Macri construye la unidad

El gobierno que comenzó la semana pasada tiene un temor básico, desde mucho antes del 10 de diciembre. Se podría decir que es su temor fundante: el fantasma de la Alianza. Ese otro gobierno que reunió la estructura nacional del radicalismo y el ímpetu de una fuerza nueva en el escenario político: el FREPASO. Y que, recordemos, también tuvo un gabinete lleno de economistas prestigiosos.

Ese gobierno se derrumbó en dos años, en medio de una catástrofe económica y social, y abrió paso al retorno del peronismo e, indirectamente, a doce años de hegemonía kirchnerista.

Las circunstancias son distintas, me apuro a decir. El punto es que ese fracaso está presente en las mentes de los que hoy son gobierno, y dicta muchas de sus actitudes. En el PRO, el partido hegemónico de esta alianza, se refleja en medidas autoritarias que dan un mensaje muy claro, sobre todo hacia dentro del Estado «Aquí mando yo«. Es el Poder Ejecutivo, manejado por una mesa muy chica. ¿Una forma de imitar el «decisionismo» peronista?

En sus aliados, esto se muestra en la disposición a aceptar las reglas de juego impuestas por Macri. Que advirtió de entrada que el suyo no sería un gobierno de coalición. Y el radicalismo, que ha «cobrado» poco por su apuesta pero es el que tiene el recuerdo más claro y doloroso de esa otra experiencia, avala ese decisionismo. Y Lilita Carrió permanece en silencio, que es, bien considerado, el mejor aporte que le puede hacer ahora.

Este tema, la dinámica del nuevo gobierno, merece un análisis más profundo que trataré de hacer. Ahora, me interesa señalar cómo está sirviendo a la unidad del peronismo y del Frente para la Victoria.

Ante todo, hay que darse cuenta del desafío difícil que es. Las derrotas generalmente no ayudan a consolidar las fuerzas que las sufren. Y hoy la realidad más importante del peronismo, y del «antimacrismo» del cual es la columna vertebral, es una militancia masiva, movilizada e inorgánica a la vez, que trabajó y se apasionó sobre todo después del sacudón de la 1° vuelta, el 25 de octubre.

Esos argentinos politizados están con bronca, siente un rechazo profundo por Macri y lo que él representa, y, más doloroso, estaban huérfanos. Una gran mayoría tiene un vínculo emocional con Cristina Kirchner, pero ella se alejó del escenario y permanece en silencio (Fue una decisión sensata, en mi opinión. Ella hoy también consolida a esa mitad más uno que votó a Macri).

Daniel Scioli, legitimado ante muchos por su desempeño en ese lapso del 25/10 al 22/11 y aceptable para la minoría que cuestiona las decisiones de CFK en el último tiempo… es demasiado racional para el rol que la militancia requiere. No rompió con Cristina cuando la mayor parte de su entorno lo incitaba a hacerlo; no enfrentará a Macri sino evalúa que la mayor parte de la sociedad acompañaría esa actitud.

En cuanto al resto de la dirigencia del peronismo, gobernadores, intendentes y dirigentes sindicales, más allá de su posicionamiento en la interna, todos deben proteger los intereses de sus gobernados o de sus afiliados y -a menudo- los puestos en el Estado de su gente: deben negociar permanentemente con el Ejecutivo nacional.

Han sido las acciones de Macri destinadas a mostrar poder, las que lograron que, a una semana de la asunción del nuevo gobierno y pendiente todavía -por al menos varios meses- la inevitable reestructuración del peronismo, las que le permitió mostrar unidad, junto a sus aliados del FpV.

En forma novedosa para la tradición peronista, ha sido desde el Congreso donde surgieron las voces que faltaban, que marcaron la posición opositora que la militancia, y, más importante, el equilibrio político de una democracia, demandan.

Fue Héctor Recalde desde Diputados «El Presidente tiene que dar marcha atrás porque ha sobrepasado los límites«, y Miguel Pichetto desde el Senado, El FPV avisó que rechazará designaciones en comisión los presidentes del bloque del FpV en esos lugares, quienes empezaron a «marcar la cancha».

Un colega bloguero, buen analista, apunta que la devaluación, como otras medidas económicas, son mucho más importantes para el peronismo y los argentinos que, por ejemplo, dos jueces de la Suprema Corte. Es cierto. Pero los que hacen política en serio, dan la batalla que pueden pelear. Las consecuencias de las medidas económicas del Ejecutivo deberán ser enfrentadas, al menos en las paritarias, por la dirigencia sindical. O perderán sus puestos a manos de los que están ansiosos por reemplazarlos.

Y la Ley de Medios es una bandera muy sentida de los sectores progresistas del Frente -y de los comunicadores culturales en particular. Aunque no cumplió su cometido explícito de democratizar los medios, la pelea contra Clarín alcanza para motivar a la militancia en su defensa. Pero no es un tema principal en la agenda de la dirigencia peronista, ni de la mayoría de sus votantes.

No importa. Sirvió como el motivo para la manifestación masiva de ayer. Aunque Oscar Cuervo me recuerda que ya el lunes hubo una muy numerosa en Plaza de Mayo, ésta fue una donde se mostró el variado «dispositivo» que el FpV convoca.

La lista de oradores, como aparece, también es sugestivo, en Página 12, lo indica: los sindicalistas Andrés Rodríguez (UPCN) y Hugo Yasky (CTA); la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto; la presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini; el jefe de bloque de Diputados del Frente para la Victoria, Héctor Recalde; y el titular de la Afsca, Martín Sabbatella.

Es necesario ser realista: esos nombres, y lo que representan, hoy no suman un voto más que los que el FpV reunió el 22 de octubre. No, al menos, hasta que la economía se deteriore (más). Pero son una señal, para los propios y los adversarios, que la política no está derrotada.