa que el último gobierno que apoyaron con entusiasmo al comienzo fue el de Mauricio Macri…

Para los que tienen problemas de comprensión de textos: no estoy diciendo que los Blaquier y sus equivalentes no influyen, y mucho. Tienen con qué financiar medios y campañas. Digo que no son un factor social decisivo, no son un protagonista principal de la lucha de clases en el presente.

¿Y cuál sería, Abel, a su modo de ver? Ledesma, la ciudad, es un buen ejemplo visual del punto que trato de hacer. Porque son dos ciudades en el mismo lugar: una, donde viven los empleados y los técnicos de la empresa, y el entorno social que interactúa con ellos: profesionales, comerciantes, empleados del Estado nacional, del provincial, de varias instituciones. Razonablemente prolija y moderna, con escuelas aceptables. Podría ser cualquiera de decenas de miles en Argentina.

La otra Ledesma está sucia y descuidada; no tiene buenos servicios de recolección de residuos; ni buenos servicios, en general. Son casas y locales humildes y amontonados. Las escuelas son, sobre todo, comedores. Ahí viven los trabajadores sin formación, los que trabajan por temporadas, los que viven de changas o trabajos ocasionales… También podría ser cualquiera de decenas de miles de villas o asentamientos en Argentina.

Algunos de sus visitantes dicen que es Bolivia, pero eso es un error. En Bolivia también hay esa misma separación social en sus ciudades. La diferencia sería, quizás -no conozco tanto ese país- que en Bolivia la ciudad pobre es más numerosa que la otra, al menos en la Puna.

En Ledesma, en la Argentina, no es así. Los números, de un lado y otro, están más equilibrados. Recordemos que en Jujuy, después de muchos años de gobiernos peronistas, sólo interrumpidos por golpes militares, en 2015 ganó el radical Gerardo Morales. Que fue reelegido el año pasado. Milagro Sala había organizado a muchos de los más pobres y los hizo muy visibles…

Repasando lo que escribí, me doy cuenta que tiene ese tono analítico y distante con el que me permito fastidiar a mis amigos más emocionales. Pero es incompleto. Porque yo, como todos los argentinos politizados y una buena parte de los que no lo son, estoy comprometido con un lado de la puja política. Pero no se puede llegar a una definición perdurable en esa puja, si no se toma en cuenta esta realidad de nuestro tiempo.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.