Este va a ser un post muy limitado en su tema. Porque Lula ha sido y vuelve a ser uno de los mandatarios importantes de este siglo que ya lleva dos décadas y pico. Y Brasil… es la mitad de la América del Sur. Aquí voy a hablar solamente de algunas realidades políticas brasileñas que hacen que este su 3er. mandato sea bien distinto a los anteriores, de cómo se parecen a algunas realidades políticas argentinas. Y de cómo tienen que ver con tendencias globales, porque ninguno de nuestros países está en una burbuja.
Brasil ha sido desde que existe un país muy desigual, con grandes porciones de su población sumergida en la pobreza y la indigencia. Los dos mandatos anteriores de Lula (la historia económica y social brasileña no empezó en 2003, pero les dije que esto iba a ser muy acotado) aminoraron un poco esa situación, y permitieron que una parte de los pobres ingresara a la clase media. Ayudado por el boom de las commodities de principios de siglo, que favoreció las exportaciones de toda Sudamérica.
Fue reelegido, pero a fines de su 2do mandato (2007/10) ya se percibía un desgaste. Había movilzaciones masivas de protesta, con participación de las clases medias, la vieja y la nueva. La inevitable oposición política -los que están afuera del gobierno siempre quieren entrar- y muy poderosos intereses en el establishment brasileño empezaron a atacarlo, a él y a la dirigencia de la fuerza política que encabezaba, el PT, con la manchpa de la corrupción.
(Contexto necesario: la gran mayoría de la clase política del Brasil, especialmente en sus segundas líneas, es vista en su país y en el mundo como «cuentapropistas» que negocian por dinero o prebendas sus votos en el Congreso. Su imagen está más manchada que la de, por ejemplo, sus colegas italianos, a los que no se ve como carmelitas descalzas.
Uno de los escándalos más importantes -sólo detrás de las gigantescas «coimas» que repartían grandes empresas para asegurarse contratos- fue justamente el Mensalão, un dinero «en negro» que se repartía todos los meses entre diputados del bloque oficialista para asegurarse que se mantuvieran oficialistas.)
Como sea, su sucesora, Dilma Rousseff, también del PT, desgastada por estas instancias de corrupción (aunque ella no estuvo nunca sospechada, y varios de sus acusadores sí) pero sobre todo por los ajustes que provocó una recesión, cuando el boom de las commodities ya había quedado muy atrás, fue depuesta por un juicio político en el Congreso.
Supongo que esta historia despierta algunos ecos en mis lectores locales. Pero, atención, es historia. Esto que sucedió hace algunos años, junto a otras cosas que han pasado en Brasil y en el mundo, han contribuido a crear una realidad política distinta, que es la que ahora enfrenta Lula. Pero se me ha hecho tarde y tengo que trabajar. Se la sigo mañana.
(Continuará)