la nostalgia y el Día del Militante

¿Qué conmemoramos – los que lo hacemos – el 17 de noviembre? ¿El regreso de Perón? Vale. Es un hecho que ningún historiador objetivo – si ese bicho existe; pongamos, un graduado universitario noruego elaborando su tesis – puede no tomar en cuenta. Un líder político que había presidido sobre una gran transformación social y cuyo nombre dividía a sus compatriotas en dos bandos irreconciliables; que después de 17 años de una guerra civil larvada regresaba a su país y se acercaba al poder, tras conducir una lucha que había incorporado generaciones que no lo conocieron…

Tampoco se puede negar la carga simbólica del momento: el avión que desciende, el aeropuerto ocupado por fuerzas militares, las columnas de miles de jóvenes que caminan kilómetros bajo la lluvia, que no consiguen llegar, pero su presencia forma parte del escenario del drama. Un drama, detalle extraordinario en la Argentina de esos años y que hace a su calidad mítica, sin tiros, sin violencia abierta… El oficial, tenso, que pregunta si el pasajero va a descender, y el viejo general que contesta «Bueno, m´hijo, para eso he venido«. En la blogosfera, donde abunda la gente sabia, encontrarán las citas apropiadas de Fraser o de Jung para vincularlo a uno de los mitos humanos básicos: el Regreso del Rey.

Artemio, que como hombre moderno sabe la eficacia de recursos como los videos, incorpora éste y éste, dos pequeñas obras maestras de muy diferentes estilos. (Que, de paso, muestran como el menos realista y más «artístico», el de Leonardo Favio, es una bajada de línea más sofisticada).

Pero… los mitos, para ser Verdad, deben incorporar el elemento de la tragedia. Es, creo, una necesidad de la condición humana. Y el «relato» del 17 de noviembre será incompleto hasta que alguien incorpore, como artista y como hombre, el del 20 de junio, cuando el Mito concluye y la Historia avanza. Caminando, como es su costumbre, sobre muertos y heridos. Y no se puede separar – pese a todos los esfuerzos, «de izquierda y de derecha» como diría el viejo general – un día del otro. Creo que falta todavía una generación, por lo menos.

Por eso, se recuerda más como un homenaje a los militantes. Y está bien. Hay pocas epopeyas tan generosas como ésa, esos jóvenes avanzando entre la lluvia y el barro, desafiando sin más armas que su fe y su coraje a las barreras de la Policía y el Ejército… Algunos de los poemas más hermosos en cualquier lengua hablan de los jóvenes muertos en Flandes, en la Primera Guerra. Les cabría también alguno para esos muchachos y chicas.

Nuevamente, tengo que aplaudir el relato de Artemio, un homenaje que también incorpora la ironía y la conciencia de las contradicciones que hacían que los mismos protagonistas generosos ponían bombas a otros de ellos mismos, en la lucha por la ortodoxia y el poder.

En cambio, tengo ganas de criticar el de Manolo, aunque tome un post mío. Perdón, Maestro. Entiendo lo que él quiere decir, y hay sabiduría allí. Un gran poeta, que se muestra cerrado y estúpido. Un fierrero de «derecha» y un guerrillero de «izquierda», que habían sido compañeros en otra epopeya generosa y sin sangre… Las contradicciones, que decía…

Pero Manolo, tal como lo planteás, estás muy cerca de la autocongratulación (colectiva, no personal. Sos un hombre humilde). Que es, me parece, la autocongratulación, el pecado principal de mucho de lo que se dice hoy para el Día del Militante. Que bravos, nobles y jóvenes que éramos. Sí, y algo boludos también. Eso era lo que quería decir en el post que yo publiqué el año pasado para esta fecha.

No voy a acompañar la queja de AyJ, aunque lo entiendo. Es necesario que repasemos la historia, para evitar que nos vendan «relatos» prefabricados, también «de izquierda o de derecha». Pero como decía otro poeta que Manolo gusta citar, el Pasado es Prólogo.  Los capítulos decisivos son los que están por escribir.