Me parece razonable empezar el año mirando el escenario internacional. La coyuntura local ya no ofrece (tantas) novedades en estos días, y la internacional -de la que somos parte, más como objetos que como sujetos, lamentablemente- nos condicionará.
Comparto uno de los artículos más interesantes que leí en estas semanas (vendrán otros). Su autor, Carlos Pérez Llana es profesor de Relaciones Internacionales en las Universidades Di Tella y Siglo 21. Ya lo cité otras veces en el blog. Es informado y escribe en un estilo claro. Aquí menciona algunas corrientes profundas de la realidad y describe muy bien los conflictos más visibles en el escenario global. Pero además tengo otro motivo para empezar con él. Porque hace evidente un problema nuestro.
C. P. L. es un estudioso argentino. Pero en esta nota que examina tensiones y desarrollos que necesariamente van a influir en nuestro destino, no encuentra necesario aunque sea mencionar posibles beneficios o perjuicios para nosotros. Su enfoque es el tradicional en el Atlántico Norte (A.T., antes de Trump) y parece asumir que es el que deben tener todos los países de buenas intenciones.
(No es un defecto particular del profesor, eh. Es tradicional en nuestra clase dirigente. Ahora mismo el gobierno de Macri se muestra desesperado por firmar un convenio entre el Mercosur y la Unión Europea, no por alguna ventaja para nuestros países que pueda verse, sino para «estar en el mundo». No digo que C.P.L. sea tan imbécil, pero el punto de vista que asume implica que hay un «mundo» al que se debe pertenecer. Y otro que no. Agrego un comentario al final).
«El 2017 cerró bajo el influjo de una cuestión central: el impacto del “trumpismo” y la crisis del bloque atlántico, conviven con las estrategias revisionistas de China y Rusia.
Este rediseño del tablero internacional se estructura en un mundo donde la globalización sufre la anemia del multilateralismo; donde la Revolución Tecnológica “uberiza” y sustituye empleo mientras asoma una nueva matriz energética. El inventario se perfecciona al constatar que las desigualdades crecen, como se lee en el reciente “Informe sobre las desigualdades”, elaborado por L. Chancel y T. Piketty.
Trump cierra al año demoliendo las instituciones y la agenda que los EE.UU y Europa construyeron durante más de medio siglo. El epítome del viento washingtoniano fue la retirada del Acuerdo de París, en esa línea también se anotan el abandono del Pacto de las Naciones Unidas sobre Migración; el cuestionamiento a los Acuerdos de Libre Comercio (Transpacífico; NAFTA); el desconocimiento de Resoluciones de las Naciones Unidas, por ejemplo sobre el status de Jerusalén; la amenaza de retirada del Acuerdo nuclear firmado entre Irán, EE.UU, Francia, Gran Bretaña, Rusia, China y Alemania y el acoso sistemático de Trump a la languideciente Organización Mundial de Comercio.
El trumpismo exagera su discurso internacional en paralelo a los obstáculos que encuentra en el frente interno. En la Casa Blanca nadie ignora que el “Rusia Gate” avanza y si en las elecciones de mitad de período – 2018- los republicanos perdieran, el impeachement no puede descartarse. Abona este escenario las derrotas en Virginia y Nueva Jersey, que consagraron a Gobernadores demócratas. Hace pocos días los republicanos sufrieron otra derrota en Alabama. La pérdida de un Senador los deja expuestos a una mayoría endeble: 51 a 49.
La retirada global de los EE.UU supera los ciclos que atraviesan los hegémonos. Se trata de algo más: la incompetencia y el narcisismo de Trump. El “pluto populismo” acaba de consagrar una reforma fiscal que no sólo beneficiará a los ricos, también agravará la relación con Europa porque esa reforma consagra la doble imposición, como lo acaban de advertir Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia y España. Mientras tanto los EE.UU están perdiendo gran parte de su capital diplomático: el soft power. ¿Quién quiere acompañarlos? ¿Sólo atrae a los saudíes, cuna del wahabismo fundamentalista?
La crisis del eje anglo sajón se agrava por la incertidumbre europea. El Brexit es una tragedia inexplicable, motorizada por un discurso cargado de post-verdades y ejecutado por una elite desbrujulada.
En el 2017 en el seno de ese núcleo quedó claro que el “Hard-Brexit” es inviable: conduce a un Reino desunido y a una pequeña Inglaterra. Teresa May lo acaba de comprobar: firmó un acta de rendición con Bruselas: no habrá fronteras en Irlanda, pagará una elevada factura de divorcio y aceptó que los europeos que habitan la Isla serán protegidos por la Justicia comunitaria.
Claro está que a lo obtenido por Irlanda -frontera abierta- lo quieren emular otros que votaron contra el Brexit, por ejemplo Escocia. Por último, en términos de poder, sino logra Angela Merkel formar gobierno, el default político de Alemania será más perjudicial para Europa que el Brexit. Berlín es un actor central para liderar con Francia una “espera estratégica”-apostar a que el trumpismo no sobrevive-, una contención a Rusia y encarar la adaptación a la revolución tecnológica.
El revisionismo ruso en el 2017 logró algo no menor: regresó triunfante al Medio Oriente. Salvó en Siria al régimen de Assad e instaló la idea que gracias a Moscú fue derrotado el Estado Islámico. Ahora es Moscú quien rediseña el mapa de esa región, donde conviven pasiones y frustraciones que alimentan el fundamentalismo religioso. Putin hoy habla con todos, shiitas y sunnitas, nadie lo puede soslayar. Esta presencia le permite, a la vez, controlar a dos potencias regionales también revisionistas: Irán y Turquía. Esa Rusia avanza en Europa: se expande desde el 2008 (Georgia y Ucrania). Durante el 2017 Moscú también apeló al tropismo ruso de los populismos europeos y utilizó las redes sociales en favor de las campañas anti-Brusellas, v.g Brexit y en Cataluña. La habilidad rusa es notable: con un PBI similar al de Italia alimenta una estrategia global.
Lo más logrado fue el revisionismo chino. En el XIX Congreso del Partido Comunista el Pte. Xi, aprovechando el vacío que dejan los EE.UU, lanzó un plan global inspirado en la geopolítica. La iniciativa OBOR (One Belt, One Road), proyecto de infraestructura que conecta Eurasia, y el claro designio de expulsar a los EE.UU del Asia marítima, tienen una meta: alcanzar el liderazgo global en el 2049, centenario de la China comunista. Internamente debe reformar la economía y eso supone alinear a las empresas públicas deficitarias. También supone incrementar los controles internos descartando cualquier proyecto de reforma política. Un símbolo: recientemente, luego de un gran incendio, fueron expulsados de los suburbios de Pekín 200.000 chinos “por seguridad”. Son chinos de “baja gama”, llamados “diduan”. ¿Una metáfora del régimen?».
Me gustó este artículo, sobre todo, porque es una casi inmejorable síntesis de la forma en que Trump se ha dedicado a demoler «las instituciones y la agenda que los EE.UU y Europa construyeron durante más de medio siglo». Ahora, ¿no hay qué preguntar si esas instituciones y esa agenda han sido favorables para Argentina?
Los polígrafos argentinos que adscriben a la tradición liberal, y también los cualunquistas, se aferran a la idea de una Argentina próspera, «inserta en el mundo», que exportaba trigo y carne, hasta que llegó el populismo peronista a romper ese cuadro idílico. Pero no se preguntan si hubo cambios -algunos deliberados- en el resto del mundo que contribuyeron a la ruptura. Carlos Escudé -no populista él- los ha estudiado…
Con esto no estoy diciendo que la demolición en curso necesariamente nos favorece. Eso es para los ingenuos que se alimentan con la Red Voltaire y creen que todo lo que perjudica a los yanquis es automáticamente bueno para nosotros. Puede ser malo para ellos y para nosotros, también.
Pérez Llana, con formación intelectual de nivel, cae en el automatismo opuesto, y se embandera en el atlantismo. Toma los argumentos del Partido Demócrata y los Remain ingleses. Con un toque de la vieja Guerra Fría: el «revisionismo» de China y de Rusia es muy moderado, si se lo compara con los revisionismos después de la Guerra de 1914-1918. Y la alusión a los «diduan»… Tuve que buscar el término; se refiere a los migrantes de las zonas rurales que se alojan en los barrios humildes de las ciudades chinas (¿nuestros «cabecitas negras»?). Supongo que quiere decir que el PC Chino no es «realmente progresista»…
Hay una cosa que no menciona, la India, y, es raro, India esta en una carrera de infraestructura contra China (y armamentos etc) mientras que China juega con Pakistan y Donald esta por cortarles el chorro a los de Islamabad
Raro que no lo mencione, como tampoco a Japon, que, esta armandose a toda carrera
https://www.forbes.com/sites/ralphjennings/2017/03/22/japan-is-becoming-a-new-asian-superpower-thanks-to-china/#3681b87775b9
y la India esta en el medio de la ruta petrolera, China puso una base en Djibouti
https://elpais.com/internacional/2017/08/01/actualidad/1501589492_007630.html
el gran juego como siempre en los puntos de choque
«La habilidad rusa es notable: con un PBI similar al de Italia alimenta una estrategia global.» -> Por lo que se ve aquí ** y aquí *** es similar a España, mas bien. El problema es que el analista «alla Natanson» confunde CANTIDAD con CALIDAD. Es esta última la que «alimenta».
** https://www.google.com.ar/search?num=100&newwindow=1&client=firefox-b&dcr=0&ei=g9pMWtDDO8mewgTJsbHgDg&q=russian+gross+domestic+product&oq=russian+gross&gs_l=psy-ab.3.0.0i19k1j0i22i10i30i19k1l3j0i22i30i19k1l6.7328.12418.0.13832.12.7.3.0.0.0.396.2490.3-7.7.0….0…1c.1.64.psy-ab..2.7.2390…0j0i22i30k1.0.hnFtfbcaQqs
*** https://www.google.com.ar/search?q=italian+gross+domestic+product&ie=utf-8&oe=utf-8&client=firefox-b&gfe_rd=cr&dcr=0&ei=vtpMWt_FDYPj8Aet67SYDQ
Soft power es un término acuñado por los europeos para no tener un presupuesto en Defensa y esperar siempre a papi NATO. Pero parece que el nene europeo de la posguerra ya va siendo un boludo grande y papá USA está medio cansado de cargar con todos los gastos. Así que le está diciendo «¿por qué no te conseguís un laburo y te mandás a mudar?».
Obviamente, esa «espera estratégica» es la movida obligada de un bloque que no quiere aceptar el nuevo escenario. No los culpo; siempre es difícil acomodarse a la nueva situación.
Pero el tema subyascente es los fierros. Que siempre vuelven. Y los Estados nacionales que (parece) también. «Revisionismo». Buen término. No lo conocía.
Mirando bien, bien desde lejos (casi desde la luna, mire) al final la única institución que puede hacer viable al mercado es el Estado. Y los Estados multilaterales no parecen haber garpado. Ni la Onu ni la Unión Europea lograron la aspiración del «mundo bajo una sola ley».
Al final, salvo excepciones, la gente acepta que los gobiernen los vecinos que hablan la misma lengua, y no otra cosa.
El revisionismo de Trump parece ser un movimiento natural del sistema https://www.clarin.com/opinion/nuevo-ideas-trump_0_rJgBgmY_x.html
Y así como la lengua parece ser una verdad dura, un cimiento de fierro que organiza las sociedades, los fierros…
¿O alguien piensa que el Dólar es la moneda de cambio y ahorro «natural» o «provista por Dios» para el comercio mundial?
[…] un posteo reciente Conflictos de las Potencias, al comienzo de 2018, Carlos Pérez Llana, desde un enfoque “atlantista” convencional, miraba con una mezcla […]
[…] de Relaciones Internacionales en las Universidades Di Tella y Siglo 21. Tiene, como dije de esta otra que subí a principios de enero, un enfoque “atlantista” convencional. El que promueven y comparten, con matices, desde 1945 […]