Padres de la Patria

Hoy coinciden el 190° aniversario de la muerte de Manuel Belgrano, que – con esa inclinación argenta por la necrofilia – elegimos como Día de la Bandera y el Día del Padre (un invento marketinero, pero las sociedades y las familias necesitan ritos). Pero no sé si podemos llamar a Belgrano Padre de la Patria. Méritos tiene: hace justo dos años yo escribía en este blog «desde que en 1794 el Rey crea el Consulado de Buenos Aires y lo nombra Primer Secretario (Perpetuo), participó hasta su muerte en 1820 en todas las luchas políticas y militares de un mundo que moría y una nación que nacía. Sin alcanzar nunca la cima del poder, jamás estuvo muy lejos de ella (aunque a veces engrillado). Y en todo ese tiempo – bajamos los ojos al decirlo hoy, para no mirar y mirarnos – nunca se corrompió; nunca se aprovechó del poder para su beneficio personal o para su ambición de gloria (que, hijo de su siglo, la tenía)»

Pero Manuel Belgrano es para mí, en todo caso, uno de los Padres de lo que un chileno llamaría la Patria Vieja, que entre nosotros fue ese primer intento, noble y arrogante, de Buenos Aires por construir una nación a su arbitrio. Que empieza en 1810 y se desmorona justo cuando muere Belgrano, en 1820 con la derrota del ejército de Buenos Aires por las montoneras federales. Como San Martín, que pudo ser el Padre de ese Reino Unido de Perú, Chile y las Provincias del Plata con que soñó, y no pudo lograr.

Como se dan cuenta, estoy jugando – como corresponde a todo argentino – con mi propio «relato» histórico. En el que doy la categoría de Padres de la Patria – no como un premio a las virtudes o para crear un Panteón – sino desde la realpolitik: a aquellos gobernantes – civiles o militares – cuyas acciones fueron decisivas para determinar el espacio geográfico y el Estado que tenemos. Fue el segundo intento de Buenos Aires, quizá menos idealista pero más práctico, de imponer su poder, y el equilibrio, insatisfactorio, que el Interior consiguió. En ese esquema, nuestros Padres fueron Rosas, Mitre y Roca. Y así salimos. La fruta no cae lejos del árbol.

Aclaro que este es un juego intelectual. Lo creo válido, pero no es mi convicción más profunda. Padres de nuestra Patria han sido esos tres, cierto, y todos los argentinos que vivimos, trabajamos y soñamos en ella, con lo bueno y lo malo que hemos hecho en unos cuantos siglos (porque no empieza en 1810; ahí fue el primer gobierno local, nada más).

Y si eso es así, uno de esos padres que debería servirnos de ejemplo es Manuel Belgrano. Y escuchar sus consejos, como éste: “Todas las naciones cultas se esmeran en que sus materias primas no salgan de sus Estados a manufacturarse, y todo su empeño en conseguir, no solo darles nueva forma, sino aún atraer las del extranjero para ejecutar lo mismo. Y después venderlas

4 Responses to Padres de la Patria

  1. desvinchado dice:

    El abc Abel, agarremos los porotos y hagamos dragoncitos de tofu ahumados muchachada,como minimo.
    Me acuerdo cuando en pleno bardo campestre la presidenta decia «hagamos carne con los porotos». Si bien es la idea, se equivoco al interpelar a un sector que: NO es industrial (ni comercial) Que no tiene el know-how, ni le interesa (no es su palo).
    Y en cuanto a las empresas alimenticias lo mismo, no les interesa, no es su palo, no saben. No hay forma sin actores nuevos.
    Es como pedirle a un armador que ponga un planta de piscicultura. No la ve, es peor todavia porque no se va a hacer competencia a si mismo. Tiene que ser un tipo nuevo que vea el hueco, que tenga hambre. Me parece que las herramientas tradicionales de politica economica no sirven para eso.

  2. Rafa dice:

    Abel:
    Me parece bastante plausible tu señalamiento de los Padres de la Patria. Aunque en el caso de Mitre (dejo de lado a los otros dos) no es un padre del que yo me sienta orgulloso.

    Creo que todavía Belgrano sigue siendo un desconocido y sigue vigente eso que dijo Salvador Ferla, que «lo tapó la bandera». Te dejo algo que hoy es una curiosidad, un artículo sobre Belgrano en Clarín del actual ministro de Educación Alberto Sileoni:
    http://edant.clarin.com/diario/2005/06/20/opinion/o-01902.htm

    Y una frase de Belgrano en sus últimos años que muestra su amargura profética por las guerras civiles que estaban comenzando, en las que se lo quiso obligar a combatir a los caudillos federales:

    «Hay mucha equivocación en los conceptos: no existe tal facilidad de concluir esta guerra; si los autores de ella no quieren concluirla, no se acabará jamás… El ejército que mando no puede acabarla, es un imposible. Su único fin debe ser por un avenimiento… o veremos transformarse el país en puros salvajes…»
    http://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Belgrano

    Un abrazo.

  3. Gerardo González dice:

    Llego hoy de visitar, por tercera o cuarta vez, el Palacio San José, cerca de Concepción del Uruguay, que en realidad más que palacio europeo es un gran casco de lo que en 1860 era la estancia más grande del mundo, porque don Justo José de Urquiza era dueño de casi toda la provincia de Entre Ríos. Hay mucho para decir de Urquiza, pero como hoy Abel lo pone a Manuel Belgrano, daré mi parecer.
    Toda la historia nacional, desde 1810 hasta el triunfo de Roca en la guerra contra los porteños es prehistoria. Setenta años de guerras interiores, de lucha con el indio, de venta de tasajo, cueros y lana.
    Un deporte de mi generación consistió en estudiar los caudillos federales en sus luchas con Buenos Aires y entre sí. Es algo feudal, precapitalista, territorial, tradicional. Que Rosas, el Chacho Peñaloza, el manco Paz, Facundo Quiroga, Felipe Varela y una docena más que se desangraron en esos territorios inmensos y pobrísimos parecía una historia epopéyica, que había que revivir.
    Cuando se llegaba a Roca, los bandos se dividían: Abelardo Ramos lo defendió, el resto de la «izquierda nacional» lo consideró el fundador de la oligarquía.
    Quizá resulte sacrílego decir que 1810 fue un proceso porteño que se fue afianzando lentamente por la desaparición del imperio español, curso común a toda Hispanoamérica.
    Mitre y sus amigos endiosaron a los porteños de 1810 y a San Martín para legitimar el poder de su polis.
    Moreno, Belgrano, Saavedra fueron figuras de un episodio menor y necesario, pero hubo que esperar setenta años para fundar el país moderno.

  4. ayj dice:

    quizas por que no le dieron atencion a Belgrano, cosa que si hicieron los paraguayos, hast la guerra

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