Trenes

febrero 22, 2012

No tengo inclinación por las catástrofes. Ni estoy bajo la obligación mediática de tocar temas con gran repercusión  Pero pasa algo terrible, muy cerca de uno, y no me siento cómodo si me quedo callado.

¿Qué puedo decir? Accidentes ferroviarios, aún más grandes que éste, ha habido en nuestro país y en el mundo. Y seguramente habrá otros. En lo que pasó hoy en Once, algo que me hace menos … fatalista y aumenta la bronca, es saber que seguramente la gran mayoría de los muertos y los heridos son trabajadores que tienen que viajar todos los días como ganado en esos trenes para llegar a sus empleos.

Igual, aunque no tenga gran fe en los procesos judiciales, son el instrumento que tenemos. Procederán, no podrán evitarlo, pero en sus tiempos. Probablemente, mucho antes que terminen sepamos más sobre lo que pasó – estas cosas que hacen tanto ruido también producen revelaciones más difíciles de ocultar. Mientras, no me siento capaz de empezar a asignar culpas, ni al Secretario Schiavi ni al Sr. Cirigliano. Sí me parece conveniente reunir información sobre los privados que administran los trenes. Ramble empezó hoy con cuatro posts seguidos, de aquí a aquí.

Ahora quiero pensar en algo bueno que pueda resultar de esto, aunque el precio en vidas sea demasiado alto. He dicho otras veces que de este gobierno podemos esperar que tome medidas acertadas, cuando la realidad no le deja otra opción (Este es un elogio. Otros gobiernos que he conocido, uno no podía confiar ni en eso).

Creo entonces que es posible que, frente al desastre, y al inevitable y alto costo político que le acarreará, Cristina Fernández, como otras veces, procure salir por arriba.

El esquema de gerenciamiento privado de los servicios públicos se ha mantenido, básicamente, desde los tiempos de Menem. Ha sido una política «conservadora», que no requería las inversiones necesarias con un cambio de modelo. Es decir que está en línea con el estilo prudente que, pese a las apariencias, impuso Néstor Kirchner desde el comienzo de su mandato. El criterio fue, al parecer: Un enemigo importante por vez, y sólo cuando fue necesario dirimir una disputa de poder.

Tuvo sus costos. Uno, fue el del inevitable aroma a corrupción que acompaña a estos maridajes entre el estado y las empresas, la lógica del servicio público y la del negocio privado (Ha sido un blog K el que llama a Cometrans «cometans»). Pero no es ese el problema mayor (No se me ocurre una forma de manejar un negocio que mueve muchos cientos de millones sin que haya riesgo de dolo, salvo que se lo tercerice a Dios Todopoderoso).

El resultado negativo más importante era previsible desde el comienzo. Lo comenté alguna vez en el blog. El negocio del empresario privado se convirtió, paulatina e inevitablemente, de transportar gente a cobrar subsidios. Por eso no hay inversiones y por eso la gente viaja como ganado.

Al mismo tiempo, esto también fue señalado por muchos, los subsidios son inevitables. En ningún lugar del mundo los servicios ferroviarios funcionan sin ellos. Si se toma en cuenta, como debe hacerse, el costo de la infraestructura.

Entonces, si la perduración del sistema actual es insostenible políticamente, como bien puede serlo, la salida obvia es una Empresa Estatal de Ferrocarriles. No será una decisión fácil. Decía hace un año que «por toda la charla de “estatismo”, han sido muy pocas las empresas que se han estatizado durante la gestión K, y aún menos las públicas que se han creado. Podemos hablar de una auténtica reluctancia, y el caso de ENARSA, que es poco más que una oficina y algunos expedientes es el mejor ejemplo.

Los motivos pueden ser desde esa ausencia de “cuadros” con experiencia en gerenciamiento de grandes empresas a la mala memoria, negada pero presente, que han dejado algunas experiencias de empresas estatales. Los peronistas con experiencia en gobiernos provinciales, como los Kirchner, saben de eso«.

De todas formas, la única forma de aprender a nadar es nadando. Si los argentinos debemos reaprender a manejar las empresas del Estado … estoy muy en favor de eso por razones conceptuales que expliqué aquí. Hay que agregar que en una época, algunas de ellas, Gas del Estado, Vialidad, las manejamos muy bien. Los ferrocarriles, una tecnología tradicional, que requiere insumos en buena parte locales y mucha mano de obra rápidamente entrenable, y que al mismo tiempo estimula una red de proveedores que pueden ser pymes… es un buen lugar para empezar.

Algunas de estas cosas ya las tenía escritas, desde que comenté en el blog del licenciado Baleno aquí. Fue lo que pasó hoy lo que me hizo rescatar un borrador apenas empezado. Sólo puedo copiar el comentario que hice entonces, como un aporte a los que – si el gobierno toma la decisión que espero – deban emprender la tarea:

«Licenciado, tiene mi aplauso por este post. Por estar en favor de la decisión de hacer, y en contra de los que siempre encuentran razones para no hacer. Pero no lo aplaudo por esta propuesta de un Tren de Alta Velocidad.

Trato de sintetizar (varias de las razones están en los coments anteriores): Argentina debe reconstruir su red de trenes, y mejorarla. Tomando en cuenta todos los costos, el tren es más barato y mejor para el país que el camión – con el que debe combinarse – y, por supuesto, que el avión.

Para tramos de alto tránsito en o entre las provincias de Buenos Aires / Santa Fe / Córdoba / ¿Mendoza? se justifica la inversión en infraestructura de rieles mucho mejores que los que tenemos hoy (son mucho más caros) para tener trenes veloces y puntuales.

Los Trenes de Alta Velocidad son todavía mucho más caros, en infra y en operación. Reconozco que sería bueno tener uno, por la tecnología incorporada (si se desarrollara acá), pero reconstruir la red ferroviaria ya llevará una inversión gigantesca, para nuestros recursos. Para un desarrollo tecnológico de punta, prefiero el vector para satélites. Es más barato«.