Candidatos competitivos

Las estadísticas del sr. WordPress son terminantes: los posteos de la interna peronista son los que atraen mayor número de visitantes. Uno es comprensivo -también debe confesar una adicción a esa merca- pero… no tiene tantas cosas nuevas que decir. No hay tantas cosas nuevas, en realidad.

Por suerte, el joven y activo Pablo Ibáñez proporciona regularmente un plato bien condimentado. Comparto con ustedes lo último de él y, claro, lo comento al final.

«Poco perceptible y más anímico que objetivo, el peronismo experimentó en las últimas semanas un giro optimista: abandonó el status de derrota inevitable que sembró el 22-O y se permite ver una luz al final del túnel.

Las elecciones de octubre, con 40 puntos nacionales para Cambiemos, inyectaron en la dirigencia del PJ la certeza de que había macrismo hasta, mínimo, 2023, y que las reelecciones de Mauricio Macri y María Eugenia Vidal eran irreversibles.

Eso instaló una referencia simbólica: el peronismo debía encontrar su Massacesi para el 2019, en referencia a Horacio Massacesi, radical que gobernó Rio Negro y que en 1995 fue candidato presidencial contra Carlos Menem.

En criollo: un dirigente que se sacrifique para que el PJ compita, cumpla el ritual de participar en una elección y siente las bases para un futura, e imaginaria, recuperación. Un nombre para la derrota.

Hubo, incluso, nombres. De Juan Manuel Urtubey, que no puede reelegir en Salta, a Daniel Scioli, al que sus entornistas proponen que recorra el país porque es «de los pocos dirigentes con conocimiento nacional». O Axel Kicillof.

Pero la hipótesis de continuismo de Cambiemos se alteró con los tropiezos del gobierno, las protestas de diciembre y, en particular, una economía que sigue sin dar señales de recuperación real.

«Una luz al final del túnel», sintetiza un dirigente del interior del país. Esa expectativa agitó, además, los movimientos unionistas entre peronistas, cuyo portavoz más activo fue Gustavo Menéndez, presidente del PJ bonaerense.

Sobre la teoría de la «unidad», en la que algunos dicen que es fundamental una PASO nacional, el PJ de los gobernadores, y otros prefieren una lista de acuerdo -es lo que empuja Cristina Kirchner-, se montó la expectativa sobre el 2019.

«Hay que ir a una primaria, para evitar que Cambiemos gane en primera vuelta y después en el balotaje puede ser para cualquiera: Macri le ganó a Scioli por menos de 3 puntos, en 2019 puede ser al revés«, proyecta un bonaerense.

Como contracara de la teoría derrotista de un Massacesi peronista, apareció otra referencia histórica, más lejana: Andrés Framini, el sindicalista que fue electo gobernador el 18 de marzo de 1962 pero no pudo asumir. Jefe de la Asociación Textil y referente de la Resistencia peronista, Framini fue «bendecido» por Juan Domingo Perón, que estaba exiliado y proscripto. Gobernaba Arturo Frondizi.

Desde el exterior lanzó la fórmula Framini gobernador, Perón vice. Al final, el segundo escalón fue para Francisco Anglada que aportó la rima para el eslogan «Framini, Anglada, Perón a la Rosada». Sin posibilidad de usar el sello PJ, compitieron con la marca Unión Popular que obtuvo, en Buenos Aires, el 38,2%.

La invocación a Framini aparece como contracara de la tesis Massacesi, pasar de la idea de la derrota cantada a la posibilidad que el peronismo compita con un dirigente competitivo. Sigue, en eso, siendo una incógnita el formato de una unidad que casi todos consideran imprescindible.

El factor crítico es, siempre, Cristina Kirchner, aunque la ex presidente alinea detrás suyo a buena parte del PJ bonaerense, en la mayoría de las provincias genera resistencia. A varios gobernadores, boletas K que fueron por fuera los hicieron perder la elección de octubre.

El kirchnerismo dice que, en algún punto, incluso los peronistas más anti K como Juan Schiaretti y Juan Manuel Urtubey deberán hacer una tregua con los K de sus provincias. Detalle: en 2017, Schiaretti y Juan Manuel De la Sota convencieron a Eduardo Accastello, el peronista K más competitivo de Córdoba, que no compita. Así y todo, Pablo Carro, un sindicalista docente, sacó 10 % levantando la bandera de Cristina.

Por ley y hábito, Córdoba siempre elige gobernador en fecha propia pero Schiaretti perdió por 18 % con Cambiemos y otra división del peronismo como en 2017 puede convertirse en un problema serio.

La invocación Framini tiene un doblez: supone que ni Cristina ni ninguno de los dirigentes con rodaje, quede en la grilla para el 2019. Artificios y ensayos de laboratorio cuando faltan eternidades».

Les confieso algo: no habría subido esta nota si no me constara que variados dirigentes del peronismo lo consideraron con interés. Como indicación certera de un clima en marcha, más que como datos reales.

No estoy diciendo que lo que dice no sea cierto. Lo es; pero son dibujos en la arena, que el viento y las olas van a borrar. Una parte numerosa y motivada de los peronistas está convencida que ya tienen una candidata competitiva. Otras alternativas… todavía no aparecen en la cancha. Y nadie llega a ser candidato a presidente sin trabajar mucho para eso (A veces se ha llegado a ser presidente por casualidad, o por maniobras de pocos. Pero ser un candidato creíble es otra cosa).

En todo caso, las decisiones definitivas no se tomarán hasta noviembre, posiblemente hasta marzo del año que viene. Sólo entonces, y después de los desarrollos previsibles e imprevisibles de la economía y el humor popular, se empezarán a estudiar las encuestas con la confianza (mínima) que se necesita.

Desde ya, la militancia cristinista emocional, y la anticristinista, aún más emocional, no aceptarán ninguna encuesta. Saben lo que quieren, y lo que no quieren, respectivamente. Pero los que tienen que tomar la(s) decisión(es) son Cristina Kirchner, los gobernadores, los intendentes de grandes distritos, y los empresarios y dirigentes sindicales que manejan recursos suficientes para «bancar» campañas. Son los que mirarán obsesivamente las encuestas. Las que cada uno de ellos encargue.