La guerra en cuotas entre Irán e Israel. Y comentarios locales

abril 19, 2024

Empiezo con lo local. Y personal. A pesar de mi vocación de comentar aquí casi todo lo que llama mi atención, escribí muy poco sobre la guerra en Ucrania, y, desde hace algunos años, poco sobre los enfrentamientos en Medio Oriente. Es porque creo que la política internacional, y la guerra, son temas apasionantes, pero no son un deporte espectáculo. No hay lugar, sostengo, para las hinchadas.

Y entre nosotros, en los debates sobre la política exterior argentina -la que se hizo, la que se debe hacer- predominan las hinchadas. Quizás porque no tenemos historia como país de protagonismo en los conflictos internacionales -salvo unas pocas semanas, hace 42 años.

En realidad, esos entusiastas compatriotas no «hinchan» por uno de los bandos. Salvo las colectividades afines, claro. Que se esfuerzan, donan recursos, y a veces van como voluntarios a luchar. Somos un que sumó muchos inmigrantes de, por ejemplo, Europa Oriental y Medio Oriente.

El resto, que incluye a no pocos de esos orígenes, por la diversidad argenta, toma partido por motivos que tienen que ver con nuestra política interna. O nostalgias ideológicas, contradictorias. Muchos que vienen de la derecha tradicional y católica hoy son fervientes partidarios del estado judío, y hay muchos de formación marxista, entre los que apoyan a la República Islámica.

Esto sería otra característica argenta. Pero en este siglo esas «hinchadas» -minorías politizadas que toman partido en la política internacional- están influyendo cada vez más en las decisiones de nuestros gobiernos.

Atención: los intereses económicos locales y la ansiedad por ganar aliados exteriores para alcanzar o retener el poder- han influido en la política exterior de nuestros dirigentes desde antes que hubiera un gobierno argentino (ver «La Representación de los Hacendados», de Mariano Moreno y Manuel Belgrano), Eso pasa en todos los países.

Pero esto es distinto. Surge de una pulsión por identificarse -en la fantasía- con un bando que es el «Bueno», en el repudio al otro que es el «Malo». Estas hinchadas y sus fantasías influyen en nuestros gobernantes, que deben tenerlos en cuenta porque son sus militantes. Compartan o no esas fantasías, 

Y a fines del año pasado triunfó en las elecciones alguien que las compartía: el actual presidente Javier Milei. Al que en realidad se debe considerar como el jefe de una hinchada. La conduce mostrándose como el más fanático de todos.

Ojo: no es el único caso, si bien el más extremo. Gobernantes más prácticos se han manejado con esa lógica. Pregúntense, por ejemplo, si para descartar un ALCA, que no nos convenía, era necesario montar una contra conferencia en Mar del Plata, con la presencia estelar de Chávez y de Maradona…

El aún menos conveniente Tratado de Libre comercio con la Unión Europea ha estado en el freezer por 20 años, y seguirá así.

(El Peluca podría aceptar cualquier cláusula, pero Brasil, con Lula o aún con Bolsonaro, es más responsable. Sus hinchadas sólo se apasionan por el futbol).

Así que aquí van mis reflexiones sobre la guerra entre Irán e Israel, sin pretender expertise especial. Mi idea es aportar mis 2 centavos a un debate más realista entre los politizados. Hay expertos que publican, y comunicadores serios, pero los gritones apasionados los superan.

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Una observación fundamental, antes de comenzar: este NO es el conflicto Israel-Palestina. Tienen mucho que ver esas dos historias, pero no surgen de los mismos motivos, no empezaron juntas, y tal vez no terminen al mismo tiempo. Si terminan.

Lo primero que se percibe en el enfrentamiento entre esas dos potencias militares del Medio Oriente, Irán e Israel, es que a lo largo de más de 4 décadas hubo una muy lenta escalada, llevada adelante por ambos lados con mucha cautela. Sigue así, y en el fin de semana pasado y este viernes esa guerra en cuotas subió un importante escalón. Con mucho cuidado, por ambos bandos.

El moderadamente masivo ataque con drones y misiles que lanzó Irán el sábado 13 fue una represalia anunciada, para vengar el bombardeo israelí que mató a altos jefes militares de la Guardia Revolucionaria en el consulado persa en Damasco, Siria.

Fue tan anunciada que el canciller iraní la informó a embajadores occidentales y periodistas, cuando los proyectiles aún estaban muy lejos de su blanco. No una táctica militar eficaz, por cierto, pero acordaba con el propósito de cumplir su amenaza de castigar ese bombardeo, sin cruzar una invisible línea roja, una que obligaría a Israel a usar toda su fuerza militar.

E Israel también parece querer mantenerse en ese nuevo escalón: lanzó anoche un ataque deliberadamente «débil» en territorio de Irán (y, aseguran sus fuentes, otros en fuerzas iraníes en Siria y El Líbano). Los medios persas minimizaron las consecuencias del ataque y anunciaron el derribo de drones. Además, Irán «dejó saber», a través de Sergio Lavrov, el ministro ruso de Relaciones Exteriores, que no piensa tomar represalias por ese ataque.

Parece evidente que por toda esa mezcla de patriotismo, religiosidad e identidad cultural que caracteriza al Medio Oriente, esas dos potencias regionales siguen la lógica que contiene a las Grandes Potencias globales desde 1945: el riesgo de destrucción mutua es demasiado grande. Más adelante amplío esto.

El conflicto empezó muy lentamente, a partir de la Revolución Islámica de 1979. Si en la década del ´80, Israel le vendió armas a Irán, que estaba en guerra con Irak. No lo anunció ruidosamente, claro. La hostilidad ideológica era evidente desde el comienzo, pero no tenían una frontera en común, y si tenían, ambos, enemigos más cercanos.

Esta situación de hostilidad a distancia cambió. Porque los dos países que tenían capacidades militares y sus territorios se interponían entre Irán e Israel, ya no las tienen. Y casi ya no son Estados.

Esto es una tragedia histórica. Porque se trata de Irak y Siria, la Media Luna fértil, la región donde nació la agricultura, el alfabeto, las primeras ciudades que el ser humano construyó. Irak fue destruido como Estado con una fuerza militar apreciable por los EE.UU., y ahora está cerca de ser un satélite de Irán.

Siria… ha sido desgarrada por sus luchas intestinas, agravadas por el derrumbe iraquí y las intervenciones de EE.UU., Israel, Rusia… Con distintos objetivos y apoyando a distintos bandos, pero el resultado fue la destrucción de un país.

Como sea, había razones para el enfrentamiento más allá de la ideología. Cuando Israel mira a su alrededor, ve que por territorio, población, industria y tecnología, Irán es la nación del Medio Oriente que puede ser su enemigo más peligroso.

Por parte de Irán, la única nación musulmana donde la fe chiita era mayoritaria y, desde 1979, gobernaba, el enfrentamiento con Israel, la nación que era vista por los pueblos del Medio Oriente, mayoritariamente sunnitas, como una intrusión de «Occidente» en su suelo, era una forma de ganar legitimidad y afirmar liderazgo. Además, EE.UU. había sido hostil a su gobierno teocrático desde el comienzo. Y «el aliado regional de mi enemigo es mi enemigo».

Irán comenzó a apoyar a las facciones islámicas que, en la región, combatían a Israel. Primero, a las de la fe chiíta, como Hezbolá, pero luego a todas, incluso a la sunnita Hamás.

Israel llevó adelante una política de asesinar a jefes militares y científicos nucleares iraníes, y a sabotear los desarrolló tecnológicos que pudieran ayudar a Irán a construir armas atómicas.

¿Cómo seguirá el enfrentamiento? ¿Cuándo caerá la próxima «cuota» de esta guerra? Imposible saberlo, pero hay razones poderosas para que continúe. Como las hay para que las Potencias intenten «moderarlo».

Israel no puede permitir que un estado abiertamente enemigo obtenga armas nucleares, bajo riesgo de aniquilamiento. Irán no puede dejar de lado su enfrentamiento con Israel, sin el riesgo de un derrumbe de su gobierno y de su unidad nacional, como el que acabó con la Unión Soviética.

El escenario: Israel tiene un arsenal nuclear significativo, pero su territorio es pequeño. Irán, por lo que se sabe aún no tiene esa capacidad, pero mucho más territorio y población. Y su industria de armamentos y sus fuerzas militares están dispersas. Podría asestar golpes muy duros a su rival.

¿Sus recursos serían suficientes para derrotar a Israel en una guerra abierta? Hoy seguramente no, porque no hay frontera común que facilite un ataque terrestre y la capacidad nuclear israelí desequilibra cualquier balanza. Pero sí para infligirle gravísimos daños y debilitarlo frente a sus otros enemigos.

«Occidente» -es decir, EE.UU. y sus aliados con capacidad de intervención militar (entre los que no se cuenta Argentina, obvio) actuarán, si Israel es atacado en forma que amenace su supervivencia.

Por otro lado, Irán es hoy un aliado, y proveedor de material militar, de Rusia ¿Ésta iría a una guerra abierta por la República Islámica? Su destrucción, aún sólo su eliminación como potencia militar, debilitaría su influencia y amenazaría su seguridad. Ya fue a la guerra en las llanuras de Ucrania por esos motivos.

Otro factor que es necesario tomar en cuenta son dos potencias militares regionales: Egipto y Arabia Saudita. Ambos sunnitas, no sienten simpatía por Israel ni por Irán, y no les gustaría que ninguno de los dos quedara en una posición de hegemonía regional.

Egipto mantiene desde hace más de 40 años acuerdos con Israel, que ha mantenido a pesar de la hostilidad que despierta en gran parte de su pueblo. Arabia Saudita aceptó, hasta cierto punto, los «Pactos de Abraham», el intento de Israel de establecer relaciones con sus vecinos árabes. Y esas dos potencias musulmanas mantienen relaciones cordiales, de distinta naturaleza, con EE.UU. y Rusia. Si Israel aceptara un Estado palestino, en condiciones aceptables para la mayoría de los palestinos, Egipto y Arabia Saudita podrían ser las claves de un equilibrio regional. Algo que no existe desde hace más de un siglo. Pero eso es hoy solo una especulación teórica.

Y Argentina, qué? 

En el plano militar, nada. Nuestro país no está hoy en condiciones de intervenir militarmente con eficacia fuera de los límites de su territorio continental. Aún así, no es un conflicto ajeno.

Tenemos colectividades numerosas y enraizadas entre nosotros, la judía y la árabe. Hasta contamos con una pequeña minoría persa, y estamos recibiendo un influjo apreciable de prósperos inmigrantes rusos. Pero no hemos mostrado en nuestra política exterior coherencia y estabilidad suficiente para ofrecernos como mediador, en el hipotético caso que alguien lo aceptara.

Por ahora, nuestra preocupación debe ser el destino de Argentina y de nuestra región, la América del Sur, en un mundo donde esta guerra, y otras como esta o más terribles, con el uso de armamento nuclear, serán parte del paisaje. EE.UU. ya no está en condiciones de imponer una «Pax Americana», y una «Chino-americana» no está en el menú previsible para esta década.


El Poder Judicial argentino, ¿dijo o no dijo que el culpable del atentado a la AMIA fue Irán? Otro capítulo de una tragicomedia nacional

abril 15, 2024

 Mi largo post de anteayer no habla del atentado, del que no tengo más información que la que cualquiera puede encontrar en lo que se ha publicado.

Es una crónica de cómo la sociedad y la política manejaron el tema, desde que Néstor Kirchner nombró a los fiscales que acusaron a Irán en 2006.

Atentos lectores señalan en los comentarios del post que el título es un error: el fallo no «sentencia» que el culpable fue Irán, porque ese punto no era el tema del juicio. Sería la afirmación de uno de los camaristas, el juez Mahiques.

Amigos en grupos de whatsapp me han dicho lo mismo. E incluyen a otro de los camaristas entre quienes lo afirman en su dictamen.

(En cuanto a lo que dice Milei: sí, es el Presidente, por increíble que parezca, pero en la práctica no importa. Cualquier día puede decir, y dice, cualquier cosa).

Estimados, el punto no es mi lectura del fallo, «probablemente errónea», diría el Turco Asís. Es que esa fue la lectura de la prensa internacional, no sólo la de los medios locales (ex hegemónicos, gracias a las redes). Fue la lectura de CNN, BBC Mundo, France24, SwissInfo… y Russia Today.

 Como no leo farsi, no puedo asegurar que eso es lo que leyó el gobierno iraní. Pero seguramente leen inglés.

(Una sola observación a mis amigos que rechazan con energía la hipótesis de la culpabilidad de Irán en ese atentado. Decir que si afirmamos que es culpable, corremos el riesgo de otro atentado, ¿no es una contradicción?).

En cualquier caso, mi pedido queda sin respuesta: por la desprolijidad del Poder Judicial y la de los gobernantes, seguimos sin «historia oficial».


El Poder Judicial argentino sentenció: el culpable del atentado a la AMIA fue Irán

abril 13, 2024

Les aviso: no hay aquí reflexiones profundas, ni siquiera superficiales. Alguna frase al final, pero esto es una crónica, escrita hace tiempo.

Es que yo he sido -además de un actor, de reparto, en lo político y lo profesional, algo así como un cronista de preocupaciones argentinas. En mails colectivos, en una página «El hijo de Reco» que volveré a hacer accesible cuando tenga tiempo, y en este blog.

Un cronista muy irregular, eso sí. Del atentado a la AMIA escribí creo que por primera vez en octubre de 2006, más de 12 años después. Luego, seguí con apuntes sobre el tema y sus ramificaciones: el memorándum con Irán, el caso Nisman…

Ahora, casi 30 años después, un tribunal argentino dicta un fallo, definitivo según nuestra legislación. Y clasifica el atentado como delito de lesahumanidad, imprescriptible.

Por eso me parece importante repasar la historia. No del atentado en sí, sino de como reaccionó la sociedad y la política argentina. Una crónica sepultada por los relatos y los expedientes.

Ya la rescaté otras veces en el blog. Vuelvo a hacerlo. Empiezo volviendo algo más de 17 años atrás. Tengan en cuenta que yo era más joven y algo soberbio.

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«El 26 de octubre (de 2006), inmediatamente después que fiscales argentinos pidieran la captura de ocho iraníes, entre ellos un ex Presidente de ese país, acusados por el atentado a la AMIA, yo escribía:

“Hace algo más de 12 años un atentado en la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina costó 85 vidas de argentinos de religión judía, católica y quizá algún agnóstico. Fue un hecho muy doloroso, en un país habituado a las catástrofes, que impactó en nuestra gente. También puede argumentarse que fue una de las primeras batallas en la llamada “guerra del terror”.

Sea como sea, no es sorprendente que nuestros investigadores y servicios de inteligencia y seguridad no proporcionaran explicaciones convincentes, ni tampoco – por supuesto – pruebas. No tienen experiencia en conflictos internacionales, porque han sido volcados a nuestras luchas internas. Y las explicaciones que en otros países se han dado de hechos similares no se han librado de ser cuestionadas. Cualquiera puede encontrar en Internet – por ejemplo – cientos de sitios ofreciendo teorías conspirativas, distintas de la oficial, sobre el atentado a las Torres Gemelas.

La diferencia clave es que en otros países los órganos del Estado (el Poder Judicial también lo es) han llegado a conclusiones que asumen definitivas y están dispuestos a afirmarlas con su autoridad. Tienen una “historia oficial”. Y no es cinismo señalar que es una base necesaria de toda política de Estado. El estado Argentino no ha podido elaborarla por esas mismas luchas internas que mencionamos antes.

Así, el gobierno de Menem y el juez Juan José Galeano que investigó el tema plantearon – sin mucha convicción – la “pista iraní”, pero dedicaron más esfuerzos a la conexión local, que encontraron convenientemente en las filas de la policía provincial de un gobernador que lo incomodaba. Tuvo el aval de las organizaciones de la comunidad judía.

Los opositores a Menem – y los familiares de las víctimas – favorecieron la “pista siria”, que coincidía con el origen familiar del entonces presidente y de algún traficante de armas famoso, y sugerían como motivo apoyos a su campaña electoral que no fueron correspondidos.

El hecho triste es que hasta hoy (26/10/06) el único condenado en sede judicial por temas vinculados a este caso es el mismo juez Galeano, identificado con la “pista iraní”

Bueno, ayer, 25 de octubre, los integrantes de la fiscalía especial creada por el presidente Kirchner, Alberto Nisman y Marcelo Martínez Burgos, emitieron un dictamen que reivindica esa vieja pista: acusa a Hezbollah e Irán y reclama la captura de ocho iraníes, ex funcionarios de Teherán.

¿Será esta la definitiva “historia oficial” del Estado Argentino sobre el atentado a la AMIA?”

Mantengo lo dicho, pero debo confesar que – como la mayoría de los observadores – no aprecié en el primer momento la gravedad que este hecho implicaba, después que el juez Rodolfo Canicoba Corral avalara el dictamen de la fiscalía. Un solitario, agudo analista advirtió – y concuerdo – que posiblemente sea la decisión jurídica de mayor trascendencia e impacto en lo que va del siglo XXI en materia diplomática y de defensa para la Argentina. Porque los gobiernos pasan, pero las causas judiciales permanecen – aletargadas o no – para que otros gobiernos, u otros países, las retomen.

Ciertamente – todos los que han opinado con alguna seriedad están de acuerdo – es absurdo pensar que el juez y los fiscales se han pronunciado, más allá de la fortaleza o debilidad de los indicios (en otra parte de esta página damos, en las palabras del fiscal y del representante de Irán, oportunidad para que Uds. los evalúen) sin el respaldo del Gobierno Nacional. En cualquier país del mundo, estas decisiones se toman con adecuada conciencia política de sus consecuencias, y en Argentina el Poder Judicial tiene una sensibilidad aguzada para los humores del poder.

La pregunta a hacerse es, entonces, por qué Néstor Kirchner decidió avalar esta decisión judicial. Hay algo muy importante para tener presente: La evidencia parece indicar que un gobierno que ha sido acusado por muchos (entre ellos, yo) de no contar con equipos ni inclinación para el análisis estratégico de la política internacional, ha llevado adelante desde que asumió hace tres años una estrategia consistente y coherente en este tema en particular.

En un excelente artículo que público hace pocos días en “La Nación”, Juan Gabriel Tokatlian, el agudo analista a quien me referí más arriba y cuyos trabajos hemos subido alguna vez a esta página, señala:

“A principios del siglo XXI, el comercio con Irán venía creciendo nuevamente con grandes márgenes de superávit para nuestro país. En 1999, el comercio bilateral fue algo superior a los 158 millones de dólares (las exportaciones argentinas fueron de US$ 155 millones). En 2000, las cifras respectivas fueron algo más de US$ 343 millones y US$ 341 millones. En 2001, alcanzaron respectivamente los US$ 419 millones y US$ 417 millones. Cabe destacar que ese año – el de nuestra gran crisis interna – las exportaciones a Irán equivalieron a la mitad de todo lo que se vendió a Medio Oriente y representaban el 2% de nuestro intercambio mundial. Ese mismo año nuestras exportaciones a ciertos países clave fueron inferiores a las realizadas hacia Irán: a Canadá se vendió por valor de US$ 225 millones, a Venezuela US$ 235 millones, a Francia US$ 257 millones y al Reino Unido US$ 291 millones.

En 2002 sólo hubo exportaciones a Irán: el monto fue de US$ 339 millones. En 2003 -año de llegada de Kirchner al gobierno-, se produjo una caída notable: se exportó por un total de US$ 47 millones. En 2004, las exportaciones cayeron a sólo un millón de dólares. En 2005 no hubo ninguna exportación de la Argentina a Irán.”

Tokatlian no puede ofrecer explicaciones satisfactorias para estos hechos, pero es muy difícil creer que se trata de una coincidencia. Sobre todo, si se toma en cuenta otros aspectos de la política de Kirchner: aunque él y su gobierno fueron severos críticos en algunas oportunidades de políticas de Washington (el A.L.C.A., por ejemplo) se mantuvo una clara y constante decisión de cooperar con Estados Unidos en materia de seguridad. Los organismos de inteligencia del Estado argentino, con sus limitaciones, cooperaron y cooperan con las políticas de seguridad de Washington. La Cancillería ha manifestado su rechazo a la proliferación de armas de destrucción masiva, y nuestras Fuerzas Armadas colaboran en Haití.

La relación de mutuo beneficio establecida con Chávez, así como otros gestos – y hechos concretos – de independencia en la política exterior no deben confundir. Irritante como es Chávez para los Estados Unidos, y antagónico para su visión estratégica, como puede serlo, ciertamente no es un problema de seguridad. Hoy, ni Castro lo es.

Más relevante para este tema en particular, cabe destacar que Kirchner, desde el comienzo de su gestión, anunció su decisión que el atentado no iba a quedar impune. Se puede pensar que son las frases hechas de un gobernante; pero hay que tener en cuenta que nunca, a pesar de algunas posiciones de la senadora Fernández de Kirchner antes que él asumiera la Presidencia, avaló la “pista siria”.

Los motivos posibles que baraja Tokatlian no son convincentes: no parece haber motivos para que Teherán, culpables o inocentes sus hombres, reduzca su comercio con Argentina antes que los fiscales insinuaran su decisión, cuando no lo había hecho frente a las acusaciones de Galeano y a la explícita alianza de Menem con EE.UU. Una convicción ideológica de Kirchner? Su política internacional puede ser poco meditada, pero no se podría acusarla seriamente de ideologizada. Deseo de congraciarse con la colectividad judía? No suena muy creíble, para un político astuto.

La única hipótesis plausible que se me ocurre es un acuerdo con el gobierno norteamericano en políticas de seguridad – que incluyese una evaluación firme de la “pista iraní” – alcanzado no después del 2003. Y Kirchner tiene fama de cumplir férreamente la letra de sus acuerdos.

Si fuese cierto, no me sorprendería ni me escandalizaría. Los gobiernos, de derecha, revolucionarios o progresistas, sellan acuerdos como el que se insinúa. Tampoco me siento inclinado a unirme al coro de ex-menemistas que descubren que Kirchner comete un grave error al apoyar ahora a EE.UU. e Israel porque Bush perdió las elecciones y vienen los demócratas (o republicanos moderados). En los países serios como esos dos, las políticas de seguridad trascienden los gobiernos. Ni tampoco me gusta la postura vergonzante que susurra que Irán no debe ser acusado porque puede ponernos (otra) bomba.

Lo que debe preocuparnos a los argentinos es que otra vez, como hace 15 años en la Guerra del Golfo, nuestro país toma partido, aunque sea en menor grado, en el conflicto más grave de nuestra época, sin una reflexión cuidadosa de las consecuencias y los riesgos. Sin una Cancillería ni instituciones del Estado capaces de evaluar alternativas por encima de las decisiones personales. Y sin tomar en cuenta el principal aporte que Argentina y Latinoamérica, por todas nuestras injusticias y locuras, pueden ofrecer al mundo en este nuevo siglo: una sociedad donde la religión y la raza no son causa de guerras.»

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Tal vez sí hace 15 años yo era un poco más soberbio. Entiendo ahora que cualquier gobierno argentino estuvo y estará frente a una fuerte presión de familiares de las víctimas, de grupos mediáticos y de algunas cancillerías para «no dejar impune» el atentado terrorista que provocó más muertes desde el bombardeo a la Plaza de Mayo en 1955.

En otros países, más poderosos y/o mejor organizados, el eventual castigo toma otras formas. Cuando el gobernante se convence de que sabe quiénes son los autores, el presidente de los EE.UU., por ejemplo, firma una Orden Ejecutiva. En otras naciones, menos convencidas de su excepcionalidad, el presidente de Francia o de Rusia, el primer ministro de Gran Bretaña o de Israel, da una indicación, verbal, a algunos departamentos de su gobierno, y un misil, un dron o un equipo de asesinos la ejecuta.

No estoy sugiriendo que Argentina deba o pueda adoptar esa práctica. No con los organismos de seguridad, con el aparado del Estado, que tenemos. Lo menciono para hacer comprensible -también para mí mismo- que Néstor, Cristina y aún, con más cinismo e irresponsabilidad, Carlos Menem, buscaran mecanismos judiciales para «hacer justicia» (De la Rúa, Duhalde y Macri no encontraron necesario hacer más que discursos sobre el tema).

El problema, sostengo, es de nuestra sociedad. Y, como en otros temas, de la inhabilidad y reluctancia de nuestros gobiernos a comunicar verdades incómodas. Un jefe de Estado, o los instrumentos de mayor jerarquía de su gobierno, sólo pueden ser juzgados y condenados después de una derrota militar decisiva o de haber sido expulsados del poder. La muy occidental Margaret Thatcher decía «Gran Bretaña no negocia con terroristas. Salvo cuando llegan a ser Primeros Ministros». Y muchos siglos antes, en uno de los primitivos romances del Mío Cid se aconsejaba «Haced la jura, buen Rey, No tengáis de esto cuidado, Que nunca fue rey traidor, Ni Papa descomulgado».

Dejemos de lado entonces la payasada de «las órdenes de captura de Interpol», que nunca han sido ejecutadas, ni lo serán, salvo por un Estado que tenga motivos previos para enfrentarse con Irán.

En lo que hace al atentado a la AMIA: ni en la causa que armaron hace 15 años, esos fiscales, ni desde entonces, no aparecen -no se dan a publicidad- pruebas sobre la autoría, salvo declaraciones de testigos de «identidad reservada». Pero la hipótesis que la potencia detrás de los ejecutores fue Irán es posible. Y -seamos francos- considerando otros episodios de la guerra sucia del terror y contra terror en estas décadas, parece probable. Si organismos legítimos del Estado argentino deciden que Irán es responsable, y que conviene a los intereses nacionales hacerlo público, no tengo motivos para rechazar esa «verdad oficial».

Pero afirmar que tribunales argentinos, o internacionales, o mixtos «harán justicia», es más grave que una hipocresía, que a veces puede ser necesaria en la diplomacia. Es un autoengaño.»

Una actualización no actual

En este blog registré que el 22 de julio de 2022 que «el New York Times dice que el Mossad dice que el autor material del atentado a la AMIA, y del previo atentado a la embajada israelí, fue una célula especial de Hezbolá. Que no participaron argentinos, ni funcionarios de la embajada de Irán en la ejecución.»

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Bueno, ahora en abril de 2024 los argentinos tenemos lo que yo pedía 17 años atrás: una «historia oficial». Fue Irán, fue Hezbolá, y no hubo participación local en ese atentado (los condenados locales lo son por obstruir la investigación, por incumplimiento de sus deberes o por intereses subalternos).

Oscar Wilde advertía algo sobre riesgos de que los dioses concedan lo que se pide…

El periodista Marcelo Falak hace en su newsletter de ayer un lúcido y algo alarmado resumen de posibles consecuencias internacionales de este fallo. Sin duda, no pueden descartarse. Este fallo habilita al Estado argentino, a otras naciones, y a instituciones no estatales, a perseguir judicialmente, incluso ante la Corte Penal Internacional, a la República Islámica de Irán si no entregase a los acusados. De los que muchos están muertos o retirados, pero algunos todavía tienen cargos importantes en su sistema de poder.

¿Habrá consecuencias? Depende de la reacción de Irán. Nuestros organismos de inteligencia y seguridad no se destacan por su sofisticación en lo internacional. El apoyo que pueda brindarles la CIA y, en este caso, seguramente el Mossad, no es suficiente garantía. Y es cierto que el ostentoso apoyo a Israel del ostentoso presidente Milei puede ser un trapo rojo para los enemigos de ese Estado.

Por otro lado, han ocurrido y ocurren en el mundo muchas cosas terribles en estos 30 años, algunas muy recientes. El conflicto entre Irán e Israel está muy cerca de ser -si todavía no lo es- una cuestión de supervivencia para ambos estados. Y Marte no se preocupa mucho de fallos judiciales. 


El Estado, las fuerzas armadas, y Javier Milei

abril 6, 2024

Tanto el Estado como las FF.AA. son instituciones básicas en el mundo moderno (en nuestro país ambas están bastante deterioradas, y eso es parte del tema de este post).

En cambio, Milei, su llegada a la presidencia, es un  fenómeno reciente, y -uno estima- pasajero ¿Qué sentido tiene mezclar las 3 cosas?

Bueno, creo que en la carrera política del peluquín hay datos que echan luz en el incómodo vínculo que hoy tiene la mayor parte de nuestra sociedad con esas dos instituciones.

En este post empiezo con las FF.AA. Desde que el 10 de diciembre de 1983 dejó la Presidencia el último general elegido para ese cargo por sus pares, se empezaron a afirmar en dos sectores que abarcaban, y abarcan, la mayoría de los ciudadanos civiles -incluida, claro, la dirigencia política- dos actitudes hacia esas fuerzas.

Un sector, muy numeroso, aceptaba que los militares eran parte necesaria de una república moderna, lo que incluía su subordinación a autoridades civiles democráticamente elegidas, dentro de la Constitución. (Esta opinión se afirmó, una vez que los últimos revoltosos fueron reprimidos por sus pares a principios de los ´90, a comienzos del gobierno de Menem).

Otro sector, también numeroso y, en general, más politizado… piensa lo mismo. Pero mantiene una memoria muy viva de los crímenes y horrores que sucedieron hace más de 40 años, cuando una Junta Militar era la autoridad suprema en Argentina. Esta memoria ya forma parte de una identidad política. Lo que hace -esto es Argentina, gente- que los que no comparten esa identidad política, tienden a cuestionar esa memoria y los reclamos que la acompañan.

Este post no va a analizar esa «grieta» argenta -una de muchas. Aquí la menciono sólo para destacar una inconsistencia que comparten esos dos sectores. O sea, la gran mayoría de nuestra población civil: se acepta, sin examinar, que los militares son necesarios -todos los países los tienen. Pero no saben decir para qué los necesitamos nosotros.

Atención. Argentina tiene un reclamo territorial evidente: las Islas Malvinas, los archipiélagos vecinos y la «zona de exclusión» impuesta por Gran Bretaña en el Atlántico Sur.

Hace 42 años tuvimos una guerra en esas islas, que también dejó una memoria poderosa. Pero que no incluye proyectos sobre nuevos enfrentamientos militares. Nuestra Constitución establece que la recuperación debe ser por medios diplomáticos, y es una cláusula que nadie piensa en reformar.

(Una estrategia militar muy tradicional: aumentar las propias capacidades, para que el adversario esté obligado a dedicar cada vez más recursos para enfrentar lo que podría suceder -a Reagan le salió muy bien frente a la vieja Unión Soviética- simplemente no es considerada en serio por ninguna fuerza política, demasiado ocupadas en las pujas internas. Esto también es la Argentina actual).

En cuanto a otros conflictos… en el Hemisferio Occidental, separado de Eurasia por 2 grandes océanos, hay una potencia militar muy hegemónica. Nadie cree que habrá en este hemisferio invasiones que EE.UU. no inicie o permita.

Es justo mencionar que Cristina Kirchner -referente de ese sector más «memorioso»- planteó la necesidad de integrar a los militares a un proyecto nacional. Pero ese proyecto no estaba bastante definido ni tenía suficiente consenso como para avanzar. Ni -seamos realistas- una mayoría de los militares se sintió atraída por esa convocatoria.

El hecho es que ninguno de los gobiernos desde ese lejano 1983 -Alfonsín, Menem, la Alianza UCR-Frepaso, los Kirchner, Macri y el kirchnerismo de bajas calorías de Alberto F.- ninguno, tuvo una política militar consistente. Lo que se reflejó en presupuestos cada vez más reducidos. El FONDEF, un fondo para el reequipamiento de las FF.AA. que establecía un % pequeño pero creciente del presupuesto nacional, fue un tardío intento de mejorar esa situación. Pero la crisis económica -otra constante argentina- se lo devoró.

Aquí aparece Milei. En su caso, más que inconsistencia hay una contradicción. Para su ideología explícita, de él y de su secta, el Estado es una organización criminal, que obliga a los ciudadanos productivos a pagar impuestos para cumplir con funciones que podrían ser mejor llevadas adelante por privados, contratando libremente.

Y los militares son el brazo armado del Estado! Sus vidas y su lugar en la sociedad -además de sus ingresos- dependen del Estado. Si el Estado no tuviera legitimidad, ellos tampoco.

En realidad, los ejércitos fueron históricamente la base de los Estados. Pero las contradicciones no lo detienen al peluquín. Es un político, después de todo, con un discurso «antipolítica».

(No es algo inusual en su secta. Murray Rothbard, el más absolutista en la elevación del mercado como el único rector de la sociedad, aprobó alianzas con supremacistas blancos y grupos  ultranacionalistas yanquis, para «llegar al pueblo»).

Milei es ahora un Jefe de Estado. Y usa, abusa y -se nota- disfruta de ese poder. Y lo más relevante al tema de este post: esta semana se envolvió en la bandera de Malvinas. Y ofreció una 
«reconciliación de la sociedad con sus fuerzas armadas». Con las que no estaba peleada; sólo las tiene abandonadas.

Pero los militares saben, y lo dicen, que un paso imprescindible para que el gobierno muestre respeto es actualizar sus remuneraciones. Y -ya lo sabemos- «no hay plata».

Igual, el esfuerzo de seducción no se limita a un discurso en una fecha emotiva. Javier Milei encontró, al menos desde que comenzó su carrera política, que le convenía explotar algunos prejuicios tradicionales en la parte más conservadora de nuestra gente. En especial, la hostilidad hacia el «progresismo».

Aquí hay una contradicción más profunda, y no está presente sólo en Milei, sino en toda la «derecha alternativa», la Alt Right, en los países occidentales. Porque si hay algo que disuelve tradiciones y valores, es el mercado, los intereses privados sin regulación alguna. Navegar esta contradicción requiere talento político, y una cara de piedra ayuda también. Donald Trump, para mencionar al referente principal, repite los cuestionamientos de Reagna al Estado y sus burocracias. Pero obliga a las corporaciones a que vuelvan a EE.UU. y paguen sueldos más altos que los que pagan en Asia. Peluca ¿sabrá mantener el equilibrio entre su ideología, el discurso para su base de creyentes, y las exigencias de la realidad? No lo parece, pero el que viva lo verá.

Por ahora, su estrategia -hasta donde se ve una dirección más o menos coherente- aparece enfocada a (re) construir una gran coalición anti «zurdos», con un discurso antipolíticos. Que no la maneje Mauricio Macri, ni mucho menos Victoria Villarruel. Que acepte su liderazgo y el de su hermana Karina sin cuestionamientos.

Una pieza esencial de esta construcción es el antikirchnerismo presente en gran parte de la sociedad, y reforzado por malas memorias del gobierno anterior, que el suyo no ha disipado. Todavía.

También incluye el rechazo al feminismo, las «políticas de género», el relativismo cultural,… En esto forma parte de esa tendencia que la «derecha alternativa» expresa en todo Occidente.

Y un componente minoritario, pero importante de esa coalición «mileísta son los militares, retirados o en actividad, y sus familiares, que se sienten agredidos por el reclamo de memoria, verdad y justicia que consideran al menos parcial. La sociedad política que mantiene desde hace años con su actual vice sobrevive a las tensiones. Inevitables, porque los militares argentinos pueden ser «liberales» o «nacionalistas», pero nunca anarco-capitalistas.

De cualquier modo, esta estrategia se reduce en el fondo a seguir el consejo atribuido a Chacho Álvarez «Si no hay pan, que haya circo». Sobre todo en las redes sociales, hoy se puede agregar. En el caso de los militares, Milei tampoco tiene una tarea para ellos. Y su intento de mantener «relaciones carnales» con EE.UU. lo lleva, inevitablemente, a adoptar la doctrina que impulsan para las FF.AA. en Latinoamérica. Como de la defensa del continente se encargan ellos, los locales deberán enfrentar las «nuevas amenazas»: el narcotráfico, el terrorismo. Una fuerza de seguridad con uniformes más vistosos para las ceremonias.

Como sea, ese es un problema para Milei y su coalición, por el tiempo que dure.

La política -cualquier fuerza que aspire en serio a gobernar nuestro país debe encarar la tarea de reconstruir un Estado más sólido, más eficaz y menos injusto que el que una mayoría de los votos descalificó hace menos de 5 meses.

Y un paso esencial es que las fuerzas armadas sean algo más que una burocracia uniformada. La disciplina, la capacidad de planear anticipadamente para distintos escenarios, y de mantener un esfuerzo prolongado, no afectado por los tiempos electorales, son un patrimonio que debe ser utilizado.

Las industrias para la defensa deben ser, como lo son en casi todos los países que las tienen- la punta de lanza de las nuevas tecnologías, que luego se utilizan en la producción civil. Argentina nunca fue una potencia mundial, como fantasea en su propaganda Milei. Pero era y es un país mediano importante. Y en algunos momentos de nuestra historia tuvimos fuerzas armadas que aportaron a desarrollos tecnológicos fundamentales -en el campo nuclear, por ejemplo- que todavía nos enorgullecen. Y que debemos defender.


Este 24 de marzo se afirmó una identidad. ¿Cómo sigue?

marzo 30, 2024

El domingo pasado vi en la manifestación que avanzaba hacia la Plaza de Mayo una continuidad de los anteriores 24 de marzo, a lo largo de las décadas: el aniversario de la fecha en que comenzó una dictadura, se convirtió, con bastante rapidez, en un símbolo de repudio a esa dictadura y sus horrores. Y en ese repudio y el rescate de memorias terribles, se fortalecía una identidad común, un sentimiento de pertenencia.

También en (muchos) jóvenes que no habían vivido ese tiempo.

Esta vez vi también una motivación distinta. Que la reforzó, porque le dio una dimensión de presente y futuro: era muy evidente que todos compartían y expresaban otro repudio más nuevo, a Javier Milei y su gobierno.

Se puede decir que ese refuerzo era necesario. Habían pasado 48 años desde el comienzo de esa dictadura. Y aunque los organizadores e impulsores de las marchas insisten en que los enemigos «son los mismos»… bueno, al menos las apariencias son muy distintas. Y ya en 2003! un titular de Barcelona decía «Ningún asesino babeante y senil quedará sin castigo».

Los datos demográficos son terminantes: para una gran mayoría de la población argentina, la dictadura, toda la violencia de los ´70, son algo que le han contado. Repetir un «relato» a veces sólo estimula el contrarelato. Voltaire fue educado por los jesuitas…

El caso es que nadie que haya estado presente puede negar, con honestidad, que ese repudio incluía un sentimiento de comunidad entre gente de clases y edades diversas. Una identidad. No eran dos manifestaciones confluyendo, eran la misma.

Atención: también se debe decir que las manifestaciones, las «masas en la calle» son mitos poderosos en política, pero no garantizan cambios en las relaciones de poder en la sociedad. Ni siquiera garantizan ganar elecciones. Tenemos demasiados ejemplos.

Pero esta manifestación del 24 M, que también se vio en la antikirchnerista Córdoba, en el angustiado Rosario, en la conservadora Mendoza…, en todas las ciudades argentinas -no fue como tantas otras cosas «AMBAcéntrica»- está diciendo algo importante y actual.

Muestra que una parte de la mitad de la población que está enojada con Milei -es lo que están diciendo ahora las encuestas, y en eso son confiables-, esa parte, esos hombres y mujeres, tienen bastante bronca y esperanza como para manifestarse y marchar. Y son demasiados para reprimir o dispersar.

Digo esto porque uno de los mitos que repiten muchos que les resulta difícil aceptar que «los otros» ganen elecciones es «esto no cierra sin represión».

No. No cierra con represión, cuando los que hay que reprimir son más que los recursos de un gobierno pueden hacerlo sin titulares en los medios del exterior. Cuando los que protestan son pocos o dispersos, policías bravas, o los sótanos de la sociedad donde hay delirantes y oportunistas para todo servicio, alcanzan. Cuando son muchos… se necesita una capacidad de represión masiva que este gobierno no tiene. Si no puede contener los crímenes del menudeo narco en Rosario…

Es evidente que hay poderosos intereses, aquí y en el exterior, que miran con simpatía el experimento que lleva adelante Milei. O más bien, sus objetivos. Pero no le tienen bastante confianza como para avalar aventuras dictatoriales. No lo hicieron por Bolsonaro, que tenía más poder y era más realista.

En realidad, nadie sensato le tiene mucha confianza al peluquín.

Esta característica de improvisación e innecesaria crueldad del gobierno del Peluca- da la certeza que la identidad que se expresó el domingo pasado en las calles, tendrá chances de acceder al gobierno en un futuro previsible. Chances, no certeza, claro. Pero esas chances son bastante altas como para convertirla en un interlocutor del poder -para obstaculizar o derrotar, como plantea Manuel Saralegui, algunas medidas claves de esta administración, que las necesita para «dar vuelta a la Argentina como un guante». Si esta identidad encuentra liderazgos legítimos e inteligentes.

Sobre esto que afirmo, quiero destacar dos aspectos quizás no tan obvios para la dirigencia y el activismo políticos: la otra Argentina, la que mira con odio (una minoría, pero no mínima), con fastidio o con indiferencia esta marcha del 24 M, continuará existiendo. Y ejerciendo poder económico y también social.

Esto es obvio, pero me parece necesario reiterarlo, porque si el actual experimento termina fracasando, como me parece casi inevitable, esos millones de argentinos que lo apoyan o al menos conservan una expectativa, se sentirán frustrados y desalentados, pero no por eso cambiarán de opinión.

Es muy fácil convencerse que «los otros» apoyan lo que apoyan por intereses mezquinos. Cuando ganó Macri, y ahora que ganó Milei, sus partidarios se convencieron a sí mismos que el peronismo o al menos el kirchnerismo desaparecerían al fin.

 El otro punto es más difícil de aceptar para los peronistas: no está garantizado que el peronismo sea la fuerza política que exprese y encauce esa identidad que marchó este 24 M.

Es lo más probable, sí. Porque… es lo que hay. Cuando la sociedad argentina empezó a convulsionarse en los años de Onganía, a finales de los ´60, las protestas en las universidades provinciales, las del «Cordobazo», no levantaban banderas peronistas.

Pero el peronismo era, evidentemente, quien tenía mayor adhesión en el pueblo, a través del liderazgo de Perón, y la posibilidad de acceder al poder.

Poco relevante el ejemplo. Era otra Argentina y otro mundo. Pero sirve para mostrar la lógica de los enfrentamientos en el seno de una sociedad.

Amigos de la Corriente Kirchnerista de Santa Fe, discutieron mi post anterior y avanzaron en lo que encuentran necesario que el peronismo encare para dar respuestas válidas a las demandas de hoy, que son distintas a las de 1945 y también a las de 2002 y 2003.

Yo también seguiré intentándolo. Con otro sesgo, seguro. El mío sería el de un consultor al que no le preocupa molestar a sus clientes (Mentira. Ese animal no existe). 

Por ahora, me limitaré a us dos puntos que dirigencia y militantes parecen olvidar.

(No. No voy a insistir ahora con que la inflación es insoportable, que desordena las vidas personales y la economía de un país. La dirigencia, que ve como la mitad de la sociedad, tolera y hasta apoya, por ahora, el ajuste de Milei, ya se ha dado cuenta, creo. Es para posts más técnicos).

Un punto es uno que les tiran desde el otro lado «No se hacen cargo». Perdón, pero tengo que repetirlo. Porque es lo que repiten en encuestas y «focus groups» la gente de a pie que no tiene identidad política pero sí bronca.

No es éste el lugar para analizar la gestión 2019-23. El hecho es que gran parte de los argentinos tiene un mal recuerdo de esos años, en los que el peronismo volvió al gobierno. Y el Peluca no ha gobernado lo bastante para que se olvide.

Aún 4 años no son suficientes. Piensen que Macri es una de las figuras más desgastadas, hasta para su propio electorado. Si terminaron votando a un panelista de televisión que puteaba a los políticos. Ojo, a todos los políticos.

El otro punto es que la mejor forma de reevaluar la gestión pasada y asumir errores y falencias NO pasa por sórdidas peleas internas en que un sector echa la culpa al otro. No estaría funcionando.


Y el peronismo, qué?

marzo 21, 2024

Demasiados posts subí al blog sobre Javier Milei en estos meses. Cierto, es el fenómeno local que hoy llama la atención de buena parte del mundo. Pero, hay otra peculiaridad argenta que desconcierta  a propios y extraños desde hace casi 80 años: el peronismo. Me propongo volver a escribir ahora sobre él.

Me dirán que ya hay bibliotecas -de Babel- llenas sobre este tema. Pero poco que incluya la etapa que se abrió con la sorpresiva, y electoralmente exitosa,  irrupción de Milei. Así que les acerco mis desordenadas reflexiones iniciales.

No voy a competir con el periodismo político actual  En este post trato de ser original, y tomo el punto de vista de un analista de inversiones -alguna experiencia tengo en eso. Desde ese enfoque, tengo que decir que el peronismo es una empresa con buenos «fundamentals», como decimos los contadores.

En lenguaje común, pero siguiendo la metáfora, se puede decir que tiene un patrimonio muy importante y un «nicho de mercado» valioso. Pero, también hay que señalar que arrastra un gran pasivo, su nivel gerencial no tiene un organigrama claro y muchos de sus miembros están desactualizados. Y, lo más importante para el largo plazo, está perdiendo -la última elección lo mostró- ese nicho de mercado: ser la fuerza política nacional que expresaba y contenía a sectores sociales que tradicionalmente  formaban el «voto peronista»: los trabajadores industriales y alianza policlasistas de mayorías, con gran arrastre entre los más humildes, en las «provincias pobres», donde no existía un capitalismo moderno.

 Todavía es la fuerza política más importante en esos sectores, pero el año pasado tuvo una indicación muy fuerte que ya su «marca» no arrastra como antes.

Dejo la metáfora y paso a los datos.

Empiezo con los resultados electorales, porque una fuerza política puede expresar un pensamiento valioso y profundo sobre la sociedad, pero si no consigue que la voten, será difícil que se la tome en cuenta en estos tiempos desangelados. Los resultados recientes, claro, porque los goles de campeonatos pasados no alteran el marcador.

Hace 5 meses, en la primera vuelta electoral en octubre, el «panperonismo», con la boleta de Unión por la Patria, obtuvo un 36,78% de los votos válidos. Fue la opción más votada, después de 4 años de una gestión que la mayoría consideraba al menos «desafortunada». Como sea, una fuerza que suma más de un tercio de los votantes no puede ser ignorada (Aunque sí puede ser, y lo ha sido, aislada. Pero eso se analiza más adelante).

Hay un aspecto menos comentado: en las primarias de agosto, 2 meses antes, UxP había quedado 3ra. con 27,2% (el 1ro., Milei, 30%, y la suma de los 2 candidatos de Juntos por el Cambio, 28%). Así, su candidato, Sergio Massa, ministro de Economía de un gobierno al que muchos de los que lo votaron y todos los que no lo votaron consideraban malo, logró retener los votos de su rival en esas Paso, Juan Grabois, y sumar un 9,4% de votos de gente que no había votado a UxP en las PASO.

Además de una campaña eficaz, me parece evidente que esos votantes, después de manifestar su descontento, evaluaron que las otras opciones eran peores que el peronismo.

En nuestro país, al menos desde 1916, las fuerzas nacionales se miden en la elección presidencial. Pero no son los únicos resultados electorales que importan, por cierto. En esa 1ra. vuelta en octubre, cuando se eligieron también gobernadores y legisladores, el peronismo perdió el gobierno de Santa Fe, Entre Ríos, Chaco, Chubut, San Juan, San Luis, Santa Cruz, a manos de JxC (LLA, el partido de Milei, improvisado, no conquistó ninguna provincia). En cuanto al peronismo, esas derrotas fueron una indicación clara del descontento, y de la pérdida de atracción de su «marca».

En la decisiva segunda vuelta del 19 de noviembre, el peronismo volvió a sumar votos, algo más de un 7% sobre lo obtenido en octubre. Pero su adversario sumó mucho más. Como suele suceder en los balotajes, aquí y en el resto del mundo, crece un factor clave: el voto para que no gane «el otro». En este caso, un 56% de los votantes quisieron que ganase Milei y/o que no ganase el peronismo. En síntesis: los votantes de JxC optaron por la candidatura no peronista. Es el dato que explica mucho de lo que ocurre en la Cámara de Diputados y, en menor grado, en el Senado.

Así, el escenario de tercios» que apareció el año pasado, ha vuelto a tener en el Congreso y -en un año sin elecciones- en las encuestas, sólo 2 protagonistas  principales: el rechazo al experimento mileísta y el rechazo al peronismo.

Y aunque la dirigencia del radicalismo es insultada todos los días por el presidente y sus trolls, y una parte de la del PRO duda en subirse al inseguro carro «libertario», mientras sus votantes digan «Antes Milei que Cristina (o los peronistas)», se quedarán donde están…

En este esbozo estoy analizando al peronismo actual desde la política y  la coyuntura. Pere de él forman parte otros elementos que no se mueven al compás de los resultados electorales. Aunque estos no les sean indiferentes, claro.

Hay una estructura gremial extendida por todo el país, que incluye a sindicatos con importantes recursos económicos -aunque mucho menores que los de las grandes empresas- y, sobre todo, con una capacidad de movilizar en huelgas y protestas. Su principal tarea es defender los intereses de los afiliados y los de las propias organizaciones, pero su vínculo con el peronismo es histórico, y en su gran mayoría comparten su identidad política.

Con los movimientos sociales -los sindicatos de los excluidos- surgidos en las últimas décadas, sucede algo similar. Aunque su «empleador», al que deben reclamar y presionar, es el Estado, y en ellos hay presencia y organización del troskismo, de evangélicos y católicos, su vínculo principal es con el peronismo. La fuerza política nacional más poderosa que los toma en cuenta.

Pero… esas estructuras pueden poner límites a este experimento «anarco capitalista» en curso, y tratan de hacerlo. Pero no deciden qué boleta ponen en la urna sus afiliados. Y, sobre todo, ya no encuadran a una mayoría de la sociedad.

Argentina se ha desindustrializado en el último medio siglo. El sur y el oeste del Gran Buenos Aires todavía vota mayoritariamente por el peronismo, pero está lleno de fábricas desmanteladas.

En realidad, en ningún país del mundo el proletariado industrial es hoy la mayoría. Ni siquiera en China, el «taller global». Mi amigo Jorge Zaccagnini insiste en que la naturaleza del trabajo está cambiando: desde el que pedalea al triciclo de Rappi al programador que trabaja para un cliente remoto. Y el empleador… el patrón ha sido reemplazado por un fondo de inversión o por el algoritmo de una plataforma.

Además de los cambios que trae la tecnología, Argentina se ha «latinoamericanizado»: crece el trabajo informal, sin estabilidad, sindicatos ni protección legar. Y el más grande empleador «en negro» es el propio Estado nacional, con «contratos de locación de servicios», que ahora hacen más fácil al experimento mileísta despedirlos.

Algo positivo, para la suma de votos: el sector más o menos «de izquierda» de las clases medias urbanas que se habían enamorado del peronismo en los ´70 y otra vez en 2008, seguirá votando al peronismo, a menos que ponga candidatos horribles. Hasta puede crecer en las clases medias no tan «progres», pero cuyos ingresos dependen directa o indirectamente del Estado. La motosierra del peluquín los serrucha a ellos más que a ningún otro sector.

Debo dejar de lado la imagen algo irónica que usé de «nicho de mercado» y también el cálculo electoral: los trabajadores informales, cuentapropistas, autónomos y «emprendedores» son una parte de la sociedad que más temprano que tarde reclamará su lugar. El peronismo, que hace 80 años se lo dio, ampliamente, a los trabajadores de ese tiempo, no debería dejar su representación a una secta delirante.

La otra tarea pendiente es reconstruir otra base histórica del peronismo: las alianzas que en la mayoría de las provincias unió a los más humildes (el «Estatuto del Peón») con una burguesía ambiciosa y dinámica, a la que las viejas familias y los dueños de la tierra miraban por encima del hombro. La «turcada» que en el Norte y en el Sur armó los partidos neoperonistas después de 1955.

Frente a la necesidad de actualizar en serio su doctrina -como el fundador insistía- y su discurso, el problema -importante sin duda- de darse una conducción queda en segundo lugar. A grandes rasgos, el «panperonismo» abarca dos grandes espacios: uno, el kirchnerismo que acepta el liderazgo de Cristina Kirchner (que incluiría a los que lo aceptan de labios para afuera. Y otro, donde hay algunos que se consideran kirchneristas y otros que no, pero no se referencian en CFK. Tiene más «territorio» y aparatos que el primero, pero no tiene un liderazgo que la reemplace, ni de lejos.

Como sea, ambos sectores se han mantenido razonablemente unidos. Mañana, viernes 22 de marzo, tratarán de armar una «Mesa Política» en el congreso nacional del Partido Justicialista. Es evidente que una «mesa» NO es una conducción, pero probablemente servirá hasta que la realidad decida quién conduce. Tal vez en las elecciones de 2027. El que viva lo verá.

Termino con lo que creo importante: el «pasivo», la deuda a la que me refería al principio. No consigo mismo, para volver a ganar elecciones. Es posible que de eso se encargue el Peluca, como se encargó Macri en su gestión.

La deuda es con su historia y con la Argentina. Porque es una fuerza política demasiado grande para ser un partido político más, aunque deba abandonar viejas fantasías hegemónicas. Para bien o para mal, es inevitable que el peronismo tenga un papel clave en nuestro destino común.


Bloguero invitado: Manuel Saralegui. Escenarios para 2024

marzo 17, 2024

Manuel es un militante político (peronista) y ensayista. Tiene una «columna» radial «La vuelta completa» (pueden escuchar sus podcasts desde sus posts en X, aquí). De vez en cuando discutimos en whatsapp, y hoy quedé impresionado por un breve comentario suyo. Lo reproduzco, y comento.

ooooo

«Creo que hay un desenlace por delante que se resuelve en 2024

Escenarios

1. Milei logra hacer su ajuste sin grandes resistencias. Pulveriza ingresos, empobrece, pero baja la inflación y sostiene 40-45% de apoyo popular (improbable). Caputo logra endeudarse. Así, se suaviza el ajuste. Las importaciones moderan los precios locales. Semi «veranito» para la clase media.

2. La oposición (nosotros) le rompe la billetera a Milei. Sea con la movilidad jubilatoria, las universidades, las provincias con el transporte, el congreso con una variedad de temas. Le empezamos a trabar el ajuste (escenario deseable). Milei se radicaliza en lo discursivo, pero se modera en las acciones (al igual que Bolsonaro después de los primeros frenos importantes).

3.  Todo se espiraliza en un marco de crisis económica, social y política – institucional, con confrontación. Escenario abierto.»

ooooo

Lúcido y conciso. Pero lo que me parece destacable, de entrada, es que M. S. supera la actitud que uno encuentra en mucha militancia «Esto no puede estar ocurriendo». Una negación que le hace difícil elaborar estrategias. Ni hablemos de propuestas, salvo el anhelo por volver a un (imaginario) paraíso perdido.

También me gustó, y lo reproduzco, porque esos escenarios plantean desafíos a los que tenemos ideologías y compromisos políticos. No sabemos cuál de ellos se acerca más al imprevisible futuro (los 9 meses que quedan de 2024). Y tenemos que pensar qué queremos hacer, además de tratar de explicar porqué pasó lo que pasó.

Agrego algo: el primer escenario es -está claro- un Menem II. Uno cree -con buenas razones- que, si llega, es imposible que se sostenga. Pero es necesario tener en cuenta que una buena parte de los votantes de LLA, y una mayoría de los de JxC, quisieran que llegase, con o sin el Peluca. Los que queremos un futuro diferente tenemos que pensar en convencer y sumar voluntades. Empezando en 2024.


Bukele no parece funcionar en Rosario. ¿Qué quiere decir «funcionar»?

marzo 11, 2024

Aclaro de entrada que no tengo conocimiento especializado en el combate al narcotráfico, ni sobre tareas policiales. Y uno de los puntos de este post es señalar que ante lo que sucede en Rosario es idiota plantear «respuestas» desde la sociología o la economía. Que pueden funcionar, o no, pero siempre en el largo plazo.

Y en este asunto es válido, como en ningún otro el ominoso realismo de Keynes «En el largo plazo estaremos muertos».

La intención de estas líneas es, entonces, de ofrecer algunas ideas desde el realismo a que obliga la necesidad de encontrar, ahora, algunas respuestas prácticas. Antes que la desesperación siga empujando a experimentos autodestructivos (eso parece habernos pasado con la economía, justamente).

En estos días el intento de copiar la política penitenciaria de países serios como El Salvador parece haber fracasado. Creo que un factor obvio fue no haber tenido en cuenta que el narcotráfico maneja en Argentina muchísimo más dinero, tiene más capacidad de corromper en todos los niveles de la sociedad, que las maras salvadoreñas.

Se podía haber tomado en cuenta el caso de México, donde los carteles son señores de vida y muerte en grandes zonas, aunque sus fuerzas de seguridad no se distinguen por seguir doctrinas «garantistas».

Tampoco, creo, sirve de mucho denunciar los grandes capitalistas del negocio narco. Aunque sea lo que corresponde, en lo moral y político. Porque si esos «gatos gordos», como los llaman en Gringoland, son avergonzados, o -difícil- encarcelados, o se los envía, supongamos, a «dormir con los peces»… serán reemplazados rápidamente por herederos ambiciosos. Hay alta movilidad ascendente ahí.

¿No tiene solución Rosario? No caigamos en la pavada. Por supuesto que ni ahí ni ningún otro lado se puede «eliminar al narcotráfico». Como tampoco se ha eliminado, ni es previsible que se haga, la ratería o el homicidio. Se puede lograr, y en la mayoría de los países que no son «estados fallidos» se consigue disminuir el delito a límites tolerables para la mayoría de sociedad.

Lo de «tolerables» tiene un sesgo interesante. Varias veces dije en este blog -veas en el Buscador- que en todas las sociedades más o menos modernas la función de la policía incluye controlar -lo que significa también administrar- los delitos que esas sociedades condenan, pero consumen: la prostitución, el juego, el consumo de sustancias prohibidas…

En el mundo actual hay un problema: el negocio en esas sustancias prohibidas genera beneficios altísimos. Suficientes para corromper a laboratorios -los medios de EE.UU. traen notas interesantes; alguna la reproducí en AgendAR-, bancos, políticos, jueces, y, sí, policías.

Aún así, la tarea de «control de daños» -una frase muy usada en este tema, dicho sea de paso- es posible. En el AMBA, en Córdoba Capital, en Nueva York y en Madrid hay mucho narcotráfico, pero la inseguridad, el terror de los inocentes, es mucho menor en esas ciudades que en Rosario hoy.

Gente que conoce del asunto dice que en esas ciudades la policía cumple con esa función tradicional de controlar. Mal, eh.

Aquí la mirada de los sociólogos es válida. Las sociedades que condenan y consumen también «producen» una subclase de hombres jóvenes que desde niños valoran poco su propia vida y nada la de los demás. Son reclutados por el narco, y, en un escalafón de muerte, llegan a jefes de las bandas.

Esa subclase ya existe en Rosario, desde hace décadas. Tal vez desde los tiempos de Juan Galiffi y Francisco Morrone, cuando era la «Chicago argentina». El desempleo, el desprestigio de autoridades «caretas»,… muchos factores contribuyeron a aumentar esa marginalidad. Y las fuerzas de seguridad han sido primero corrompidas y ahora superadas por ellos.

Esas bandas pueden ser derrotadas. Por fuerzas de seguridad entrenadas y motivadas, no por «Comités de crisis». No por funcionarios diciendo que la culpa la tienen otros funcionarios anteriores.

Obvio, qué motivadas incluye, entre otras cosas, muy bien pagadas. Estupideces sobre «recortar el gasto público» no tienen lugar.

Es sabido que la estadounidense DEA reparte en Latinoamérica «viajes de estudio» y otros incentivos a muchísimos jueces. Sabe que compite con los generosos fondos del narcotráfico. Es triste, gente, pero es el mundo real.


Cavallo y el dólar de marzo

marzo 9, 2024

El 14 de enero pasado escribí en este blog (antes lo había planteado en otros sitios) «La recesión inducida no va a detener la inflación en pocos meses. Ya la mayoría de los que analizan la actividad económica -y yo mismo, por lo que valga- evaluamos que en marzo, dentro de dos meses, el dólar estará «barato», con el nivel actual de devaluación».

Les tengo una mala noticia, Peluca, Toto: el dólar ya está barato. Para ser preciso, los precios locales ya están altos para los extranjeros. Ya no se cruzan uruguayos y paraguayos a comprar nafta. Y los turistas europeos encuentran que están más o menos como allí (como en los Países Bajos, eh, no como en la «barata» España). La comida y el transporte están abajo, todavía, pero la ropa y los artefactos… No conviene comprarlos aquí).

Y en estos días Domingo Cavallo, el Señor del 1 a 1 peso-dólar,  aconsejó públicamente incrementar el ritmo del «crawling peg» -la devaluación mes a mes- para que no se atrase el valor del dólar oficial y se genere un desincentivo a liquidar los ingresos de los exportadores, y “aventar, de esa forma, el riesgo de un salto devaluatorio en los próximos meses”.

El problema con este consejo -el Mingo lo sabe, pero esta vez él no tiene que hacerse cargo- es que aumentar el ritmo de la devaluación es también aumentar la inflación. Los precios de casi todo en Argentina aumentan al ritmo del dólar, porque casi todo tiene insumos importados: desde los combustibles a la salud.

No voy a jactarme de este pronóstico. La situación era previsible, y fue prevista por otros. Ya había sucedido durante la Convertibilidad, a partir de 1994/95. Lo único nuevo es que este deterioro de la competitividad local se produjo tan rápido, en semanas en lugar de años. Pero, como sabemos, Luis Caputo es el Messi de las finanzas.

Lo que no es tan previsible -porque no depende de la economía, sino de la sociedad y de la política- es cuánto tiempo se sostendrá esta situación y que le seguirá.

Para mi análisis de este escenario, y algunas especulaciones, los invito a leer ese post del 14/1, aquí. Ahí critico también la inclinación del peronismo -en sus gestiones después de la etapa fundacional- por «sentarse» en el precio del dólar. En el capitalismo -es decir, en el mundo real- lo mejor para la economía -para el desarrollo agroindustrial- es una moneda propia subvaluada. Por algo China la mantuvo así todo lo que pudo. Ahí planteo que la coalición que reemplace a este experimento Milei-Caputo deberá tenerlo en cuenta. Pero no se confundan: ese post termina con esa frase que uso tanto: El que viva lo verá.


Esté 1° de marzo hay otro mensaje, desde Roma. Pero no tiene vocero local

marzo 1, 2024

En estos días el Papa Francisco envió un video con un mensaje dirigido a un comité de jueces y -parece, por evidencia interna- a Javier Milei.

Copio algunos párrafos, elegidos con un criterio muy laico (al pie de este post está el video completo, para los que se interesen).

«Vivimos épocas de intensa injusticia: pocos ricos cada vez más poderosos y millones de pobres negados y descartados».

«Los derechos sociales no son gratuitos (…) y la riqueza para sostenerlos está disponible, pero requiere de decisiones políticas adecuadas, racionales y equitativas».

«El Estado (es) hoy más importante que nunca (y) está llamado a ejercer ese papel central de redistribución y justicia social».

«Todos los que ejercen un poder público tienen que tener presente que no alcanza con la legitimidad de origen. El ejercicio debe también ser legítimo. ¿Qué justificación puede tener el poder si se aleja de la construcción de sociedades justas y dignas? ¿Puedo ser un buen magistrado mirando hacia el costado frente al sufrimiento del otro? Por favor, cada día frente al espejo pregúntense por ustedes mismos y pregúntense por los otros».

«Por favor, les pido firmeza frente a los modelos deshumanizantes y violentos».

Ahora, ¿por qué yo digo en el título que no hay un vocero? Está la Iglesia argentina, institución jerárquica inserta en la Jerarquía católica. Sus obispos y sacerdotes divulgan este mensaje, con mayor o menor entusiasmo, según los casos.

Y una mayoría de las fuerzas políticas locales lo harán propio, también con mayor o menor entusiasmo. En especial el peronismo, cuya doctrina explícita siempre se identificó con la doctrina social de la Iglesia.

Y están los jueces -a los que con realismo jesuita el Papa se dirige en primer término. Serían los que hoy están en mejores condiciones para dar respuestas concretas a sus planteos.

Lo que estoy nombrando como el «vocero» que falta es lo que en términos sociológicos imprecisos se llamaría «sujeto histórico». Un sector social que se identifique con este mensaje.

Mi afirmación puede parecer rara. Si hay algo que abunda en la Argentina de hoy son los pobres y excluidos a los que Francisco se refiere en su mensaje.

Pero como ya dije en otro posteo en el que hablé de los desafíos de Bergoglio, ser pobre no es una identidad, como ser trabajador es una identidad. Ser pobre, como ser excluido, es una situación que padecen. Y la inmensa mayoría de ellos lo que quiere es salir.

Este es también el problema de las fuerzas políticas que trabajan en los barrios populares, los asentamientos, entre los desempleados y los trabajadores informales. En particular el peronismo, pero no sólo él.

(Un comentario no tan marginal: durante mucho tiempo, y hasta hace más o menos una generación, la Acción Católica era un semillero de cuadros, que del trabajo social pasaban, casi naturalmente, a la militancia política, en distintas fuerzas. Hoy son mucho más raros los que vienen de allí, aunque haya alguno muy notorio).

Como sea, el problema y el desafío existen. Modestamente, insisto en que el Estado y la política deben dejar de ser solamente «asistentes sociales» para los pobres y marginales. Esa es una tarea necesaria, imprescindible, y no solo el Papa, hasta el FMI se la recuerda a Milei en sus documentos.

Pero es, y debe ser, una tarea temporaria, o estaríamos fortaleciendo una subclase de excluidos. Deben ser incluidos, y el único mecanismo viable es el trabajo y la educación. El deporte, también puede ayudar.