Hablando de comunicación política

Moyano Venegas Rural CGT

Esta foto, reproducida en un diario de gran circulación y hecha, claro, con esa intención, es un buen ejemplo de lo que estaba diciendo en el posteo anterior. Me apresuro a decir que no pertenece al espacio digital, que ha elegido para sí #BASAT POLÍTICA. Ni tampoco es de las que muestran la intervención convencional de un asesor de imagen. Sin embargo, es un caso clásico de comunicación política, que nos recuerda que a menudo se dirige a un segmento muy, muy específico, aunque deba llegar al gran público para que sea eficaz.

No está dirigida al gran público, casi no es necesario decirlo. Los rostros no invitan a pensar en un futuro mejor – una de los temas más tradicionales de la publicidad política – ni tampoco expresan la confianza y la camaradería que da un propósito común – otro tema utilizable. Resulta evidente que – corrigiendo un poco al gran J. L. Borges – no los une el amor sino la bronca, con el gobierno. Y, justamente, el destinatario es el gobierno.

La menciono aquí porque me resulta útil para hacer claro un tema que menciono a menudo en el blog. La tensión, siempre presente e inevitable, que ya analizaba Aristóteles, entre monarquía, aristocracia y democracia. Pasa que esto suena pedante para los que viven la política en la realidad, y anticuado para los intelectuales, que leen autores marxistas o post marxistas. Pero creo que esta foto nos ayuda a entender el asunto.

Dejemos de lado los nombres. Aristocracia y monarquía ya no se usan mucho hoy cuando se habla de Poder; otros términos similares pero con carga negativa – oligarquía y tiranía – son más corrientes.

Pero los conceptos son simples. En casi todas las sociedades complejas hay, en la cima aparente, alguien que concentra el poder político. En un tiempo eran los reyes, o en la Grecia clásica los Tiranos, pero ahora se pueden llamar Presidente, Primer Ministro, Secretario del Partido…

En todas las sociedades por encima de la tribu hay una escala de… núcleos de poder por debajo de la cima aparente. Algunos, casi autónomos de ella: grandes nobles, la Iglesia, en la Europa feudal. O compañías multinacionales, en la actualidad.

Pero, necesariamente, son muchos más los que podemos decir que están «en el medio». En nuestro tiempo, son los que cuentan con un poder económico, grande o pequeño – pero que no forman parte de un grupo transnacional – y los que tienen una representación sectorial, con recursos, claro. También están los que cuentan con las herramientas del prestigio y del conocimiento específico, pero hoy son mucho menos importantes – están menos unidos – que la «nobleza de toga» en la Francia prerrevolucionaria o los «ilustrados» en la Hispanoamérica del siglo XIX.

A veces las relaciones entre el o la que está arriba y los del medio son buenas. Bah, casi siempre lo son, por lo menos con algunos. Porque no se trata de sectores homogéneos, con intereses y mentalidad en común (aunque Evita hablaba del «espíritu oligarca»). Pero siempre, repito, existe la tensión. Porque hay un problema de poder, entre el de arriba y los del medio.

El elemento que decide más o menos definitivamente ese problema de poder, como lo descubrieron hace muchos siglos los monarcas de Europa que construyeron las primeras naciones modernas – los Capeto en Francia, los Tudor en Inglaterra y Fernando el Católico en España lo «jugaban de taquito» -, son los de abajo. Que, claro, son los más.

«Abajo» no es necesariamente una clase social, ni una situación económica. Es una relación de poder. Los reyes se apoyaron en la burguesía contra los nobles, Mao movilizó a los Guardias Rojos contra la burocracia del Partido,… Las circunstancias son muy diversas. Lo que la historia nos dice que tienen en común es que si el «monarca» no cuenta con el apoyo decidido de los de «abajo», a la larga pierde.

Y ese apoyo no está garantizado, ni mucho menos. Por eso los Lores de Inglaterra obligaron al rey Juan a firmar la Magna Carta, y los Ricohombres de Aragón tenían una forma tradicional de prestar juramento al monarca «Nos, que somos tanto como Vos, y que todos juntos somos más que Vos…». Hay ejemplos más modernos.

Eso sí, lo más frecuente, por la naturaleza de las cosas, es que sea el de arriba el que convoca a los de abajo. A las mayorías populares, en el lenguaje moderno. Porque en estos tiempos, los del medio no convocan, o, si lo hacen en algún momento (2008, por ejemplo), no mantienen la capacidad de hacerlo. Por algo será.

4 Responses to Hablando de comunicación política

  1. Norberto dice:

    Me parece Gran Jefe que lo que veo es una amable reunión entre el presi de la SRA, el de Coninagro, el de APRESID, si no estoy equivocado, y dos estancieros del palo, seguramente conversando de soja y cebada cervecera.
    Nunca menos y abrazos

  2. disculpame ,aparte de los comentarios de esa aplicada ama de casa que fue Evita ,que es hoy un oligarca ?Arrivillaga.

  3. Abel B. dice:

    Estimados:

    2 respuestas livianas, a coments. ídem:

    Norberto, dos de esos «estancieros» tienen muchos afiliados. Si se dedican también a eso – una forma tradicional y extendida en Argentina de invertir capitales obtenidos en otras actividades – sólo puede ser como hobby.

    Edgardo: Sé que, por tu edad, habrás leído en la escuela «La razón de mi vida». Pero si leés a Aristóteles, tendrás más definiciones de «oligarca».

    Abrazos

  4. […] y la solidaridad de Hadad y Pergolini – también real; hace poco escribí en el blog sobre la unión de los poderes sectoriales contra el poder político central, y esos tres son duques de los medios, si los hay – no serán definitivos. “Nothing […]

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