¿Que quedó de Puerto Rico? Un lamento borincano

ruinas

Puerto Rico, una hermosa isla, a la que los argentinos que la conocen ha sido en su mayoría como turistas. Pero sabemos, aunque no pensemos en ello, que es un pedazo bien latino «asociado» a los EE.UU. Esta semana leí -en una columna de opinión del New York Times…- apuntes de un diario de Ana Teresa Toro, periodista puertorriqueña.

Es amargo, pues está escrito después de una catástrofe. Creo que nos dice algo a nosotros, también. Por esas dos cosas, subí antes el video de Calle 13 «La Perla», que  es una afirmación de identidad, y de vida.

Al final, un comentario corto mío.

«SAN JUAN — ¿Qué ha quedado en Puerto Rico a casi dos meses del paso del huracán María? ¿Qué se siente habitar una isla cada día más averiada y vacía? ¿Qué más se va a llevar el mar? Algunas respuestas en el diario de una colonizada.

Sábado 23 de septiembre de 2017: La aparición

Lo único que quedó fue el inodoro. Como siempre, cuando todo acaba se revela el asco, la tripa. El horror. La imagen pertenece a las montañas del barrio La Sierra en Aibonito. No quedaban techos ni paredes en las casas, los caminos aún estaban obstruidos por árboles, el tendido eléctrico seguía caído y el olor a pollos muertos –producto de la devastación en los ranchos, que ahora eran esqueletos sin techos, de una parte sustancial de la industria avícola nacional– corroboraban lo evidente: este no es el país que creíamos tener. En la montaña, lo que se veía era una hilera de inodoros, sin nada más. Todo quedó expuesto.

El paso de María inició la noche del miércoles 20 de septiembre. Casi 24 horas de lluvias y vientos y furia. Atravesó la isla de Puerto Rico por el mismo centro, de norte a sur y apretando en la entraña. Un ultraje total.

En un país en el que abundan los cultos marianos oficiales y en el que se aparece la virgen constantemente en paredes, troncos de árboles y manchas de plátano o de café, el que un huracán lleve ese nombre explota todos los valores simbólicos imaginables. Ya lo dicen los creyentes: son caminos misteriosos.

Nadie recordó que este día 23 se conmemoraba el Grito de Lares, fracasado intento de independizar a Puerto Rico. Pero qué más da un fracaso histórico cuando días antes el país entero se desmoronó de golpe.

27 de septiembre de 2017: El shock y la maldita calma

Llegar a casa, después de días sin saber de nuestra gente. Encontrarlos y abrazarlos como se abraza al que llega de un largo viaje. Sentir que hemos sobrevivido a algo muy duro, porque es la verdad. Alegrarnos de ver, incluso, a quienes no queremos tanto. Llorar porque no es posible reconocer ningún paisaje familiar, porque ya no hay cuerpos físicos para tantas memorias. No saber de tanta gente y, a su vez, tener la certeza de que hay más de cien desaparecidos, de que mientras haces doce horas de fila para comprar gasolina, decenas de pacientes morirán porque los hospitales no tienen diésel y no llegará a tiempo el oxígeno ni podrán hacerse diálisis; van a morir (y murieron) sin siquiera la mísera dignidad de formar parte de una cifra. Saber que hay barrios incomunicados porque todo colapsó. Sentir el abandono del mundo. Temer más a la calma que al viento. Temer que vendan lo que queda del país a precio de pescado abombado, temer que a nadie le importe después que se vayan los periodistas internacionales, temer que, cuando dejen de contarnos, acabemos de existir. A todo esto temo.

Pero esa sensación de asedio y abandono es centenaria. Desde la invasión estadounidense en el 1898, quedó establecido que “la isla fue ocupada por la fuerza, y el pueblo no tiene ninguna voz en la determinación de su propio destino”, como señaló el general George Davis, uno de los primeros gobernadores militares de la isla. A finales de 2015, la Suprema Corte de Estados Unidos le recordaría a Puerto Rico, por medio de su decisión en el caso El pueblo v. Sánchez Valle, que nada ha cambiado. Quedó ratificado que el Estado Libre Asociado, o ELA, de Puerto Rico no tiene soberanía propia para fines de la cláusula constitucional federal contra la doble exposición o juicio por la misma causa en casos criminales. Es decir, que el ELA y Estados Unidos no son soberanos independientes; eso significa que los gobiernos no pueden procesar a alguien en dos distintos casos por el mismo delito. Muerta la ilusión de frágil soberanía. La colonia, sin más.

A esto debe añadirse la negativa del Congreso de Estados Unidos de permitir un proyecto local de bancarrota, impidiendo al país declararse en quiebra y dejándolo sujeto a la imposición de una Junta de Control Fiscal, bajo el incómodo marco de la llamada ley Promesa. A ello, sumemos la nueva ola de migración masiva provocada por la crisis fiscal.

En medio de ese largo asedio, de esa condición difusa de país —que lo es porque es nación, pero que no puede serlo porque no es estado—, María nos vino a ver.

30 de septiembre de 2017: Filas sin magia

Día diez. Ya somos expertos en la fila de la gasolina y la del hielo. Prefiero la segunda. Horas para comprar el prodigio helado que se derretirá en menos del tiempo que toma llegar a él. Conocer el hielo siempre será la gran cosa, símbolo del Caribe.

Vale la pena esperar por el hielo, del mismo modo en que vale la pena vivir: tienes la certeza que vas a morir, pero vale la pena helarse para derretirse. Gabriel García Márquez, en Cien años de soledad, lo sabía. Después de todo, siempre fue más realismo que magia.

Lo que pasa es que aquí hay diabéticos que van a morir por no poder mantener fría su insulina.

1 de octubre de 2017: Un nuevo calendario

María nos ha legado un calendario del shock: desde el 20 de septiembre comenzó un tiempo nuevo. Contamos los días sin saber de nuestros familiares, sin agua potable, sin electricidad, sin cobrar, las 5000 despedidas semanales de hermanos que se van y que probablemente no regresarán. Contamos los días desde que nada funciona, desde que nos machacan a diario con la campaña “Puerto Rico se levanta” pero en que lo único que nos levanta son los mosquitos y el calor, al igual que la ansiedad de no saber si volveremos a casa. No nos fuimos de casa, la casa se nos fue. Así, literalmente, para tantos sin techo y metafóricamente para el resto.

Es muy duro volver a casa cuando esa casa se muestra tal cual es.

3 de octubre de 2017: La visita

rosello trump

Donald Trump, con el gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló, durante una reunión para coordinar esfuerzos realizada el 3 de octubre.

Al colonizado se le escupe y agradece el gesto. Vicios de construcción, le dicen. La visita del innombrable presidente estadounidense fue una oportunidad más para entender que los desastres son naturales, pero la respuesta a ellos es política. Lo que sucede es que al colonizado se le enseña a no politizar. Después de todo, ¿para qué hablar de poder si no se tiene ninguno?

Conocí políticos estadounidenses que, cándidamente, me dijeron en señal de empatía: “Don’t you worry. We’re gonna push for statehood” [“No te preocupes, vamos a presionar a favor de la estadidad”]. Les sonreí. No tienen idea. No se les ocurre que exista el deseo de elegir nuestro destino. En la actualidad, la estadidad es una opción que puede alcanzar mayoría, pero por más de cien años no ha sido así. Al colonizado se le mira desde la infancia de su ser político y aquí estamos otra vez, queriendo un puesto igual de negociación en la mesa y recibiendo como dádiva un rollo de papel secante. Quien no lo agradezca será un paria en su propia tierra. Para muestra, una alcaldesa.

Han pasado más de cincuenta días desde que pasó el huracán y aún más de la mitad de la isla no tiene electricidad. Los que sí, la tienen de manera intermitente; no puedo imaginarme un suburbio estadounidense sin electricidad por cincuenta días. El jueves, quienes la habían recuperado volvieron a perderla en otro apagón general. Aún hay desaparecidos y la ambigüedad respecto a la cifra de muertos no se aclara. Nadie acepta lo evidente. Son demasiados y muchos pudieron haberse salvado. El 25 por ciento de la población sigue sin agua potable y florecen las epidemias porque vivimos entre escombros y basura acumulada.

Entonces en el debate público se insiste en la eterna comparación que nos quiere poner a antagonizar con Cuba, pero no se logra. Por un lado, la izquierda celebra la eficiencia de la recuperación cubana tras el paso del huracán Irma y por el otro, la derecha advierte que la escasez que experimentamos es lo que se vivirá si la isla se independiza. Pero nuestra relación con los cubanos es como la de un par de primos que por líos familiares no han podido crecer juntos y cada vez que se reencuentran lo agarran donde lo dejaron. Somos familia y, a su vez, un espejo de la imagen distorsionada del Caribe, esa gran placa de Petri de los proyectos políticos. De ser la isla del encanto, llena de dólares y progreso —la contraparte perfecta del proyecto cubano— ahora somos la isla quebrada que vive su éxodo. Después de todo, del paraíso, lo único que hay que hacer es huir».

El mensaje para nosotros, los argentinos, y no sólo para nosotros, es que la pobreza no es una condición individual. No es solamente una cuestión de ingresos y de necesidades. Tiene que ver también con los recursos que tiene una sociedad para enfrentar una catástrofe. O para decidir su destino.

La desesperanzada frase con la que termina el fragmento que copié «lo único que hay que hacer es huir» tiene otra cara: los portorriqueños que migran, como lo han hecho durante muchas décadas, a los EE.UU. están haciendo que los Estados sean más «latinos», más morochos, más católicos y se hable más el castellano. Es el precio de los imperios, como los Césares les podrían haber dicho.

2 Responses to ¿Que quedó de Puerto Rico? Un lamento borincano

  1. Rogelio dice:

    Abel, sigue una referencia vinculada con la temática del post.

    Guerra meteorológica
    Research Paper del Departamento de Defensa, US Air Force, agosto de 1996, antigüedad: 21 años
    Título: El tiempo como un multiplicador de la fuerza: ser dueño del tiempo en 2025
    Original del texto en inglés on line => http://csat.au.af.mil/2025/volume3/vol3ch15.pdf

    Conclusiones
    Son necesarios avances tecnológicos en cinco áreas principales para alcanzar un poder integrado de modificación del clima:
    (1) técnicas avanzadas de modelado no lineal,
    (2) capacidad computacional,
    (3) recopilación y transmisión de información,
    (4) una matriz de sensores global y
    (5) técnicas de intervención climática.

    Algunas herramientas operativas de intervención ya existen hoy y otras pueden desarrollarse y perfeccionarse en el futuro.
    Matriz de capacidades operativas
    1. Para degradar las fuerzas enemigas
    – Aumento de las precipitaciones
    – Aunmento de las tormentas
    – Impedimento de precipitaciones
    – Clima espacial
    – Eliminación de niebla y de nubes
    – Detección de actividades meteorológicas hostiles

    2. Para mejorar las fuerzas amigas
    – Prevención de precipitaciones
    – Modificación de tormentas
    – Clima espacial
    – Generación de niebla y de nubes
    – Eliminación de niebla y de nubes
    – Defensas contra las capacidades enemigas
    ——-
    Saludos

  2. […] había subido las amargas palabras con que una portorriqueña hablaba de la situación de su patria, cuando recibí estas reflexiones de Daniel Arias sobre la búsqueda de nuestro submarino. Quiero […]

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