Una sugerencia para Cristina

Voy a escribir sobre el futuro, más allá de este octubre. Hubo, y todavía sigue, un largo descargue de adrenalina postelectoral – los K «¿por qué nos pasó esto?«, los opo «yo se los dije» – en el posteo anterior sobre los Primarias (de paso, disculpas por mi demora en autorizar comentarios: no soy bloguero de tiempo completo). Es bueno y necesario; pero tengo que estar de acuerdo con los comentaristas que decían que había que militar más y versear menos.

Vale. Para ambos lados. Los números de la elección del 27/10, en todo el país, son predecibles, cierto, pero están mucho menos fijados de lo que pueden creer los teóricos. Los que tienen experiencia en elecciones, van a pelear hasta el último día. Y lo bien que hacen.

Pero no milito en este blog. PIenso en voz alta. Sobre temas que me interesan; muchas veces, sobre los temas que le interesan a la fauna política, de la que soy parte. Y todos los políticos que no están en esas listas que se medirán en octubre, y unos cuantos de los que están, hace rato que están pensando en lo que viene después del 27. Y después del 2015. Específicamente, en la sucesión.

Porque una nueva reelección (inmediata) de Cristina Fernández es imposible políticamente desde hace ya bastante tiempo. Y seguramente cualquier encuesta que no sea trucha – con las preguntas correctas – se los ha dicho ya. Esta afirmación no tiene nada que ver con el ejercicio teórico de sumar diputados y senadores. Una reforma constitucional requiere una elección de constituyentes, o, como un paso previo (irregular, pero bueno…) un plebiscito no vinculante. Y en ambos casos, en que no se elige a nadie para gobernar sino que lo se pregunta es si se autoriza la reelección, la respuesta de la mayoría del electorado sería No. La gran encuesta nacional del domingo pasado lo ha hecho evidente.

(Esa, la del plebiscito, fue la vaina con que Duhalde lo corrió a Menem en 1998. Y todos los políticos peronistas lo recuerdan).

En este marco, se me ocurrió que vale la pena lanzar una idea que puede llegar, por diversos caminos, a la Presidente, aprovechando la repercusión que tuvo esta humilde página en estos días (no en números lucascarrasquianos, pero hubo avalancha de visitas).

Esta propuesta no le resuelve, si la adopta, ningún problema inmediato. Pero le permitiría retomar la iniciativa; dar la imagen, y la realidad, que se favorece más participación y reglas claras; tendrá el apoyo entusiasta de un sector pequeño pero muy visible – los que son o hemos sido políticos, en este caso -; y sirve a los intereses concretos del kirchnerismo. Digamos que es una idea en el estilo de los proyectos K más notorios.

He dicho muchas veces en el blog, la última vez aquí, que «el proyecto kirchnerista existe y es vigoroso, con un liderazgo firme. Pero no tiene nada asegurado«. Agregué, en un posteo posterior a las primarias, que «es un fenómeno social que convocó y todavía convoca entusiasmo y militancia«. Y algo que importa mucho a los hombres prácticos, «sin los votos que se identifican con esa propuesta, el peronismo no gana«.

Ahora, la condición mayoritaria del kirchnerismo en el peronismo, indiscutida desde 2005 hasta este domingo, y todavía muy real en el ámbito nacional, tiene que ver conque es imposible distinguir sus votos de los del oficialismo. Que es la corriente mayoritaria en todas las fuerzas políticas que están en el poder, mientras las cosas van más o menos bien.

Esa situación favorece a los K, claro, y han sabido usarla. Pero tiene fecha de vencimiento; diciembre de 2015, para ser exactos. Y la política, como los mercados, se mueve a futuro.

Mi propuesta es la institucionalización del peronismo, o del FPV ¿por qué no?, en serio: reafiliación, elecciones fiscalizadas para la elección de autoridades, participación de las minorías en los órganos de conducción,… Toda la parafernalia democrática, la que el kirchnerismo, pese a la histeria «republicana», ha contribuido a extender en la sociedad.

Nada original, por supuesto, me apresuro a reconocer. Era el programa – Ezequiel Meler lo diría estentóreamente – de la Renovación en los ’80, del que yo estuve en el lado opuesto, dicho sea de paso, porque la consideraba una moda alfonsinista. Pero la realidad es la única verdad, como decía un dirigente más citado que imitado.

Una medida, bah, un conjunto de medidas, así convertirá al kirchnerismo en una corriente interna. ¿Y? Seguirá teniendo, al menos hasta diciembre de 2015, la Presidencia, con todo lo que eso implica. Obligará en el tiempo, es cierto, a Cristina, y al resto de la dirigencia peronista, a manejar su poder en una forma distinta de la que es habitual (No demasiado distinta: la autonomía de los que tienen poder real siempre ha sido respetada en los hechos, sino en las formas, o pregúntenle a los gobernadores). Eso sí, transformará, inevitablemente, el discurso político del peronismo. Lo que, de acuerdo a los resultados de estas primarias, parece ser una buena idea.