los números de las encuestas

Ayer felicité a Luciano por un post donde analiza reclamos pendientes, no expresados en el acto de la 9 de Julio del sindicalismo argentino; una crítica seria, por alguien que también estuvo allí. Y le decía que demasiados blogueros (de los politizados) nos hemos quedado enganchados en la campaña o, peor, en el fascinante juego de la lucha por el poder político. Me incluyo, por supuesto. Pero, saben, ese juego, y las mediciones que son las encuestas, sirven también para mostrar cambios profundos en la sociedad.

Para  mostrar lo que quiero decir, tomo la encuesta que Artemio López subió aquí . No es solidaridad bloguera, ni de cholulo con las figuras de la TV. Es un homenaje a la habilidad con que se movió entre a) su profesionalidad, b) su compromiso con sus propias ideas, y c) la ansiedad con que la blogosfera K esperaba sus números (porque  eran los de alguien del palo). Pero sobre todo porque es limitada: sobre el Gran Buenos Aires, la más extensa porción de la Argentina urbana – y donde se dan los mayores contrastes. A esta altura de la campaña, dar cifras sobre resultados nacionales es, en el mejor de los casos, un ensayo sociológico o, en el peor, publicidad no tradicional.

No voy a meterme en el análisis profundo, que hace aquí el conurbanólogo Manolo. No antes que estén las listas en el juzgado el sábado 9, por cábala, vió? Pero estos números – que coinciden en lo fundamental con los de los otros encuestadores – están mostrando cambios muy profundos, por lo menos en el Gran Buenos Aires,  en un factor básico de la política argentina de los últimos 60 años. Un factor que describí el 16 de abril «el mapa electoral de la Provincia ha sido bastante constante en el tiempo desde 1946: hay un polo peronista y un polo anti (o, por lo menos, no) peronista. Los dos se reparten la torta. Uno gana (las más de las veces el peronista) y el otro pierde. Pero no avanzan mucho en la porción del otro«. Esto mismo insistía otro bloguero, el «vocero mudo«, para indignación de Artemio. Y es la convicción más firme de los veteranos del aparato peronista bonaerense: está el voto «nuestro» y el voto de «la contra». Se construye a partir de allí.

En realidad, este ha sido el elemento típico de la política argentina, desde las elecciones nacionales de 1946 (Vuelvo a recomendar el clásico de Mora y Araujo «El voto peronista»). Para no simplificar demasiado, hay que tener en cuenta que una y otra vez surge desde los sectores medios una propuesta que trata de romper (superar) esta dicotomía. A veces, una propuesta «modernizadora»: el desarrollismo de Frondizi es lo que viene a la mente. Con más frecuencia, una de «centro izquierda»: el Partido Intransigente, el Frente Grande y el Frepaso, el ARI de los comienzos, recientemente, en esbozo, la transversalidad… Ninguna consigue romper esa separación, y terminan jugando en sus términos.

Entiéndanme, esta encuesta no descubre la pólvora. Simplemente, es una señal más, una muy fuerte, que esa regla de juego fundamental podría estar cambiando. «Unión-Pro» no es, ciertamente, el peronismo. Tampoco es no peronista. Y no cumple con el rol tradicional de una tercera fuerza. No estoy hablando de las listas de candidatos, que son importantes. Hablo de los votantes, que son los decisivos para identificar una realidad política. Si es la segunda fuerza en el conurbano bonaerense, fortaleza decisiva del peronismo tradicional, esa sí es una nueva realidad. Que trasciende en mucho los resultados del 28 de junio. Si esto es así, como diría un yanqui «los perros viejos del Gran Buenos Aires tendrán que aprender nuevos trucos».

Como lo mío no es el análisis intelectual, señalo lo que pienso: Después de Menem y de Kirchner, y en direcciones que ninguno de los dos pensaba, la división del peronismo es por primera vez una posibilidad real. Algunos amigos, a los que respeto y valoro, la asumen como inevitable. Yo pienso que su unidad sigue siendo, por ahora, una herramienta necesaria, quizás imprescindible, para Argentina. Me interesa trabajar en esa dirección.