Me dicen que Artepolítica es uno de los blogs más visitados. Y este post la escribió Tomás, el de Burbujas con detergente. Encima, ya Un día peronista la reprodujo. Está claro que no necesita difusión. Pero me gustó mucho, como «Misiones y objetivos» (jerga de los administrativos) para un grupo político – en este caso, uno muy joven y que ya tiene su leyenda negra – y quiero copiarla, a modo de aval personal a este planteo.
Fue escrito como respuesta a una nota, que ponía el énfasis en el contraste con la militancia setentista. Pero decidí suprimir esas alusiones. Yo estuve en los ´70, y hasta un poquito en los ´60, y ya me aburre cuando tratan de contarla. Eso sí, al final agrego algunas comentarios míos.
«Vienen tirando con el carácter incoherente de trabajar en el Estado y ser un militante. Como si fuera, digamos, una contradicción en los términos. La trampa es infantil: un militante que recibe una remuneración por gestionar lo público, en verdad lo hace por militar. Discutir eso es discutir la cuadratura del círculo: la fe. Acá cada uno elige en qué creer, y está bien que así sea. Nada que se diga o se pruebe le va a cambiar el juicio previo sobre esto.
No paro de preguntármelo y me parece más raro cuando van con la misma cantinela: ah, pero estos chicos no son montoneros, tienen celulares y andan en auto.
La respuesta es que no: que la historia no se repite un carajo. Que cada generación va haciendo lo que puede con lo que le toca. Que a nosotros nos toca esto y, le digo más: que está buenisima la época que nos toca, porque nos va a formar mejor (uy, ¿no debería decir “distinto” acá?), para ampliar más derechos, para institucionalizarlos, para crear nuevos.
Nos toca esto porque nuestro pasado es el 2001, macho. Nuestro pasado es cuando no había instituciones. Perdón, perdón por no querer agarrar los fierros, perdón por nuestra épica posibilista frente a la de tipos que iban a cambiar el mundo. Nosotros queremos institucionalizar el mundo, e ir corriendo la frontera de los derechos cada vez un poquito más. Gradualmente. Y que me disculpen por semejante aburguesamiento pero, ¿sabe qué, compañero?, en el 2001 no ganaron la calle los sectores populares frente a la caída del Estado. Al contrario, compañero: los sectores populares quedaron hechos mierda. Nosotros tenemos ese pasado y queremos construir otro presente y otro futuro: uno con más Estado en los lugares donde todavía no llegó. Ahí tienen razón: tenemos una épica zarpada en posibilismo, que es todo lo contrario, digamos, “a robar con los setenta”.
Queremos ver cómo hacemos posible que haya mejores cárceles, queremos pensar cómo diversificamos las exportaciones, queremos ver cómo hacemos ahora que nos cambió la ecuación energética y usamos más gas que petróleo. Pero, ¡qué burgués, compañero! Disculpe si no me replanteo mi forma de vivir, si no vendo mis pertenencias, si no me hago franciscano y arrojo el celular por la ventana para vivir de verdad, militantemente, como un militante de verdad, sin posesiones, sin propiedad privada como corresponde. Disculpe si en vez de cantar por la revolución que está por venir, “defendemos lo que hay”.
Nosotros – no soy la voz de nadie, digo que algunos – creemos que la herramienta de transformación hoy es el Estado. Y creemos que hay que mejorarlo, hacer que llegue a más lugares, hacer que llegue de manera más inteligente. Nos queremos formar para eso, en las prácticas del Estado, aunque implique la desgracia de abandonar la revolución socialista un rato en pos de un posibilismo. Disculpe, compañero, si no le coincide la figura del Eternauta con la formación del Estado: es una contradicción que está última de todo en el cajón de los problemas que tiene una generación nueva que quiere hacer política y asumir lugares en la gestión. Tenemos doscientas contradicciones que resolver antes que lo que les molesta a la vista a tipos como ustedes, tan puros. Sus ideales eran mejores, seguro que sí. Nosotros apenas queremos hacer funcionar un Estado que hace diez años estaba destruido. Queremos un sistema político con reglas más o menos establecidas. Queremos que la gente cobre – ay mirá lo poco que me planteo mi forma de vivir militantemente – muchísimo mejor de lo que cobra por trabajar en el Estado. Queremos que los tipos que se nos van al sector privado vengan a laburar al Estado, por un poco menos de guita, por convencimiento militante, garantizándoles – uf acá me re aburgueso – un poco más de estabilidad laboral que en el sector privado.
Disculpe si usted, compañero, le robaba la pistola a la policía o iba por la auto-organización del pueblo, pero yo quiero que haya un compañero, de La Cámpora, del Evita, de donde sea, laburando de pasante en la comisaría para que no haya ni un pibe más muerto. Disculpame el posibilismo, pero el torturado en la cárcel anda… ¿cómo decirlo?, “sin tiempo” para ver si instauramos o no el control popular de los medios de producción.
Y no digo que mi posibilismo sea mejor que su sistema ideal y perfecto del mundo, compañero. Digo que son, je, distintos»
Bien, Tomás. Te agrego que el compromiso épico de lucha y muerte tiene también un atractivo muy fuerte, cuando se es joven (y también lo tiene, para algunos viejos, cuando son otros los que se arriesgan. Pero hablar de eso me deja un mal gusto en la boca y no hace aquí). Muchos de mi generación lo tomaron y muchos de ellos pagaron el precio. Otros zafaron. Pero, sabés qué? los de abajo siempre pagan el precio. Es necesario entonces cuestionarse si no hay otro remedio que hacérselos pagar. Me parece que olvidamos esto, en los ´70.
Eso sí, tengo que decirte que el camino que Uds. eligen – que yo considero mejor – tiene también sus peligros. La corrupción personal es uno de ellos. Pero, al igual que en la otra elección, tampoco es el peor. Aquí también son los de abajo los que pagan el precio de la corrupción y de la ineficiencia. No empecemos a mencionar casos porque nos desviamos del planteo, pero tengamos presente ese riesgo.
Algunas observaciones que siento necesarias: No tiene nada de nuevo, digan lo que digan los inventores de relatos del periodismo opositor. El peronismo fundacional se construyó desde el Estado, después de todo. En el ´71 y ´72 Perón se cansó de repetir que debía juntarse «materia gris» para ocupar los niveles medios de decisión en el Estado. Mi amigo Manolo Barge, demasiado benévolo, rescata a las orgas que escucharon ese mensaje, Trasvasamiento, CTP, … Puedo atestiguar que nunca terminaron de desprenderse del mito de la Revolución, y, sobre todo, no encontraron, no encontramos, una estrategia política adecuada, en medio de esa guerra civil de baja intensidad del ´73/´75.
Eso nos acerca al problema clave, que es mucho más actual. No hace tantos años, la Coordinadora radical también comenzó a colonizar el Estado. Algunos de ellos todavía sobreviven allí, pero como proyecto político… ni siquiera ha dejado una leyenda trágica detrás. No pudieron construir, en condiciones más favorables que las de los ´70, una estrategia. No dejaron de ser los chepibes de Alfonsín.
Ese entonces, creo, es el dilema que enfrenta la Cámpora (También está el nombre, tengo que decirlo; para muchos veteranos no es muy feliz, pero es un tema menor. Bonasso se mostró como un gran constructor de leyendas). En el Estado hay, necesariamente, poco margen para librepensadores. Se deben seguir y defender las políticas de la «superioridad», en la jerga administrativa. Pero si no consiguen construir, afuera del Estado, una identidad política, sino llegan a ser, por ejemplo, una corriente interna del peronismo, su destino será el de ser, por un tiempo, una agencia de colocaciones. Y la feroz ironía de Borensztein habrá resultado cierta.
Muy bueno el post, y gracias por la cita. Tenemos un par de desafíos, y está bien lo de construir una identidad afuera del Estado. Yo creo que se hace. De a poco. Con todas las contradicciones que eso lleva. Pero el camino me parece este. Siempre que uno lee una nota, se pregunta por su negativo: ok, es válido criticar como lo hace Caparrós, está buenisimo, pero toda crítica implica una proposición. Si no es por donde dice Caparrós, ¿por dónde es?, ¿por abandonar el Estado? Yo quiero reivindicar eso: nosotros no elegimos abandonar esa oportunidad, sino agarrarla. Pagando los costos y las «contradicciones» que eso implica.
Abrazo.
Abandonar el Estado, jamás
Disculpe Abel que lo contradiga pero si hay y hubo espacio para «librepensadores» en el estado.
Se puede hacer, obviamente cuesta arriba, pero se puede.
Hace 30 años que trabajo en el estado, no fue facíl, y soy testimonio de que a pesar de la burocracia y el curro indolente de muchos funcionarios, aun se puede.
Claro es «remar en dulce de leche» como decimos acá pero aun así da.
«Un estado cada vez mas inteligente» es lo que persiguimos muchos.
Ojala «la Campora», sin convertir el estado en una «pendejocracia» como algunos pretenden, aporte en este proceso de enriquecer el estado con materia gris como pedia el Gral.
Vivi la experiencia de la «coordinadora», de los Sofia, de los Artur Andersen y McKinsey y todas fueron iguales.
Primer round : entran con todos los brios y sus primeras espadas, muchas veces tipos grossos de verdad.
Segundo round: entran a jugar los pichis, por lo gral universitarios fresquitos que pagan 2 mangos. Relevan al personal y concluyen los documentos donde nos dicen los que ya sabemos. Cobran.
Trecer round: llega la «realidad», el estado no es lo mismo que el privado, y en 3 meses los cago a trompadas. Se dan cuentas de todas la trabas que se incorporaron a los procedimientos del estado para que no haya corrupción, haciendo el tramite lento «per se», son duras y detras de esos procedimientos tambien hay gente y mas estado inflando la espiral.
Cuarto roud: se licua el impulso, decae y se pierde en alguna de las eras geologicas del mismo estado.
El posibilismo esta mas cerca que la revolución.
Y desde algun lugar hasta parece mas concistente un camimo de construcción, gramsciano digamos, que la misma revolución. Con esto me seguramente me tachen de burgues o llanamente cagón, pero es lo que siento.
Hay que dar valor al estado, como dicen las mujeres ni grandote bobo ni chiquito divertido. O porque no, grandote y divertido.
Quizas hasta sea bueno como consigna, «por un Estado cada vez mas inteligente»
Abrazos, Daniel 7
Estimado abel, un par de consideraciones.
Apelar a los «motivos ocultos» de la militancia, es una quimera. Quizás mucho peor que una quimera, nos lleva directo a los juicios y las purgas soviéticas de la década del ’30. Los motivos personales de quienes estamos en política, mal que les pese a los inquisidores de siempre, es un asunto que quedará entre dios y nosotros, y nadie más.
Ahora bien, existe un gran determinante no tanto en el «sentido» del compromiso militante sino en las características del contexto donde se milita y el propio alcance que esa acción militante tiene más allá de ese contexto.
Aclaro que esto no tiene que ver (estrictamente, quizás si de un modo indirecto) con la caracterización social de quien se mete en política.
Después de todo, tenemos sobrados ejemplos donde «la política de los pobres» fue hecha por gente que precisamente no pertenecía a «los pobres». Y eso está muy bien, pues demuestra que lo humano sigue vivo.
No hay ninguna necesidad de «desclasarse» -el trotskismo es el ejemplo negativo de esto: ha intentado esto una y otra vez sin éxito-, pero si que un ambiente de acción, pensamiento y despliegue militante no sea endogámico. Y hago un particular énfasis en esto:
¿Qué contacto tiene «X» agrupación con el resto del pueblo más allá de la disputa cotidiana de espacios concretos de poder? Quizás en la respuesta a eso encontremos un pequeño sendero para resolver esta cuestión.
Un abrazo, y gracias por el espacio.
Daniel, es asi, sin duda, en el medio los que mas o menos hacian funcionar las cosas los mandan al cementerio de elefantes, de donde vuelven cuando cambia el gobierno, para luego retornar apastar. Y por eso esta muy poblado de apagaincendios, con lo cual, generan mas de los que apagan
en fin
Abel, quisiera dar mi testimonio de ex militante de una agrupación que tuvo cercanía con La Campora, hasta su «fusión» con la misma. De allí mi alejamiento.
Su último párrafo creo pone sobre la mesa la diyuntiva de La Campora. Convertirse en un grupo político. El problema es que La Campora no se plantea eso. Puede que sea enunciado, pero no tiene ninguna estrategia para ello, más allá de tomar lugares en el Estado. Y lo peor, es q los «lugares», son en su gran mayoria, «chapas». Puestos sin ninguna capacidad de gestión, pero q otorgan caja (mayores o menores) y prestigio dentro de la estructura jerarquica de la organización. Ud. bien postula que el peronismo se construyó desde el Estado. Es cierto, y no discuto esa lógica. No es desdeñable. Pero desde lugares de gestión muy concretos. No desde directorios de empresas privadas, o desde la Secretaría de Justicia, si se quiere el lugar estatal más reelevante que ocupa, donde el ámbito de gestión asociada a la construcción política es, digamos, un tanto acotado (para ser buenos).
Se autopostulan (casi enunciandolo así, he estado en reuniones de «profesionales» de la Campora), como una agrupación de «cuadros». Ocupar el Estado, para gestionarlo desde otro paradigma diferente al Neoliberal. Cuando escuchaba este razonamiento en boca del «encargado» de profesionales de la Campora, me preguntaba cual era el paradigma alterantivo, cuando el propositor no parecía alejarse, en practica y discurso, al paradigma neoliberal.
Y no solo ello. Quisiera cuestionar esa lógica. La organización que sea sosten del gobierno aportando cuadros. Cual es el substracto político propio? A quien representan?. En concreto, para el ejemplo dado, estos «profesionales» q intentaban «organizarse», pero cuyo único fin era enunciar la ocupación de lugares en el Estado para gestionarlo desde otro paradigma, jamás se postuló (ni se postulará, sospecho, porq no les interesa la política) la labor gremial en los respectivos colegios profesionale en los q participan (abogados, contadores, ingenieros, etc.). No, para que? ¿para que armar una lista, buscar adhesiones, trazar alianzas, militar en el colegio respectivo, todo con la finalidad estrategia y la espectativa cierta de tratar de ocupar un lugar político reelevante en el colegio profesional de cada profesión (por ej. el que me toca, Colegio de Abogados), si se puede colar un contrato en el Estado, en la Secretaria de la pindonga?.
Esa es mi experiencia. Soy peronista y tengo afinidad con la obra de este Gobierno Nacional, al cual pienso votar. Pero sospecho, con base en mi experiencia personal de militancia, que el proyecto de La Campora no pasa por «hacer política» en el sentido de acumular voluntades sociales, individuales y colectivas, en torno a un proyecto.
A mí la Cámpora me parece una Escuela de Cuadros Administrativos. Lo demás es mística inyectada. Serán buenos o malos contadores, abogados o ingenieros; pero no son políticos. Conozco a un par de muchachos y a un par de muchachas (bien que de acá, del interior bonaerense, poca UBA y poco Fénix), y no tienen norte. Creen que el argot panfletario es el programa. Todavía están dando vueltas tratando de interpretar a Brunelli y a Díaz Bancalari.
El problema de centrarse en «ocupar el Estado» es que, en caso de perder momentáneamente la manija, se quedan en bolas. Se van a tener que ir del Anses, de Aerolíneas, de los directorios, ¿y después? ¿Van a servir chocolatada en la villa si no se las manda Alicia?
Opinando desde fuera, pareciera que entonces la pregunta es ¿la gente los vota a ellos?
Si bien puedo coincidir en todo lo que escribió Tomás, además de gustarme el estilo con que lo hace, creo que no contesta a lo que dice Caparrós. Cuando lo pulimos, cuando le sacamos las ironías y las compadreadas, lo que queda de importante, lo que Caparrós quiere decir, es esto:
«…que la “militancia” actual no suponga cambios significativos en las vidas de los militantes. O, por lo menos, que esos cambios no vayan en el sentido de la austeridad –como forma de asumir ciertas ideas– sino de cierto lujo. Se puede ser militante y cobrar mucho del Estado por esa militancia; se puede ser militante y seguir trabajando en telenovelas o programas de chimentos; se puede ser militante y ganar y gastar mucha plata en pavadas. Se puede ser militante y tomarse un avión –casi– propio para ir a ver un partido de fútbol a Montevideo. Si alguien se pusiera quisquilloso diría que es lógico, coherente, cuando esos militantes se encolumnan detrás de unos jefes que hablan de la redistribución mientras no paran de acumular riquezas.»
Esta organización LA CAMPORA solo es una forma de lograr copar los puestos claves del estado.
Se supone que por algùn tipo de lealtad a un manejo.
Me parece que la crítica de G.S. es muy válida.
Es muy importante ocupar lugares de gestión para desarrollar un proyecto político, pero mi duda es, donde se discute ese proyecto? entre quienes?
Disculpen, pero suena a «rixari de lana caprina». ¿En castellano? Hablar un poco al bardo. Muchachos que compraron la revolución hecha y se sienten culposos: ah, cobro, pero también milito. Tipos de mi generación, como yo, clase 45, que entonces tenemos que poner los ojos en blanco y golpearnos el pecho: ah, las pavadas que hacíamos entonces; revolución, cuántos crímenes se cometen en tu nombre, etc. Muchachos de la Cámpora y similares: relax and enjoy. El lema secreto de esta Argentina es: cada quien hacer la propia. ¿La están haciendo? Relax and enjoy. Pero el sermón, para los gurises que vayan teniendo. Y ustedes, todos y todas de la misma caravana generacional que el suscripto, a la jubilación y los nietitos. Y si nos alcanza el diluvio, Dios (que ya se desafilió como criollo) dirá y quizás nos encontremos en el último gomón o en el chinchorro de Caronte.
[…] Estado como accionista minoritario Ayer subí algo sobre La Cámpora. En realidad sobre la declaración de principios de Tomás, uno de sus militantes. Agregué algunas […]
Supongo que estos chicos estàn para controlar la dirección que quiere que se de la PERSONA CRISTINA .
Ahora la dirección que de la PERSONA CRISTINA quien lo sepa recibirá un premio mayor.