Durán Barba y dos blogueros

Ayer mismo señalé que no tienen mucho sentido los sesudos análisis políticos que se publicarán hoy domingo, antes que los votos de dos millones y medio de santafesinos influyan, bastante, en el clima con que los demás argentinos vamos a ver la candidatura de Macri y las del FpV. Y también hay que tomar en cuenta al medio millón de votantes en Río Negro, aunque su elección no sea tan mediática.

Pero el rito dominical pesa. Especialmente, me tienta una discusión con otros dos blogueros sobre estrategias políticas; del principal candidato opositor, Mauricio Macri, del Frente para la Victoria, y, en un sentido amplio, del votante argentino.

Me puso a pensar en ésto el último posteo de Ricardo Tasquer. Inteligente, como todos los suyos; lo recomiendo. Pero un punto central de lo que plantea es algo que hemos discutido antes (Ricardo es uno de los pocos con los que debato en la blogosfera. Son los que les interesa más entender la realidad que promover una agenda). El tucumano dice:

«La supervivencia de la candidatura de Sergio Massa opera en desmedro del peronismo oficialista, recortando sus chances de triunfar en primera vuelta y a favor de Macri y la consecución de un ballotage.

Andy Tow, Ernesto Calvo & Co. certifican estas presunciones con datos a través de un seguimiento de encuestas que denominaron La Borra: «…Massa se ha transformado en un frenemy de ambas campañas, alguien que se encuentra en ese espacio ambiguo entre ser un amigo y un enemigo, alguien que juega desde afuera pero puede ayudar a ambos candidatos, ya sea con su continuidad o con su caída (…) Por tanto, por extraño que parezca, las posibilidades electorales del macrismo dependen de que Massa logre mantener un número significativo de votos en la elección de octubre y, por tanto, evitar que el sciolismo gane en primera vuelta. Esto le da un nuevo sentido a la coalición entre el PRO y el FR, cuya utilidad para el macrismo depende de mantener los votos lejos del sciolismo. La consigna tiene que ser mantener vivo al FR hasta la primera vuelta y, para ello, una alianza presidencial no tiene ningún sentido…».

Atentos a esto, en el posteo anterior apuntábamos que Massa no le aportaría votos a Macri en segunda vuelta, con la elección bonaerense ya decidida en octubre. En definitiva, Macri está jugando bien el partido que maximiza su ventana —pequeña— de posibilidad: un ballotage de peronismo vs. antiperonismo«.

Sergio Villone dice lo mismo en Indie Politik, también basado en un análisis de encuestas:

«El sciolismo tiene que apostar a cerrar el negocio en octubre, llegando a 40 puntos con 10 de ventaja sobre Macri. La clave de este triunfo, por tanto, está en desarmar al massismo para que no llegue a octubre o que, en su defecto, consiga un número de votos que se encuentre por debajo de 7% – 8%. Por tanto, por extraño que parezca, las posibilidades electorales del macrismo dependen de que Massa logre mantener un número significativo de votos en la elección de octubre y, por tanto, evitar que el sciolismo gane en primera vuelta.

El macrismo tiene que mantener los votos massistas lejos del sciolismo. La consigna tiene que ser mantener vivo al FR hasta la primera vuelta y, para ello, una alianza presidencial no tiene ningún sentido. Mientras tanto, para la segunda vuelta, las posibilidades electorales de Macri dependen de capturar los votos del radicalismo y la oposición para compensar los desequilibrios de un voto massista que pareciera fortalecer a Scioli. Para Macri, la supervivencia del FR es mucho más importante que una coalición con Massa«.

Leyendo a estos dos elocuentes blogueros, se me ocurrió pensar que éste puede ser el cuadro de situación que Durán Barba le vendió a Mauricio Macri. Porque, francamente, el discurso de mantener su imagen no contaminada por el peronismo y la vieja política… no me parece serio. ¿Massa es más peronista que Ritondo y Santilli, más identificable que Reutemann, más asociado con la «vieja política» que los radicales?

Es posible, entonces, que el real objetivo de la estrategia macrista haya sido, a partir de la Convención de Gualeguaychú, mantener a Massa y su Frente Renovador en carrera, aunque debilitado y sin chances. Y para eso, humillarlo, aceptando a todos les que quisieran sumarse a su proyecto cualesquiera sean, y cerrándole la puerta exclusivamente a él, fue un recurso cruel pero eficiente. No pretenden sumar los votos «massistas» que le quedaran a S. M., porque, con realismo, asumen que los que podían votar a Macri ya lo harán por su cuenta. Lo que quieren es restárselos a Scioli.

Esta intención no se puede asumir públicamente, por supuesto. Ni contárselo a los empresarios que piden desesperados la unidad de la oposición para terminar con la pesadilla populista. Como ya les dijo el Mauricio, manejar mucho dinero no significa que se entiende de política.

¿Tendrá éxito, si, como sugiero, el objetivo es que Massa se mantenga en la carrera hasta el 9/8, y, quizás, hasta el 25/10? Creo que sí. Bah, creo que es lo mejor que puede hacer, desde su punto de vista. Como señala con justeza Carlos Fara, un encuestador que estuvo (¿está?) cercano al tigrense, el electorado argentino no perdona al que abandona. «Pilo» Bordón, «Chacho» Álvarez, nunca pudieron volver a presentarse a una elección después de sus renuncias. Tampoco Carlos Menem, aunque en su caso había otros motivos para su ostracismo.

Ahora, yo no estoy de acuerdo con la lectura que hacen Ricardo, Sergio Villone y – si es ese su razonamiento – el asesor ecuatoriano. Coincido con ellos y con esas encuestas – los datos, imprecisos pero significativos, de las redes sociales las confirman – que en los votos que S. M. sumó en su victoria de 2013 en la provincia de Buenos Aires había tanto de los afines al proyecto macrista que querían votar contra el gobierno como de votantes afines al peronismo fastidiados con el kirchnerismo y que querían protestar. Pero esos votos no son «de» Massa; los votantes no están, ni remotamente, identificados con su propuesta política. Aunque sigan teniendo, o no, simpatía con su figura.

En otros términos, que trascienden de lejos a la figura de Massa: el proceso de polarización ya está en marcha, como vengo repitiendo desde hace tiempo en el blog. Y se acentuará a medida que más y más argentinos de a pie asuman la elección. Los votantes que podían elegir a Massa para protestar o para advertir ya están migrando a otras opciones, o qué otra cosa indica su caída en las encuestas?

Esta polarización no hace desaparecer a las otras fuerzas políticas, pero las reduce a los votantes identificados con ellas. Que no son muchos. Como muestran las encuestas, y las elecciones provinciales hasta ahora, el radicalismo identitario de Margarita Stolbizer, aún el Frente de Izquierda, ven limitado su crecimiento por este proceso.

Entonces, mi opinión es que se sobreestima la «necesidad» del oficialismo de ganar en primera vuelta. Creo que es una rémora de una etapa, algo más de un año atrás, en que muchos pensaban, influídos por las encuestas de ese entonces, que su única chance era obtener el 40 % + 1 ante una oposición dividida. Pero la oposición, parece, no estará dividida. Y la polarización corre para los dos lados.

Los antikirchneristas furiosos están convencidos que todos los que no votan K – engañados o prisioneros del clientelismo – van a votar contra los K. No es así. Muchos argentinos que no simpatizan con el kirchnerismo, o con Cristina Kirchner, o que no les convenza el candidato del FpV – probablemente Scioli – tienen todavía menos uso por un gobierno de Macri. Y esas son las dos opciones que se ofrecen a la Argentina.