A 45 días, la noche está en calma

Eso sí, el músculo (político) no duerme, y la ambición no descansa. Es que 45 días puede ser mucho o muy poco tiempo, según la ansiedad que uno tenga. Pero la ansiedad parece estar en la dirigencia media, en el activismo y operadores varios. Incluidos muchos candidatos de segunda línea que también juegan sus cargos el 25/10. Los votantes – hasta donde se puede apreciar en las redes sociales – no aparecen angustiados. Están los que se expresan políticamente con fervor y pasión en contra o a favor del gobierno K, en contra o a favor de Scioli o de Macri, pero son las habituales minorías intensas. En la mayoría de la población no se percibe ansiedad ni nerviosismo. Ni tampoco en los tres candidatos presidenciales que van adelante, ni en los otros tres que aspiran a consolidar un sector menor pero no insignificante de votantes.

Esta apreciación está confirmada por todas las encuestas. Si tomamos en cuenta las fluctuaciones que pueden introducir las distintas metodologías, los universos de entrevistados y, claro, los sesgos de los encuestadores, lo que llama la atención es la muy poca variación que muestran la intención de votos de cada candidato, con la que registró en las P.A.S.O. Se me ocurre, entonces, que esta distribución estable refleja razonablemente qué representan hoy estas candidaturas para el electorado argentino. Una realidad más concreta que las especulaciones teóricas que estuvimos haciendo sobre peronismo, kirchnerismo, y sobre los correspondientes «antis».

Daniel Scioli se mantiene en un sólido 40 %, y el consenso (privado) de todos los analistas – y el de los políticos experimentados con los que tuve ocasión de hablar (valoro más este último) – concuerdan que ese es hoy el voto oficialista, el que respalda, con más o menos fervor, las políticas del gobierno nacional. Esto no quiere decir que la totalidad de la militancia K, que todas las figuras importantes del llamado «kirchnerismo puro», estén satisfechos o confiados con su candidatura. Sí significa que esas reservas no se reflejan en la intención de voto.

Una de esas reservas, que se está escuchando mucho, y que es cierta, además, es que Scioli no está sumando votos al «proyecto». Creo que esa expectativa surgió de una lectura equivocada. Es cierto que DOS fue durante largo tiempo la figura del oficialismo que despertaba menos hostilidad entre los opositores. Por sus características personales – alejadas del estilo «combativo» que es la marca de fábrica del discurso K, en particular de la Presidente – y también porque los medios opositores lo guardaban, con la visible esperanza que llegara alguna vez su ruptura con el kirchnerismo.

Pero esa fue la etapa previa a las definiciones. Scioli no rompió con la Presidente, ni ella con él. Antes, al contrario. Es el candidato del oficialismo. Y los que se oponen al kirchnerismo ya tienen otros candidatos para votar. El aporte de Scioli es expresar a la totalidad de los que se inclinan a votar, de entrada, por el oficialismo, sin despertar rechazo invencible en ningún sector numeroso.

Por el otro lado, Mauricio Macri conserva en las encuestas, con un desgaste mínimo, los votos que sumaron él, Sanz y Carrió en la interna de Cambiemos. El votante de identidad radical parece encontrarse cómodo con el que ha sido, después de todo, su rol político fundamental desde 1946: ser la oposición al peronismo. Puede dudarse que el PRO, y Mauricio Macri, le sirvan de referencia en el futuro. Pero en este año 2015… es lo que hay.

Y Sergio Massa también indica con su persistencia – que sorprendió a no pocos analistas, incluso a uno tan respetado como Andrés Malamud – que existe una porción del electorado, importante en Buenos Aires y en Córdoba, que no se define por la oposición al peronismo – muchos de ellos han sido votantes del peronismo – pero que rechazan al gobierno K. Y a Scioli.

Una frase que cita el politólogo Luis Tonelli me parece descriptiva: “¡A Scioli lo votan los que odian a Macri; a Macri lo votan los que odian a Scioli; y a Massa lo votan, los que odian a los otros dos!”.

Si indiqué al comienzo del posteo que estos tres candidatos no parecían ansiosos, es porque sus estrategias de campaña, hasta ahora, están dirigidas a sumar todos los votos posibles… dentro de los espacios que ya ocupan. Esto tiene mucho de prudencia: es más fácil alejar votantes cometiendo errores, que convencer a los que ya se habían inclinado por otra opción. Y los votos en blanco en las P.A.S.O. estuvieron dentro del porcentaje habitual en las elecciones presidenciales.

Entonces, Scioli se ha concentrado en ser, con su estilo, el candidato oficialista. A lo que los ataques de los opositores lo ayudan. Macri mantiene el discurso a-ideológico que recomendó siempre su asesor Durán Barba, procurando ser una oposición «catch all». Pero el bombardeo mediático sobre «fraude» y «clientelismo» juega con los prejuicios básicos del electorado que aspira a representar. Y Massa, al que su condición de tercero le permitiría más audacia, insiste con un conjunto limitado de consignas – en particular, la «inseguridad» – que resuenan con su electorado. Todos cazan en el zoológico, podría decirse.

En realidad, la única lucha agónica que está planteada en esta primera vuelta es la que se dará entre Progresistas, con Stolbizer, y el Frente de Izquierda y los Trabajadores, con Del Caño. A cualquiera de los dos puede representarles un plus importante, en el futuro, llegar a ser la 4° fuerza, la oposición de izquierda de este esquema.

¿Se va a una segunda vuelta, el 22 de noviembre? Con los números de hoy, sí. Sería entre Scioli y Macri, y ganaría Scioli… con los números de hoy (No doy importancia a las actitudes que tomarían, si quedaran fuera de la contienda, Massa, Stolbizer, o, para el caso, Del Caño y Rodríguez Saá. En ese balotaje, los votantes decidirán por su cuenta).

Pero que se sigan manteniendo los números de hoy es también una apuesta. Lo que podría modificarlos en un porcentaje suficiente para cambiar este panorama sería – imagino – un deterioro o una mejora importante de la situación económica. Que, en 45 días, es difícil que se dé. O que los votantes que hasta ahora siguen fieles a UNA en las encuestas se decidan por uno de los dos candidatos que aparecen con más chances para ser Presidente. Habrá que vivir para verlo.