
Esto me lo hizo llegar hoy una amiga. Lo escribió José Bleger, un psiquiatra argentino que murió casi medio siglo atrás, y que era prestigioso en esos años. Pero esto no lo conocía. Quiero compartirlo con ustedes, en este Día de la (relativa) Independencia.
«No me acuerdo del nombre del barco, pero sé positivamente que llegó a puerto en la madrugada de ese invierno de 1927.
Ahora me acordé: Flandria, se llamaba y se hundió en el viaje de vuelta. Lo del año es fácil porque los años no eran tan fáciles de confundir, aunque últimamente…
Y lo de la fecha, porque mi abuelo materno David Basewicz no era hombre de dejar pasar por alto fechas de honda significación: jamás en su vida olvidó el cumpleaños de cada una de sus cinco hijas, empezando por la mayor -Luba, mi mamá- y siguiendo por Esther, Myriam, Tamara y Shulamit.
Sí, las fechas siempre fueron importantes para Don David, como supieron llamarlo por décadas los vecinos que le compraban glostora y yilets, o jugaban con él a las damas en esa pobre casa de la calle Rojas.
Y ese día de invierno del 27… ¡imagínense! Un barco cargado de inmigrantes viajando en tercera porque no existía la cuarta, recibidos en puerto con todos los honores que únicamente se le deparan a grandes dignatarios. Los barcos de guerra con gallardetes por toda la arboladura y su tripulación completa formada en cubierta saludando marcialmente. Una batería de cañones que dispara una salva de veintiun cañonazos, mientras la banda de la Gloriosa Armada Argentina, reforzada por los bronces de la no menos Gloriosa Prefectura Naval toca marcha tras marcha.
Acodado en la barandilla del puente más bajo, mi abuelo David, fugitivo de sus viejos conocidos, el hambre, la guerra y el antisemitismo europeos y mudo de emoción ante el recibimiento que les hacía el Nuevo Mundo, se dio vuelta y les dijo a mi abuela Raquel y a sus cinco hijas: «en este mundo lleno de odio, un país que recibe así a sus inmigrantes es algo único y maravilloso. Respétenlo durante toda la vida y jamás se olviden de rendirle homenaje y de celebrar este Día de la Llegada de la Familia Basewicz».
Es por eso que cada año mi familia materna, ya con tres generaciones bien criollas, se junta, celebra, brinda y rinde merecido homenaje a la República Argentina, país que sabía recibir como ningún otro a sus inmigrantes.
Desde 1927, año tras año, sin fallar jamás. Como un sólo hombre. Y cada 9 de julio.»