Obsesionados con Scioli

No piensen mal: no considero que los militantes que se oponen ruidosamente a la candidatura de Scioli – ni tampoco los que tratan de acercarse al equipo del gobernador – estén desubicados. Después de todo, hay una interna en marcha, que definirá, por lo menos, estilos de conducción. Con una muy buena chance que de ahí salga el próximo presidente de los argentinos.

Pero, como señalé en un resumen reciente, y en muchos posteos previos, lo que es un error es ver esa interna como un dilema Scioli Sí o No. Entre otros motivos, porque esa actitud aumenta el peso, en el imaginario de los politizados, del gobernador de Buenos Aires. Hoy leí un posteo – que espero sea en broma – en que se cuestiona a una figura prestigiosa de simpatía K porque almorzó con el goberna. Desviación ideológica motonáutica, parece.

Pero, como decía don Bartolo, cuando todos están equivocados, todos tienen razón (o era «el cliente tiene razón»?). Mi amigo Juan Osaba subió esta semana un inteligente análisis, con el que no estoy de acuerdo, de lo que aparece como una estrategia de Scioli, y quiero compartirlo con ustedes. Al final, seguro, agrego algunas observaciones.

«Scioli quiere ponerle losa a su techo

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La interna del Frente para la Victoria toma temperatura y gana centralidad.

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Hace unas semanas Florencio Randazzo, quien se posiciona como retador de esta interna, empezó a mover sus fichas para instalarse. Daniel Osvaldo Scioli, como ya hemos dicho, es un equilibrista politico, pero lo será consumadamente si llega al sillón de Rivadavia. Si no, solo desbancará a Cafiero como “el presidente que no fué”.

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En ese camino, el gobernador de Buenos Aires también leyó que su techo era bajo y que si Florencio crece lo puede arrinconar. Esto se explica en la conformación del voto al FpV.

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El electorado del oficialismo contiene tres grandes grupos: a) kirchneristas no peronistas (izquierda, derechos humanos, alfonsifrepasistas, etc ), b) kirchneristas peronistas (no merecen mayor explicación ni discriminar su composición) y c) peronistas no kirchneristas (estos son peronistas leales a quien conduce hoy el movimiento, CFK, pero no al resto de la tropa, y serán leales a quien conduzca, si es que hay cambio de timón, luego del 2015).

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Entendido eso, queda definido ese techo que tiene DOS (el mayor referente del tercer grupo mencionado), que sí es bajo. Entonces ¿cómo responde nuestro anaranjado equilibrista ante la instalación de Randazzo en la interna? De esta forma (aquí). La visita de Scioli al Espacio Clarín puede leerse y se lee de distintas maneras según el foco. O se sacó una foto ocasional en campaña presidencial, o se fue a sentar a upa del enemigo. Nosotros no vamos a medir eso, sino que mediremos el impacto en la batalla electoral y qué representa.

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Para nosotros, esa presencia de Scioli -que entendemos no casual y menos inocente- le pone losa al techo para, al menos, decir que puede construir por encima de él. ¿Y quién le ayuda a construir esa losa? Quien más sino el kirchnerismo duro que sale a “venderlo” como opositor. Salvo el caso de Recalde, que salio a minimizar el hecho (aquí), los demás ayudan a la venta de ese “voto Caballo de Troya” que había desaparecido allá en la campaña del 2013, cuando Daniel volvió a defender el modelo sin dejar mucho margen a especular para quién jugaba.

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¿Ese voto, el que apoyaría a un candidato peronista que no es un kirchnerista «duro», existe? Puede existir, sobre todo con el panorama en baja que muestra la propuesta protoperonista del Frente Renovador. Pero no importa realmente si Scioli puede o no construir por encima del techo de losa. Al tenerlo, manda un mensaje hacia adentro para que, por ejemplo, los intendentes o algunos gobernadores no se tienten con el Maquinista de Chivilcoy.

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Hasta aquí las cosas, y veremos cómo continúa el esquema. Todavía falta lo más importante: los movimientos de la figura central de la política argentina, Cristina. Lo que sí podemos afirmar es que con una foto y cuatro declaraciones mediáticas, el oficialismo logra la centralidad clave para las PASO«.

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Creo que Juan tiene razón con esta última frase «el oficialismo logra la centralidad clave para las PASO«. Y apunta a un problema serio que tendrá la oposición – sus candidatos mejor situados – en agosto (en realidad, en junio, cuando se anotan las listas para las primarias): O harán PASOs sin ninguna emoción para motivar a sus votantes, una donde los macristas votarán a Macri, otra donde los massistas votarán a Massa, otra en que los pinosolanistas que queden votarán a Pino Solanas, donde tal vez el troskismo brinde algún interés si se enfrentan Altamira con Del Caño… O arman, si pueden, una gran interna con los diversos candidatos opositores, a riesgo de aparecer, y ser, un rejunte.

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También estamos de acuerdo en que el kirchnerismo «duro» brinda un aporte no menor a la campaña de Scioli. Pero… creo que comete un error importante en su análisis. Juan asume que esa clasificación que hace de los votantes del oficialismo: kirchneristas no peronistas, kirchneristas peronistas y peronistas no kirchneristas tiene sentido fuera de la minoría de los politizados, los que tienen algún compromiso político. No es por cierto el único que comete ese error, que acepta esa fantasía.

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Porque me parece evidente que sólo una muy pequeña parte del 54 % de los argentinos que votaron a Cristina Fernández de Kirchner en el 2011, del porcentaje, impreciso pero alto, de los que hoy estarían dispuesto a votar a un candidato oficialista, piensan de sí mismos en esos términos. Una parte minoritaria pero importante de los argentinos – un 16 % en la Provincia de Buenos Aires, según una encuesta – hoy se define como peronista. Otra minoría, parecida en número, tal vez, dirá de sí misma que «no es peronista». Seguramente un porcentaje mayor de la primera que de la segunda vota a los candidatos del FpV. Y? Sabemos desde hace mucho que con los votos de la «camiseta» no alcanza para ganar.

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Lo que directamente carece de sentido, excepto entre la minoría de politizados, de militantes o ex militantes, es la clasificación de «peronistas no kirchneristas». ¿Alguien cree que un bonaerense, por ejemplo, se dice a sí mismo «el gobernador está haciendo una buena/mala gestión, pero eso es porque no es K. Si lo fuera, sería muy distinto«? No nos engañemos, amigos. Los votantes pueden tener mayor o menor simpatía por Cristina, por algún candidato, pero, salvo por lo municipal, o alguna provincia donde hay un contacto directo, el resto es «el gobierno». En el caso de la Provincia de Buenos Aires, la prueba de los números es decisiva: los votos a gobernador y a presidente no han sido muy distintos en las últimas elecciones, por toda la diferencia de estilos de Scioli con Néstor y Cristina.

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Mi resumen: se está dando una discusión que importa exclusivamente a la militancia. A la militancia sin poder de fuego, por supuesto. Porque a los gobernadores e intendentes les resbala. Como tienen que defender sus territorios, consultan obsesivamente las encuestas (aunque Artemio, con una humildad casi masoquista, insista que no hay que tomarlas en cuenta). La forma de defender la candidatura de cualquiera – incluso la de Scioli, para los que juegan ahí – es convencer a la mayor cantidad posible de compatriotas que ese hombre, o mujer, va ser la mejor opción. O la menos mala. Nada nuevo, en realidad. De eso consiste la política, desde que se inventó la democracia.